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¿CREES QUE ESTÁ AHÍ?

el cuidado de la casa común

Hoy llegamos al final de este discurso del pan de vida, del capítulo 6 de san Juan que durante estos días hemos escuchado en el Evangelio. Y al final de este pasaje largo, en el que el Señor progresivamente, poco a poco va revelando la profundidad de su amor encerrado en la Eucaristía.

Su verdadera presencia que nos aporta, que nos trae una vida nueva. Ya en esta vida, pero que nos guarda para la vida eterna. Todo el amor de Dios revelado en esas palabras que yo imagino, no es difícil imaginarlo así, a Cristo

ilusionado. Jesús, te pienso yo con los ojos iluminados por la ilusión que significa para ti permanecer con nosotros.

Y seguramente, a lo largo de estos días, en tu oración has podido profundizar un poco sobre este don de la eucaristía. Fíjate si es maravilloso ¿Cómo podía hacer el Señor para quedarse aquí en la tierra? Y de modo que, quien quisiera, pueda visitarlo, pueda estar con él directamente sin tener que esperar, sin tener que hacer colas, sin tener que pedir citas por Internet (como a veces pasa para los museos, un espectáculo, un concierto que con tiempo reservar una entrada).

ESTÁ EN TODAS PARTES PARA TODOS

¿Cómo resolver el problema de estar en todas partes, para todas las personas? Sin hacerlas esperar. En un encuentro personal, realmente personal. Para nosotros es imposible. Pero Jesús ha inventado la manera. Tú Señor, que nos quieres tanto, inventaste la manera, la solución y es la Eucaristía.

En cada sagrario de este mundo realmente está ahí. Esperándonos con todo su poder, con todo su amor, con todo su deseo de estar con nosotros. Sin colas, gratis, directamente, verdaderamente él. Todo Dios, ahí, todo el Cielo. En el Pan eucarístico. Tan extrema es la solución que, Señor, en vez de esperar nosotros para verte, eres tú el que espera por vernos.

Te has pasado en esta solución. Conseguiste no sólo eliminar las colas (Durante la pandemia teníamos horror a las colas por la aglomeración). Bueno, pues el Señor ha eliminado las colas y ya no solo las ha eliminado, sino que a veces, y es triste pensarlo, eres Tú, Jesús, el que hace cola en nuestra vida o en nuestro corazón.

A veces no eres el primero. A veces dejamos de visitarte, no estamos tan pendientes de Ti. La Eucaristía, cuánto hay que profundizar. Es un abismo que no tiene límites, es un misterio que no vamos a poder nunca entender, así que, si alguna vez estás haciendo tu oración de repente en un oratorio o en una iglesia y de repente no tienes algún tema en especial que tratar o estás un poco seco en tu oración, no se te ocurre nada, mira a Jesús que está ahí.

¡AHÍ ESTÁ JESÚS!

Ya solo la presencia, Él está ahí y tú estás con Él. Es suficiente para rezar, para hacer una buena oración. Él me mira y yo lo miro. Aquella historia que le gustaba tanto a san Josemaría. Pero en el evangelio de hoy vemos, ya no tanto las palabras de Jesús que revela la Eucaristía, sino la respuesta de los oyentes.

Fíjate lo que dice:

“Muchos de los discípulos de Jesús dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso? ”.

Un poco más adelante afirma:

“Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él “.

¿Te imaginas la escena? Mucha gente que de repente empezó a escuchar el discurso con ilusión; aquella promesa de un pan, que quien lo come no tendrá nunca más hambre, lo decía así Jesús. De repente despertó el interés de todos: “Señor, danos de ese pan”. Y ahora al final, que está claro que está hablando de comer su cuerpo, su carne y beber su sangre, les parece algo muy duro.

NO ES UNA METÁFORA

Y podríamos pensar ¿Señor, es que no te han entendido bien? Quizá pudiste haber hecho algo más para que se entienda lo que quisiste decir. No es comer tu carne física (cosa que es horrorosa, pensar en comer carne humana o beber sangre humana, es una práctica bárbara). De repente, Jesús, no te supiste explicar y eso causó el rechazo interior a esa idea en tus oyentes.

Pero curiosamente, Jesús no los detiene. No les dice ¡Hey, que no me han entendido! Al final, al final no es que se van a comer mi carne y beber mi sangre, es una imagen, una figura, es una metáfora. Jesús no los detiene. ¿Qué está pasando? Tan lejos llega Jesús en esta actitud suya de poner muy claro que es su cuerpo el que comeremos y su sangre la que beberemos, que les dice a los discípulos:

¿También ustedes quieren irse, también quieren marcharse?”. 

¿Jesús, estás dispuesto a que tus propios apóstoles te dejen por dejarnos claro qué es la Eucaristía? ¿Entiendes el punto al que voy? La Eucaristía no es ninguna metáfora. No es ninguna imagen, ni una idea bonita que le pareció a Jesús. En la explicación del Pan de vida, Jesús pone en juego todo lo que ha conseguido hasta ese momento. Que los que creen en Él, muchos dejarán de creer; que los que le siguen dejaron de seguirle.

ÉL MISMO ESTÁ PRESENTE

¿Señor, es demasiado importante la Eucaristía para Ti entonces? La respuesta es sí. Porque está en juego todo su amor. Está presente Él mismo en la Eucaristía y no quiere y no está dispuesto a que lo tomemos como simple pan.

Yo te pregunto y me pregunto a mí también ¿Qué tan en serio nos tomamos la Eucaristía? La verdad es que tú y yo podemos decir, bueno, Jesús, nosotros no te tomamos a juego, para nosotros no es ningún juego. Tranquilo, yo estoy seguro que Jesús lo sabe, que tú y yo no lo tomamos a juego, es muy importante para nosotros.

Pero todavía nos queda mucho. Hay que reconocer que nos queda mucho para valorar con toda profundidad lo que significa la Santísima Eucaristía. No sintonizamos todavía suficiente Jesús con tu corazón para darnos cuenta la importancia que tiene para ti estar con nosotros en el sagrario. De ofrecerte a nosotros como alimento en la Santa Misa.

¿ CREES QUE ESTÁ AHÍ? ¡DEMUÉSTRALO!

No lo hemos entendido, no lo entenderemos jamás. Pero sí que podemos valorarlo, Señor  ¡Ayúdanos, ayúdame! Que despierte yo al descubrir un sagrario (Esto le gustaba hacer mucho a san Josemaría, asaltar sagrarios). Que haya un sobresalto, Señor, en mi corazón cuando vea a lo lejos, por las calles o en las ciudades, una iglesia, una cúpula de alguna iglesia, seguro que está ahí Jesús.

Un oratorio nuevo; de repente me fijo en las cosas artísticas, el retablo, las imágenes, los cuadros, que son valiosos muchos de ellos. Pero Jesús está ahí ¿Te lo crees? ¡Claro que me lo creo! Demuéstralo. Eso quizá nos puede hacer reaccionar. ¿Te crees que Jesús está en la Eucaristía? Demuéstralo.

Haz una genuflexión profunda, pausada. Habla con Él, dile algo. No estés calentando banca en el oratorio o en la iglesia, habla con Él. ¿Crees que está ahí? Vete a contarle lo que te preocupa, lo que te alegra. Cuéntale cosas, acompáñalo, de repente no le dices nada, pero estate ahí con él. Visítalo. Dile que crees en Él. Así como no creyeron los oyentes del evangelio de hoy, pues tú, sí.

Y terminemos con esas palabras de san Pedro:

“ ¿También ustedes quieren irse?  Simón Pedro contestó: Señor, ¿a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios”.

Pidamos a nuestra Madre Santísima que nos ayude a no dejar nunca a Jesús. Pero sobre todo, que valoremos con más profundidad el tesoro inagotable de su presencia en la Eucaristía.

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