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NO BASTA CON CUMPLIR

Los fariseos exigían el cumplimiento estricto de la ley y ellos no iban por delante con el ejemplo. Tenían el corazón lejos de Dios, solo se preocupaban de las apariencias. Por eso el Señor dice que son como sepulcros blanqueados. Nuestra conducta no debe quedarse en un mero cumplimiento de unas obligaciones. Tenemos que amar de verdad con un corazón sencillo que esté lleno de comprensión y perdón. Solo así conseguiremos que las personas cambien para el bien. Jesucristo nos enseñó a querer a los demás con misericordia y compasión. Si lo hacemos así podremos ser corredentores. Salvar a muchos.

RECONCILIACIÓN

Queridos hermanos, miren todo lo que nos dice el Evangelio de hoy.

«Si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. 

Todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano, será procesado.

Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda, y vete primero a reconciliarte con tu hermano». 

Son tres enseñanzas muy claras y precisas para los tiempos que estamos viviendo. 

El primer versículo nos habla de la justicia. Y nos dice el Señor que, no debe ser como la de los escribas y fariseos. 

¿Y cómo es la justicia de los escribas y fariseos? Era una justicia falsa. 

Ellos constantemente decían lo que se debía hacer, pero ellos no lo hacían, no eran ejemplo, no vivían lo que predicaban. Eran hipócritas. 

Señalaban con vehemencia y severidad el cumplimiento de la Ley para tener a la gente sometida. Ellos querían que los demás les sirvieran. 

Les veneraban como los grandes doctores, los que velaban por el cumplimiento de la Ley. Los que se preocupaban por la buena conducta de las personas y ellos se sentían superiores a los demás y exigían el cumplimiento estricto de la Ley. 

Y si no cumplían, les caía el peso de la Ley, la condena. Es por eso que el Señor censuraba a los fariseos. Decía que eran

«sepulcros blanqueados»,

por fuera bonito y por dentro podredumbre. Y les decía a los discípulos que

«No hagan como los fariseos…». 

LA PAJA EN EL OJO AJENO

Estamos en una época donde abundan los fariseos. Gente que exige que los demás cumplan, que señala la paja en el ojo ajeno y arma escándalo. Gente que se cree blindada. 

Que a ellos nadie los puede acusar, no los puede tocar y que tampoco los pueden censurar, porque viven de acuerdo con la Ley. ¡Piensan que eso basta!

Gente que piensa que el cumplimiento de la Ley es lo suficiente. Y sin embargo, la gente que no cumple debería ser castigada. 

Y no les importa hundir el honor de las personas. Y condenan, simplemente condenan. 

Hay gente que hace todo lo contrario a lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo, quien vino para acercarse a los pecadores y ayudarles a luchar contra el pecado. 

Cristo nos enseñó a amar perdonando, a ser misericordiosos, para que podamos entender en qué consiste la justicia. 

Si no está el perdón presente, la misericordia presente, la justicia puede ser ‘injusticia’. 

La justicia sin la caridad, sin el amor, es injusticia. La justicia es una virtud que expresa la constante voluntad de darle a cada uno lo suyo. Y es una virtud que fomenta otras virtudes como la generosidad, por ejemplo. 

NO DEJARSE LLEVAR POR LA CÓLERA

Es buscar lo mejor para los demás, el querer, el progreso y el desarrollo de las personas y de las sociedades. 

No vive la justicia el que predica solo con la boca las injusticias humanas. Es que hay gente que vive incluso de eso, censurando, condenando. 

Tampoco la vive, el que vive de los pobres y no hace nada para sacarlos de su indigencia… y solo critica y reniega. 

No vive la justicia el que habla con el hígado y entonces insulta, denigra, condena; y a veces se nota el odio en sus expresiones con calificaciones de desaprobación. 

Y el Evangelio de hoy nos dice también que,

«El que se deja llevar por la cólera contra su hermano será procesado». 

Podemos decir que, no vive la justicia el que vive con la ira, que es un pecado capital que genera maltrato y violencia. 

La persona airada no controla su conducta, lanza improperios, atropella, genera escándalos y termina pensando que las cosas se resuelven con la violencia, con la guerra declarada y la eliminación de las personas. 

Y esto vemos hoy en la sociedad, cantidad de guerras que hay por allí. ¿Cuánta gente muere? ¿Cuánta gente sufre? 

cumplir

EL RESENTIMIENTO

Lógicamente, hay situaciones que producen indignación. Cuando hay una falta de prudencia y se produce, por ejemplo, un grave accidente con pérdidas de vidas.

O situaciones habituales de delincuencia y la existencia de organizaciones criminales, que efectivamente hay que eliminarlas de la sociedad. Como el terrorismo, por ejemplo. 

Y eso supone, mejorar a las personas. Hay que mejorar a las personas para que no ocurran esas cosas. 

¿Y cómo se mejoran las personas? Con la educación. Hay que apostar por la educación. 

Y todo eso se puede y se debe hacer sin ira. Las situaciones de violencia no se resuelven con la violencia. Lo estamos viendo en el mundo. 

Cuando hay ira, se maltrata, surgen resentimientos. Y esos resentimientos persisten en el tiempo. A veces pasan años y las personas siguen dolidas, siguen resentidas. 

Luego se prende nuevamente la chispa, porque esos corazones no han perdonado. Estas situaciones son dolorosas, lógicamente. 

Y cuando suceden en las familias, cuando hay rivalidades, odios entre los hermanos, no debería haber nunca esas cosas. 

En la familia todos deben quererse, todos debemos querer a nuestros familiares. 

SABER AMAR

Por eso el Señor nos dice en el Evangelio de hoy:

«Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí mismo tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con tu hermano». 

El Señor quiere que vivamos en paz en todos los ámbitos, en el hogar, en el trabajo, en la sociedad, en el país, en el mundo. 

Hay que llevar la paz en nuestros corazones. Cristo le pide a los apóstoles que siembren la paz por todas partes. 

Y Cristo viene a resolver los problemas del mundo. Él nos viene a liberar de los problemas del pecado. Y nos da una fórmula, nos dice:

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu fuerza, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo». 

Ese es el resumen. Y eso es algo que nunca falla cuando se sabe amar. ¡Nunca falla, y cuánto bien se hace! ¿Cuántas conversiones vienen? ¿Cuántas personas se acercan a Dios? 

La caridad siempre se puede vivir. Los problemas de las relaciones humanas siempre se pueden solucionar.

Y la solución está en el perdón, en saber perdonar, en no guardar resentimientos, en saber pasar la página… 

Y el perdón no llega con razonamientos, con una especie de ley de oferta y demanda. Llega con la fe en la gracia de Dios. 

QUE SEPA PERDONAR

Y al Señor le debemos pedir ‘Señor, dame tu gracia, para que yo pueda perdonar, para que yo pueda amar, para que yo pueda querer mejor a las demás, para que no haga acepción de personas, para que sepa querer a todos’. 

Y es el Señor el que nos da esa virtud, una virtud infusa para quererlo a Él y querer al prójimo. 

Pero a veces nuestro amor propio es el que no nos deja querer. Y el amor propio suele estar infectado de egoísmo, que es la causa de que nos vaya mal, de que nos alejemos de Dios y del prójimo. 

Cuando pensamos en nosotros, en nuestros derechos, nos sentimos resentidos. 

O pensamos que, la libertad es hacer lo que me da la gana, y manejo las cosas como yo quiero, sin tener en cuenta la ley de Dios. Sin tener en cuenta que hay un prójimo que tenemos que servir y que tenemos que ayudar. 

Todos necesitamos de Dios y necesitamos de los demás. Nos necesitamos y necesitamos también de la ayuda. 

Y el Señor nos ha puesto el ángel de la guarda para que nos cuide. Necesitamos del ángel, necesitamos de la Virgen María, nuestra Madre. 

Por algo Jesucristo nos la entregó, para que nos cuide y nos haga ir por el camino correcto, por el buen camino.


Citas Utilizadas

Ez 18, 21-28

Sal 129

Mt 5, 20-26

Reflexiones

Señor, dame tu gracia, para que yo pueda perdonar, para que yo pueda amar, para que yo pueda querer mejor a las demás.

 

Predicado por:

P. Manuel

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