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DEJARSE AYUDAR

maestro

Hoy leemos en el evangelio de la misa este pasaje de san Lucas:

“En aquel tiempo, el Señor dijo: – ¡Hay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron…!” (Lc 11, 47).

Sigue más adelante:

“Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles y algunos los matarán y perseguirán…”

(Lc 11, 49).

Y sigue todavía diciendo más adelante:

“…Desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el santuario. ¡Ay de vosotros, los legistas que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entraréis vosotros y a los que están entrando se lo habéis impedido.”

(Lc 11, 51-52).

Bueno, es un evangelio que he leído sólo en una parte. Pero, hace referencia a esa actitud de no aceptar fácilmente a una persona que, Tu Señor, me envías para ayudarme.

Obviamente aquí estamos entre gente decente haciendo oración y entonces no se trata de asesinatos. A ninguno de nosotros se nos pasa por la cabeza matar a nadie, ¿no? Sin embargo, Tú, Señor, hablas de matar profetas y te remites al origen de la humanidad, donde Caín mató a Abel (esto sí pasó) literalmente. Había un fratricidio.

Pues, ¿por qué lo mató? Porque la ofrenda que ofreció Abel a Dios era mejor que la que ofrecía Caín, por qué Caín no había sido ni tan responsable ni tan generoso como Abel. Entonces le incomodó esa puesta en evidencia, no de que había sido mejor en su persona y en sus hechos Abel que Caín.

Y se deshizo de la persona que le recordaba que podía ser mejor. Tú, Caín, puedes mejorar en este aspecto, en este otro… Puedes tener más generosidad, más responsabilidad… Entonces, Tú, Señor, te remites -como digo- al origen de la humanidad.

JESÚS, TÚ ERES NUESTRO MODELO

Ahora, 19 de octubre de 2023, a los que estamos aquí presentes, nos quieres también mandar un mensaje. Y es que podemos interiormente desautorizar, cancelar, incluso rechazar a una persona que Tú nos envías para que nos ayude, nos corrija, nos aconseje, nos sugiere… Esto es muy propio de la adolescencia ¿no?

El adolescente con facilidad puede sentir rechazo, por su papá que no le da permiso, por su mamá que le corrige. A todos nos ha pasado, es parte de esa etapa de la vida. Pero, si Tú eres nuestro modelo, Jesús, como lo eres, en realidad, aún en la adolescencia también tendremos la oportunidad de preguntarnos: ¿Qué harías Tú, Jesús, en esta circunstancia?

Rechazarías con palabras feas, con miradas feas a tu papá, a tu mamá que te está ayudando, que te está sugiriendo, que te está aconsejando o lo escucharías con agradecimiento, procurando luchar en tu interior, para que no te gane el temperamento.

Bueno, dejemos la adolescencia con ese ejemplo que eres Tú, Señor, cuando fuiste adolescente.

Vayamos a la vida de todos, sea cual sea nuestra edad. ¿Cómo actuamos ante alguien que nos llama la atención o que nos corrige o que nos aconseja? Podemos efectivamente cancelarlo, como digo mentalmente diciendo no me entiende… el pensando, pero tú también lo haces.

Y él pensando, buscando, simplemente poder decir, lo he corregido. Entonces, viene y me dice algo que me molesta. Efectivamente, puede ser que incluso no tenga razón, la persona que nos está hablando en ese momento. Sin embargo, el hecho de que se haya dado el tiempo, que lo haya pensado, que, probablemente incluso, lo haya rezado y que busque la ocasión y me diga: -Yo creo que esto lo puedes mejorar… Eso es ejemplar y eso, me parece, que es de agradecer ¿no?

MATAR EL PROFETA

Pero, tendemos a seguir practicando este “matar el profeta”, mentalmente. Pero, puede también pasarnos que lo matemos verbalmente. Porque uno comente desautorizando lo que le han dicho para mejorar.

Entonces lo haga, rajando -como decimos aquí- murmurando, descalificando, desautorizando. Y entonces, uno con sus amigos, puede, efectivamente, hacer un ejercicio de matar al profeta también con sus palabras, diciendo mi versión, explicando los defectos de ese de esa persona, lo mal -que creo- que le caigo, lo que exagera, lo poco que me entiende, ¿no?

Y, bueno, efectivamente, esa persona ya no solo está cancelada en mi cabeza. Si no, que grupalmente puede perder su autoridad, puede perder parte de su prestigio, acabar con mala imagen, en un contexto de unas personas que quizás también podrían haberlo tenido como un consejero y una ayuda.

En el evangelio, Tu Señor, has dicho que:

“a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas”

(LC 11, 50).

Nosotros podemos pensar que para dar cuenta nosotros de nuestros actos, de nuestros pensamientos y nuestras palabras todavía tenemos tiempo, porque nos consideramos con salud. O sea que, en el fondo, no me voy a morir mañana y Tú Señor, no me vas a juzgar eso mañana mismo, sino, falta mucho.

Entonces, como que no me lo tomo tan en serio.

“A esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas”

(Lc 11, 50).

Vamos a examinarnos, hermanos míos: ¿Cómo yo trato a las personas que me quieren ayudar? ¿Cómo yo las acojo? Cómo yo veo que, de alguna manera, Dios actúa a través de esas personas y me pueden de verdad ayudar mucho, si me dejo.

Vamos a pedirle a nuestra madre, la Virgen Santísima, que nos facilite acoger los consejeros, los buenos ejemplos, incluso las correcciones, para parecernos a ella en la humildad y para acoger las ayudas que Dios nos manda.

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