Hoy, el Evangelio nos trae unas palabras del Señor a la gente, que decía:
““Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama. Lo pone en el candelero para que los que entren tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público”.
A ver si me escuchan bien: “Al que tiene se le dará; al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener””
(Lc 8, 16-18).
En esta parábola, el Señor nos enseña varias cosas, una es que la doctrina de Cristo no puede quedar escondida, sino que conviene que sea predicada al mundo entero, como lo hicieron los primeros cristianos.
LA BUENA NUEVA
Empezando por los apóstoles que se lanzaron a todo el mundo conocido a predicar las enseñanzas, la buena nueva, la salvación que el Señor vino a traer al mundo.
Esto mismo nos lo dice el Señor en varios pasajes del Evangelio. En san Mateo, leemos que:
“Lo que han escuchado al oído, pregonarlo desde los terrados”
(Mt 10-27)
y ese mandato final:
“Ir al mundo entero y predicad el Evangelio”
(Mc 16-15)
Que hace el Señor a los apóstoles. Trata sobre lo mismo, la otra enseñanza también que se puede sacar de esta parábola es que: el Reino de Cristo, penetra con fuerza en todos los corazones.
Que, al final de la historia, cuando venga de nuevo Jesús, no quedará una sola acción del hombre; hecha en favor o hecha en contra de Cristo, que no pase a ser pública y manifiesta.
“Nada hay oculto que no llegue a descubrirse; nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público”.
A todos los cristianos, a todos los católicos, nos compete ese de deber de hacer cuanto esté en nuestras manos, en nuestras posibilidades, para que Cristo reine, efectivamente, en nuestra sociedad. Comenzando por nuestra familia, los conocidos, parientes, en el lugar de nuestro trabajo…
SER CANDELERO
Y esas ansias -ansias santas- se manifiestan también procurando, a través de nuestro trabajo, ser ese candelero para que brille la Luz de Cristo en los demás.
Ese encuentro personal con Cristo que ilumina nuestra vida, que la sigue iluminando con una nueva luz, es lo que nos distingue o lo que distingue a la Iglesia, por esa fe en Jesucristo que es la Luz del mundo.
Una Luz que no podemos guardar debajo, taparla… pues tiene como misión compartirla con todos y eso es lo que nos conduce a esa Luz, a ese buen camino y nos compromete a ser testigos de Jesucristo, misioneros, salir a las periferias como dice el santo Padre Francisco.
PERIFERIAS EXISTENCIALES
También a las periferias existenciales, a los demás y que, con ese nuevo modo que nos proporciona de ver el mundo, de ver a las personas, nos hacen siempre penetrar más profundamente en el misterio de la fe.
Que no es solo acoger o ratificar con la inteligencia un conjunto de enunciados teóricos, sino asimilar una experiencia, vivir una verdad, es la sal y la luz de toda la realidad.
“Al que tiene se le dará y al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener”.
Son unas palabras puestas por los evangelistas en la boca del Señor, que abundan en diversas partes de los textos evangélicos.
La parábola de las minas mencionada por el mismo san Lucas, unos capítulos más adelante, la parábola de los talentos.
AL QUE TIENE SE LE DARÁ
Una frase que, a primera vista, nos puede parecer como una falta de equidad o una falta contra la justicia, ¿Cómo que al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener; lo poco que tiene?
No es así, lo dice el Señor:
“El más justo entre los justos”
y aquí lo que el Señor nos quiere decir es que nos tiene que doler un poco esos cristianos (que pudiéramos ser nosotros) que podrían dar más y no se deciden a dar más.
Que podrían entregarse del todo viviendo todas las consecuencias de su vocación de hijos de Dios, pero se resisten a ser generosos.
BRILLAR ANTE LOS HOMBRES
Eso nos tiene que doler y si nos pasa a nosotros, más todavía, porque la gracia de la fe -como dice la parábola-
“No se nos ha dado para que esté oculta, sino para que brille ante los hombres”.
Y no por nuestros propios méritos, ni mucho menos, sino porque somos instrumentos en las manos del Señor.
Esa Luz nos viene de Él, siempre es una Luz -digamos así- prestada. No es una luz propia.
Correspondencia, en definitiva, a tantas gracias que Dios nos da, “que Tú Señor me das. Unas conocidas, otras que a veces ni me entero”.
SER GENEROSOS
Por lo tanto, no ser mezquinos a la hora de la lucha por adquirir, sobre todo, esas virtudes que sabemos que nos hacen falta, que adolecemos para imitar esa santísima humanidad de nuestro Señor Jesucristo.
No ser mezquinos, ser generosos también, para que esas exigencias de la vida cristiana no se atenúen, no disminuyan con el paso del tiempo, ni por las diversas circunstancias, adversas o no, por lo que nos podemos encontrar a lo largo de nuestra vida.
Al mismo tiempo, comenzar y recomenzar las veces que haga falta, sin desanimarse, con optimismo, sabiendo que somos hijos de Dios. Que Dios es el mejor de los Padres, que siempre nos atiende, que siempre está con los brazos abiertos.
NO DESANIMARNOS
Más bien, confiar siempre en esa Misericordia Divina. Eso es lo que el Señor quiere, espera y desea de ti y de mí. Nos da todas las ayudas que hagan falta, solo hace falta que tú y yo nos decidamos a ser mejores, a corresponder, a ser generosos, a pagar con amor tanto amor de Dios, que el Señor nos ha dado.
Ya con el solo hecho de llamarnos a la existencia, teniendo conciencia de eso: Dios nos llamó a la existencia, nos dio el ser, además un ser inmortal.
Estamos hechos en el tiempo, pero estamos hechos para la eternidad.
Ya eso es un acto de amor de Dios, por el solo hecho del ser que nos dio. Es para corresponder también generosamente con todo nuestro ser a esas exigencias Divinas.
Se lo pedimos también a nuestra Madre, santa María, que nos ayude a convertir en propósitos concretos adquirir esas virtudes que queremos y deseamos para parecernos más al Señor.