ESTHER
En estos días de gracia que estamos recorriendo, este tiempo de conversión de la Cuaresma, la liturgia nos presenta unas lecturas que van muy relacionadas. La primera y la segunda en general con algún tema común y es el caso de hoy, en el que vemos la historia de la reina Esther, que se encuentra en una situación casi desesperada.
Porque resulta que uno de los servidores más cercanos al rey, ha conseguido que se hiciera un edicto para, nada menos que, exterminar a los judíos en todo el imperio y quedarse con sus bienes. Y ella, que es la reina, le piden que interceda, que haga algo. Y tiene miedo, del gran peligro y todo lo que depende de ella.
¿Qué hace? Antes que nada, lo que hace es rezar, se dirige a Dios, hace rezar a otros, pide sacrificios, se postra en tierra con sus doncellas de la mañana a la tarde y reza a Dios:
“-Bendito eres Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Ven en mi ayuda, pues me encuentro sola y no tengo otro socorro fuera de TI, Señor…”
(Est 4, 17q).
“Yo he escuchado en los libros de mis antepasados que Tú ibas siempre, que Tu ayudabas siempre a los que cumplían tu voluntad…” Y así va, como dando argumentos, pidiéndole al Señor que interceda, que haga algo en favor de su pueblo.
PEDIR AL PADRE
“Bueno, ese es el mensaje también que recibimos de Ti, Señor, en el Evangelio. Nos invitas explícitamente a rezar, a insistir en la oración, a pedir al Padre:
“Pidan y recibirán, llamen y se les abrirá…”
(Mt 7, 7).
Y nos das, incluso, como si necesitáramos argumentos para que insistamos en la oración:
“Sí ustedes siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cómo cuando le pidan algo a su Padre, Dios, no se los va a conceder?”
(Mt 7, 11).”
Podemos hoy pensar en cómo es nuestra oración. Si es nuestra reacción ante las necesidades, la de acudir con confianza a Dios; quizá en situaciones un poco difíciles y extremas o también en el día a día.
Ante una situación difícil, a veces, para rezar, uno tiene que reconocer primero su indigencia, su necesidad. Alguien que cuenta sólo con sus fuerzas, no acude a Dios, dice: – ¡ya, me arreglo! Pondré los medios y este tema lo soluciono yo.
Otro podría, en cambio, reconocer que hay cosas que lo superan y simplemente resignarse: -Así es la vida. ¿Qué vamos a hacer ante este evento, ante esta enfermedad, esta desgracia, esto que pasó…? No hay nada que hacer. Así es la vida, me resigno…
O uno, podría reconocer su necesidad y acudir a Dios. Confiar en que Dios puede actuar. Y eso es lo que las lecturas de hoy nos invitan. Primero que nada, reconocer que somos necesitados, que no somos autosuficientes. Y, en segundo lugar, tener esa confianza en Dios, de que El actúa en la historia; de que vale la pena rezar y que el Señor quiere que le pidamos.
REZAR Y CONFIAR EN DIOS…
Y si hoy, como fruto de estas lecturas, de estos 10 minutos con Jesús que estamos haciendo, sube al cielo, por parte de nosotros -que somos muchos y estamos rezando en distintas partes del mundo- ¿y si sube al cielo una súplica más confiada? ¿Si hoy crecemos un poquito más en ser rezadores, en confiar en Dios? Pienso que sería un gran fruto. Un gran fruto en estos días de conversión.
La reina Esther que, claramente si uno lee ese libro del Antiguo Testamento, se ve que tenía una misión y que providencialmente llegó hasta ese puesto. Ya que habían sido deportados de Jerusalén a Babilonia y después la reina que estaba desagradó al rey y por eso busco otra y termina siendo Esther.
Que le cae encima este peso de interceder por su pueblo; reza, hace rezar y efectivamente consigue desarmar toda esa trama que había en contra de los judíos. Cumplió su misión: rezo, confío en Dios, hizo rezar… ¡Y recibes!
“Lo que vos decís, Jesús, en el Evangelio: pidan y recibirán…”. Reconozcamos nuestra necesidad y acudamos a Dios.
Podemos, ahora, en nuestra oración, Jesús, preguntar: Jesús, ¿cuántas peticiones mías te llegan? ¿Cuánto yo confío en vos? ¿Acudo a vos? ¿Por qué cosas te estoy pidiendo actualmente? ¿Con qué confianza?
NINGUNA ORACIÓN SE PIERDE
Hoy veía un vídeo que me llegó de Polonia, en el centro de Cracovia, pienso que era un montón de gente rezando en la calle, en el frío ahí, de rodillas. Pienso que estaban rezando el Rosario, lógicamente en polaco, creo que era del Ave María, uno tras otro, pidiendo por la paz.
Ellos que están acogiendo de manera tan solidaria a los refugiados que llegan de la guerra, que están perdiendo su hogar invadido. Y seguramente, rezando por la paz, por los ucranianos.
¿Que cambiará eso? Y nuestra fe nos dice que ninguna oración se pierde. Que todas las oraciones son escuchadas. “Qué vos, Señor, tenes en cuenta, esa fe nuestra, esa humildad, esa confianza en vos”.
Por eso hay que rezar y el Señor nos dice que recemos. Se puede demostrar el efecto de la oración. Y a veces sí, muchos de nosotros tendremos nuestra experiencia de oraciones que han sido escuchadas, aunque por ahí no lo podemos demostrar, tenemos esa convicción profunda de que el Señor salió en nuestro auxilio.
Pero muchas veces no se puede demostrar, salvo que sean esos milagros que se usan en las causas de canonización, que ha habido una curación inexplicable para la ciencia y que se atribuye a la intercesión de un santo.
Muchas veces no se puede demostrar también, porque el Señor quiere que nos movamos por fe, no como una cuestión de un negocio, que hago algo para recibir algo; sino en el fondo, un fruto de la oración es que siempre nos acerquemos más al Señor, que aceptemos su voluntad, que amemos su voluntad, que confiemos en Él. Por eso hay que rezar.
EL MUNDO NECESITA NUESTRA ORACIÓN
El mundo necesita mucha oración y nuestra fe crece ahí. Y la actuación de Dios en el mundo también aumenta a través de esa oración.Vamos a pedirle a nuestra Madre…
Cómo rezaría la Virgen en los comienzos de la Iglesia, por cada uno de los apóstoles, por los discípulos, por tanta gente. Y cómo sigue intercediendo ante Dios.
Muchas veces nuestras oraciones, a través de María. Acudimos a ella por tantas intenciones que tenemos en el corazón.
Vamos a pedirle ahora Madre nuestra, que nos reconozcamos, así como somos: débiles, que tenemos tantas necesidades, no sólo personales, también del mundo, la paz de la Iglesia, de personas que sufren. Y que se eleve nuestra oración con constancia, con confianza y que nos una más a tu Hijo, que nos una más al Padre y que sea el instrumento para que Dios actúe en este mundo.