Hoy pondré especial ganas en esta meditación de «Corregir con Delicadeza»… Y esto por qué el día hoy, me encuentro afónico. Lo cual viene bien pues, pues justamente hoy hablaremos de las cosas que «No están tan bien».
Cuando vemos algo que hay que corregir; vamos hablar de la “Corrección fraterna”, que sinónimo de «Corregir con Delicadeza».
Dice el Señor en el Evangelio de San Mateo, que leeremos en la Misa:
“Si tu hermano peca contra ti, ve y corrige, a solas tú con él.
Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”(Mt 18, 15).
Es impresionante la presencia de la “corrección” en la vida de Jesús. Él mismo corrigió a sus discípulos en distintas ocasiones,
según nos muestran los Evangelios
- Les amonesta ante el brote de envidia que manifiestan, al ver que uno expulsaba demonios en su nombre;
- reprende a Pedro con firmeza por su modo de pensar, que no es el modo de Dios, sino el modo de los hombres;
- encausa la ambición desordenada de Santiago y de Juan, cuando quieren sentarse a su derecha y a su izquierda en el reino de los Cielos. Él les propone primero: saben que eso no lo puedo dar yo… y tendrán antes que beber el mismo vino que yo he de beber.
Son como “correcciones super concretas”, y el Señor lo dice con claridad. A partir de la enseñanza y del ejemplo de Jesús; la corrección fraterna, ha pasado a ser como una “tradición de nuestra familia Cristiana”, y está vivida desde los mismos inicios de la Iglesia.
Siempre la hemos visto como una “obligación de amor y de justiciar al mismo tiempo”.
Podemos encontrar por ejemplo, entre los consejos de San Pablo a los cristianos de Corinto, ese: !Exhórtense mutuamente! Hay numerosos pasajes en el Nuevo Testamento, que testimonian ese desvelo que tenían los Pastores de la Iglesia, al corregir los abusos que se estaban infiltrando.
En algunas de esas primeras comunidades cristianas es un recurso muy contínuo. San Ambrosio que es testigo ocular, de la práctica de la corrección fraterna, escribe en el siglo IV: “Si descubres algún defecto en el amigo, corrígelo en secreto. Las correcciones, efectuadas en bien y son de más provecho que una amistad muda.
Si el amigo se siente ofendido, corrigele igualmente; insiste sin temor, aunque el sabor amargo de la corrección le disguste. Esta escrito en el libro los Proverbios: las heridas de un amigo son más tolerables que los besos de los aduladores”.
En este mismo sentido San Agustín, advierte sobre la grave falta que supone, omitir esa ayuda al prójimo: “Peor eres tú: callando; que él: faltando”.
Podemos hoy considerar también la primera lectura del día de hoy, porque nos trajo algunos tips buenos, para ver como deberían ser estas correcciones.
Se trata de una profecía del profeta Ezequiel, y es bastante clara, porque le va dando los puntos que tiene que fijarse el Profeta.
Pongamos atención dice el Señor: – comienza el texto-:
«A ti Hijo de Adán; te he puesto de atalaya en la casa de Israel, cuando escuches Palabra de mi boca; les darás la alarma de mi parte”.
Es interesante esta primera parte: “porque te puesto de atalaya”, eso quiere decir; que es el guardia. El guardia de la ciudad, es el que está viendo cuando se acerca el enemigo, y su papel es de “avisar a la gente”, cuando efectivamente haya un peligro inminente. Esto es claro también en la corrección.
Corregir con delicadeza
La corrección se tiene que hacer “cuando el peligro es inminente”. ¡No, en todas las ocasiones! Si por cualquier cosa que ve, el tipo que está en la atalaya, el guardia, que ve algo que es un “poco raro”, y ¡da una voz de alarma! Hace que todo el mundo se ponga nervioso.
Cuando salen y constatan que no se trata de algo real, entonces ¡va perdiendo fuerza esa corrección! Qué es la historia de “Pedrito con el lobo”. Pero por el contrario… si es que en la atalaya, el guardia NO avisa cuando realmente el problema ¡está ya en el sitio!… les terminan conquistando la ciudad.
El Atalaya, o el guardia, tiene que hacer esa corrección, o tiene que dar “ese grito”, o tiene que “dar la alarma” en el momento preciso. Y nosotros también tenemos que hacer eso cuando corregimos. No hacerlo siempre sino cuando sea el “momento preciso”, y para eso hay que pedir un poco de luz al Señor.
Usando nuestra acertividad
A veces los chicos jóvenes se quejan de que sus madres se ponen en el “modo corrección”, y que lo están corrigiendo todo: “es que no te has levantado temprano”; “es que no te has conectado a tiempo para hacer los deberes”, “si estas jugando…” y así: corrección, corrección, corrección…una cosa detrás de la otra, y a veces eso pierde eficacia.
Tenemos que darnos cuenta que así, no estamos actuando como este guardia de “puesto de Atalaya”, que nos dice el Profeta Ezequiel. Sino terminamos haciendo cosas que tal vez nos desgastan y no sirven de mucho.
Es importante corregir y corregir con delicadeza, es importante vivir la corrección fraterna, es parte de nuestra esencia como cristianos. Pero tenemos que saber ¡cuándo! hacerla, y ¡cómo! se hacerla.
Oye, te quiero hacer un comentario «Troll»
Recuerdo que hace muchos años, trabajé en una empresa muy dinámica que tenía una costumbre: que se llamaba el “Comentario Troll”; eso consistía en que cuando entrabas a la Empresa, te daban unas clases de capacitación, donde te decían como funcionaba y lo que esperaban de ti en la Empresa.
Una de las cosas de las que más orgullosos estaban era de la costumbre del «comentario Troll» que consistía en que cuando alguien se te acercaba y te decía: “Oye, te quiero hacer un comentario Troll”, y te decía en qué podías mejorar en tu trabajo… La idea de fondo era, que cuando una persona se te acerca y te dice: “Oye, yo te estimo mucho, pero por el bien de la Empresa, yo te tengo que decir estas cosas para que mejores…”
Muy bien, ¡me pareció fabulosa la idea! Pero, lo que no explicaron en la capacitación, es que el dichoso «Comentario Troll», te lo decían delante de todo el mundo. A veces ocurria, que cuando alguien se molestaba con otro, le decía: te tengo que hacer un «Comentario Troll», y le soltaba una retahíla de cosas que eran ¡Uff.. Durísimas! Y todos viendo!
¡Esa no es la forma de actuar cristiana! Porque efectivamente, nos tenemos que decir las cosas que tenemos que mejorar, por supuesto, pero siguiendo las recomendaciones del Señor:
Busca un momento a solas
Busca ese momento a solas y reza primero sobre lo que tienes que corregir y luego: ¡Decirla con cariño! ¡Sin dejar herido a nadie! ¡Porque hay que aprender a corregir por amor! ¡Corregir con delicadeza!
Porque la corrección fraterna nace de la caridad. Que es “Virtud Teologal”: por la que amamos a Dios sobre todas las cosas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En el Catecismo se nos enseña qué podemos todos hacer de la Caridad; el vínculo de la perfección, y la forma de todas las virtudes. ¡El ejercicio de la corrección fraterna, es realmente fuente de santidad…! ¡en quien la hace y en quién la recibe!
Para lo que tenemos hoy una ocasión buenísima para pensar:
- ¿Cómo corrijo?
- ¿Cuándo corrijo?
- ¿Qué tengo que hacer para corregir mejor, para no dejarme llevar por la ira?
- ¿Para corregir en el momento oportuno?
El Momento Oportuno
Tendremos siempre que evaluar, pues no todas las ocasiones son el momento oportuno.
Contaban… de un señor que va a tomar un tren, y en la estación del tren, se encuentra con una escena un poco llamativa; donde 2 niños empiezan a hacer mucho, mucho ruido…
– ¡Y el padre no hace nada!.
Entonces se acerca a este señor, después de mucho tiempo, y le dice al padre que no corrige a sus hijos:
¿por qué no les dice algo?
– y el padre le dice a él: Es que me acaban de comunicar, que mi mujer ha muerto, que es la madre de estos chicos, ¡y no sé decirles Nada!
Porque no estamos en posibilidad de conectar con todos los medios sobrenaturales. ¡Hay que saber el momento apropiado! Y para eso: “Pedirle prudencia al Espíritu Santo” él es el que nos da esa claridad, de cómo tenemos que actuar.
Es precioso también el salmo que vamos a leer en la Misa del día de hoy: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”. Y me parece que entra perfecto en lo que estamos hablando, porque… “ojalá escuches la voz del Señor”, ¡y no te dediques a corregir con firmeza extrema sin que sea necesario! O que no seas débil; sino que realmente escuches al Señor, que te está diciendo, ¡Cuándo corregir!
No permitas que se endurezca tu corazón
La segunda parte es cheverisima: “No endurezcáis vuestro corazón”. Esto quiere decir: que también cuando nos corrijan… ¡ojalá no endurezcamos el corazón! Cuando nos corrijan es importantísimo también abrirnos y aceptar esa corrección. ¡Aunque arda! ¡Aunque duela!
Me imagino a la Virgen María
¿Cuántas veces habrá ella con delicadeza extrema corregido a sus vecinas?
¿A sus primas?
¿Los mismos apóstoles? A veces los Apóstoles ni siquiera se habrán sentido corregidos, por esa delicadeza extrema de la Virgen.
Pero la Virgen NO habrá dejado de decir; ¡Las cosas que tenía que decir! Ella seguro habrá corregido con delicadeza, Vamos a acudir a ella, para pedirle que nos de esa misma prudencia, esa misma delicadeza suya, para poder llevar a todas estas almas, que tenemos entre manos… al Cielo.
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