Los españoles tienen una expresión que nosotros no tenemos, al menos acá en Argentina no, que dice: “¿De qué vas?”; o muchas veces dicen “¿De qué vas, tío?” Y esa expresión, por lo que yo entiendo, quiere decir -en Argentina se diría más o menos: “¿Y vos quién sos?” o “¿vos qué te crees?”, así un poco para pararle el carro a alguien. Pero, en la original que les decía primero, es como: “¿de qué bases, qué rol tenés, qué papel jugas; quién sos vos, sos el dueño de la pelota -en un partido de fútbol podrían decir los chicos, ¿no?- o sos el juez? ¿Cuál es tu papel?” Por el que muchas veces se dice: “¿De qué vas?” para decir: “¿Por qué te pones por encima? ¿por qué tenés esa actitud?”.
Y quería empezar con esto porque, cuando leía el Evangelio que hoy nos propone la Iglesia, le fueron a preguntar a Jesús por qué sus discípulos no ayunaban -recién me daba gracia la versión que leía, porque dice que se dedican a comer y a beber-, mientras que los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista ayunan. Y el Señor les contesta, “les decis Vos Jesús, que los invitados no pueden ayunar mientras están con el esposo; después el esposo les será arrebatado y ayunarán” (Lc 5, 35), refiriéndose a la fiesta, la despedida de soltero qué harían en la que se festejaba antes de que el amigo dejara de estar con los muchachos, podríamos decir, y ya se casara, y era una despedida.
Pero lo que pensaba es cómo el Señor nos enseña a estar de una manera, en cualquier circunstancia, de una manera acorde a nuestra condición de hijos de Dios: tanto a la hora de la fiesta, como a la hora de la penitencia o del luto. Me acordaba también, hay una canción de folklore argentino, así en tono graciosa, que va contando cómo un borracho se asomó a una casa, vió luces, vió mucha gente, había velas encendidas, había unos músicos y atinó a decir: “Que los cumplas muy felices” -y resulta que era un velorio, no era un cumpleaños, o sea que estuvo bastante desubicada su intervención.
Bueno, uno puede estar ubicado en una situación de un velorio, acompañando a las personas, a los allegados al difunto, en una fiesta festejar, pero también podemos estar como acorde con nuestra condición de hijos de Dios.
Y por eso les decía de esta expresión, podemos preguntarnos: ¿Yo de qué voy? Ahora que me toca trabajar, o cuando voy por la calle, o cuando voy a comer, ¿voy a comer no más o voy a compartir un rato con los demás, quizá interesarme, hacer que la pasen bien? O si voy a trabajar, ¿voy a ofrecerle eso al Señor, buscar Su gloria? O si voy por la calle, quizá me sale también una jaculatoria, darle gracias al Señor porque es un lindo día, o porque puedo salir -ahora que tantos hemos estado encerrados- o le pido perdón por una cosa que veo que le ofende al Señor… ¿De qué vamos? ¿Vamos de hijos de Dios? Ojalá que sí, porque eso es lo que nos enseña Jesús: que en todo momento vayamos como hijos de Dios.
Y la otra pregunta que nos podemos hacer, que también me inspiraba un poco este Evangelio, es: ¿Con quién voy? Dice Jesús que el esposo les será arrebatado. “Qué lindo, Jesús, que compares tu paso por la tierra, esos tres años que pudieron compartir los apóstoles con Vos, con un banquete, con una fiesta. Ahora no están para ayunar, ahora están para pasarla bien porque estoy Yo con ellos”.
Después les será arrebatado, y tuvieron su momento de dolor, de Cruz, de luto ¿no?, los apóstoles, cuando el Señor va a su Pasión… Pero también se quedó, y se quedó en la Eucaristía, y se queda en nuestra alma en gracia, y está Dios en todas partes.
Por eso también, ¡qué bueno que nosotros no vayamos solos! Qué bueno que que compartamos con Jesús. “Ahora, Señor, queremos compartir este rato con Vos, hablarte, escucharte, a ver si me inspiras algo para mi día o algo que me pueda acercar a Vos”. Buenísimo.
Pero también, antes de empezar a trabajar, al ir en auto, al estar por ahí, también está Jesús. Y uno puede estar solo -a veces cuando estamos solos en nuestra cabeza, estamos metidos en monólogos, hablando uno consigo mismo, resolviendo; a veces lamentablemente estamos poniéndonos demasiado en el centro, de manera susceptible: me dijeron o no me dijeron; esto me cuesta o no me cuesta; tengo ganas, no tengo ganas; me gustaría, no me gustaría… Y eso, para alguien que tiene fe, y pudiendo estar hablando con Jesús, pudiendo compartirle a Dios Padre nuestras cosas: “Ayúdame en esto; vamos a hacer esto juntos; te ofrezco esto, Señor”… decirle una jaculatoria, contarle algo.
¿Con quién vamos? Podemos ir con Jesús, que efectivamente a los apóstoles les fue arrebatado. Pero después, lo tenían. Tanto lo tenían que, “San Pablo, aunque no había convivido con Vos, Señor -no era uno de los doce que elegiste-, sin embargo, él puede decir: No soy yo el que vive, vive Cristo en mí”. Cristo vive en mí, está Jesús. Y tal conciencia tenía de eso, que puede hacer esta afirmación tan fuerte: Cristo vive en mí.
Y quizá Jesús es un poco, en nuestra vida -o Dios, su presencia- como un regalo que está ahí para ser estrenado, ¿no? “Te podría hablar mucho más, podría estar mucho menos sólo, podría ser mi día a día, mi vida, mucho más rica, si acudo a tu amistad”.
También, si vamos por la vida como hijos de Dios. ¿De qué vas? -Voy de hijo de Dios, y ahora voy de alguien que quiere hacer bien su trabajo y se lo entrega al Señor para Su gloria. ¿Y con quién voy? -No voy solo. Voy con Jesús. “Jesús vamos juntos, a este lugar, a hacer esto, lo otro”.
Qué rica puede llegar a ser, nuestra vida interior, nuestro trato con el Señor en el día a día, sin necesidad de estar todo el día en una iglesia o frente al Sagrario, que ahora quizá ni siquiera podemos acercarnos por la cuarentena, la pandemia esta.
Vamos a terminar pidiéndole a nuestra Madre, Ella que iba de esclava del Señor -así se sabía, la servidora del Señor– y estaba llena de Dios, hasta físicamente: “Te tuvo a Vos, Jesús, en la panza nueve meses y después siempre en Su corazón, porque es la primera discípula, la que te sigue más fielmente”. Que Ella nos ayude, también a nosotros, a estar llenos de Dios, a estar, en todo momento, como hijos de Dios.