Llama la atención, que el Señor que es toda bondad, que es toda misericordia, resulta que al menos en los Evangelios, aparecen muy pocas veces diciendo algo públicamente bien de otra persona, como un halago.
Uno de los poquísimos halagos públicos que Jesús hace a alguien, o que al menos quedan recogidos en los Evangelios, es el que dirige a Natanael, y que también narra san Juan, dice:
“He aquí un verdadero israelita, en quien no hay doblez.” (Jn 1,47)
Nos tiene que llamar la atención, porque si de los pocos halagos que aparecen públicos, uno es este; el que el Señor reconoce que aquel hombre, es de una sola pieza.
Resulta que nos hace concluir, con toda razón, que a Dios no le gustan las hipocresías.
Porque entre otras cosas, para Dios no tiene sentido alguno la hipocresía, porque Él todo lo ve. ¿A quién va a intentar engañar?
Dice directamente por boca del profeta Isaías:
«Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, mientras su corazón está lejos de mí.” (Is 29,31)
A Dios le duele que personas que deberían vivir con una fe sobrenatural, tan marcada, con una certeza de que Dios todo lo ve, pues deberían vivir también así; “de una sola pieza”.
CON LA INTENCIÓN DE AMAR
Está claro entonces, que Dios repudia esa ruptura que pueda haber entre la intención de la persona y lo que hace la persona.
En esta clave inicial, vamos a meditar el Evangelio que nos propone la Iglesia, para la Misa del día de hoy:
“Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa”. (Mc 9, 41)
Dar un vaso de agua a quien lo necesite es de por sí una cosa buenísima, algo que incluso es de sentido común, que el agua no se le niega a nadie.
Pero, además, hacerlo con la intención de amar a Dios, potencia la bondad de esa acción.
Por eso Jesús nos invita a cuidar especialmente las intenciones de lo que hacemos, porque nuestras acciones tantas veces deberían reflejar esa intención y que haya una unidad verdadera.
En el Evangelio de hoy dice:
“El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”. (Mc 9, 42)
Ciertamente, aquí el Señor se está refiriendo a un cristiano, que capaz no con la intención mala, resulta que se produce en su vida esa ruptura entre lo que intenta, lo que quiere y lo que hace.
NO BASTA CON SER BUENO
Hay que tener especial cuidado, esto se parece muchísimo a esa sentencia popular: “no basta con ‘ser bueno’ sino que hay que parecerlo.”
Es decir; conviene mucho que la intención y la acción vayan de la mano.
Aquí, cuando en el Evangelio se habla de la palabra escándalo, se refiere probablemente al sentido griego del término.
No es el sentido de escándalo de quien hace mucho ruido, sino escándalo que en el sentido griego se refiere a todo obstáculo o trampa en el camino, que pueda hacer tropezar.
Después, en el sentido segundo, se refiere a todo acto o conducta que haga caer a los demás en el mal.
En todo caso, a Dios lo que no le interesa, es que hagamos las cosas pensando en lo que pensarían los demás, sino preguntarnos constantemente:
¿Cómo puedo yo amar más a Dios con estas decisiones que estoy tomando habitualmente, por muy pequeñas que parezcan?
Y obviamente, ante los ojos correctos, la acción va a reflejar esa intención.
Hay un secreto para esto, para vivir asi, es el trato constante con Jesús, porque tratar muchísimo a Jesús, facilita que uno viva con esta actitud.
El cristiano que se decide amar a Dios con todas sus fuerzas, poco a poco va adquiriendo esa esa finura de alma, ese hábito de preguntarle con frecuencia a Dios en la oración:
¿Qué harías tú Jesús en mi lugar? ¿Cómo reaccionarías? ¿Qué responderías a esta persona? qué decidirías Tú en este asunto?
LA ÚNICA OPINIÓN QUE IMPORTA
Y esto para las cosas grandes, pero también para las cosas más pequeñas de cada día.
En el fondo, es vivir con esa tranquilidad y esa paz, de saber que el criterio último de toda mi vida, es saber que la única opinión que me importa; es la de Dios.
Sin forzar, por supuesto, a que Dios opine lo que yo quiero que opine.
Es tener esa libertad de alma, para poderle preguntar al Señor: ¿Señor qué opinas Tú? Porque tu opinión es la única que me importa.
Esa opinión del Dios que mira desde el Cielo, que se fija en todos los hombres, que desde su morada observa todos los habitantes de la tierra.
Porque, Él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones y asi la vida del cristiano se descomplica muchísimo.
Es curioso, pero la gente que no comparte nuestra fe, puede pensar que la vida del cristiano consiste en complicarse más la vida.
En hacer más cosas innecesarias, que las quería habitualmente falta para una persona común y corriente.
Pero en realidad, la vida se descomplica muchísimo cuando nos decidimos a vivir según este criterio último: ¡la única opinión que me importa es la de Dios!
Así, incluso las decisiones más radicales adquieren pleno sentido, como las que también nos propone el evangelio de hoy:
“Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la Vida, que ir con las dos manos a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida, que ser echado con los dos pies a la gehenna. Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego”. (Mc 9, 43-49)
MÁS CLARO IMPOSIBLE
Más claro imposible, lo que Dios nos propone para el día de hoy; nos propone decisiones radicales.
Vale la pena decir comentar que grandes santos como san Juan Crisóstomo, como san Beda el Venerable, sin reducir para nada la radicalidad de lo que el Señor no está proponiendo con este Evangelio de hoy.
Dicen que aquí, muy probablemente se hace referencia más bien a los amigos o las malas compañías que nos pueden inducir en el mal, porque son personas muy cercanas a nosotros.
Grandes santos como san Juan Crisóstomo y san Beda el Venerable, sin reducir la radicalidad de lo que Jesús nos propone, dicen que aquí se hace referencia a los amigos o las malas compañías que nos pueden inducir en el mal.
Se podrían comparar eso con la mano, con el ojo; tiene sentido porque previamente en este mismo Evangelio, Jesús venía hablando de evitar el peligro.
De inducir nosotros a los demás en el escándalo, en el mal con nuestra mala conducta.
Ahora, con estas expresiones de la mano, el ojo, los pies, parece advertirnos contra el otro modo también de caer, que es; que los demás nos hagan caer a nosotros.
Especialmente por aquellas personas cercanas, que puedan conducirnos hacia la ruina del pecado, con su palabra o con su conducta.
UNA MALA COMPAÑÍA
Por ejemplo, dice san Juan Crisóstomo:
“Aquí Dios no habla de nuestros miembros sino de los amigos íntimos, de los que nos servimos como de los miembros, no habiendo nada tan perjudicial como una mala compañía.”
O como nos dice san Beda el Venerable:
“Llama nuestra mano al amigo necesario, de quien nos valemos diariamente, pero si el tal quisiera dañar nuestro espíritu, deberemos excluirle de nuestra compañía, porque si queremos tener parte en esta vida con un ser perdido, juntamente con él pereceremos en la otra”
De nuevo, la única opinión que debería importarnos es la de Dios:
“que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.” (1 Tim 2,4).
Dios nos quiere de una pieza, sin sucumbir a la presión social, sin engañarnos con la mal llamada mentirilla blanca, sin condescender con los alfilerazos de la vanidad, a los argumentos de la soberbia.
OPORTUNIDAD DE AMAR
Dios, que es nuestro Padre, todo lo ve, y ¡su opinión es la única que importa! Este vivir según la opinión de Dios nunca ha de volverse una angustia ni una ocasión de escrúpulos.
Sabemos que tenemos un padre buenísimo que no nos pedirá nada que exceda nuestras posibilidades.
El panorama de la vida del cristiano es de quien en todo ve oportunidades de amar y de ofrecer a los que le rodean un modo positivo y optimista de afrontar las cosas.
Es precisamente con esta consideración con que termina el Evangelio de hoy:
“Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros”. (Mc 9, 50)
Nos encomendamos a nuestra Madre del Cielo, para que nos haga dignos de un halago como el de su Hijo a Nicodemo.
Con nuestras debilidades, luchando para reducir nuestras miserias, con nuestras equivocaciones, pero con un corazón tan enamorado, que sirva de amalgama, de unión a todo lo que somos, pensamos, hacemos y decimos.
¡Cristianos de una sola pieza, en quien no hay doblez! Porque el único criterio es: Amar a Dios sobre todas las cosas.
Excelente!!!; muy asequible y fácil de entender… Además ayuda a ubicarnos en la conección con Dios!! gracias!!¡
Excelente!!!; muy asequible y fácil de entender… Además ayuda a ubicarnos en la conección con Dios!! gracias!!¡