ESCUCHA LA MEDITACIÓN

El «Desencantamiento» y el Sepulcro Vacío.

Hemos sido testigos de la victoria de la vida sobre la muerte, de la esperanza sobre el «desencantamiento». ¡Cristo ha resucitado! Y esta resurrección no es un evento del pasado, sino una fuerza viva que irrumpe en nuestro presente, en este mundo que a veces nos parece frío y desprovisto de lo trascendente.

Según Charles Taylor un rasgo definitorio de nuestra «era secular» es su «desencantamiento». En épocas pasadas de fe, la religión impregnaba la cultura pública, haciendo que la creencia en lo sobrenatural fuera tan natural como respirar. Sin embargo, esos días se han ido; la ciencia ha desvelado los misterios de la naturaleza, y la economía global y el consumismo desvían nuestra atención. 

En este mundo desencantado, la fe puede parecer casi imposible, llevando a algunos a buscar experiencias extraordinarias para encontrar a Dios. 

Pero,¿y si Dios se ocultara a plena vista, precisamente en este desencantamiento?

Esa es una lección importante de la muerte de Jesús que los cristianos conmemoran.

Al igual que las mujeres que se acercan al sepulcro, en un mundo donde la muerte parecía ser el final definitivo, nosotros también vivimos inmersos en una cultura que a menudo margina o ignora lo trascendente. El sepulcro vacío, en este contexto, se convierte en un signo aún más poderoso. 

En un mundo donde la lógica científica parece haberlo explicado todo, donde los milagros son relegados al ámbito de lo improbable, la ausencia del cuerpo de Jesús grita una verdad que va más allá de la comprensión puramente racional. Es la irrupción de lo divino en un mundo que se creía autosuficiente y «desencantado».

San Josemaría Escrivá

Nos enseñó con insistencia a encontrar a Dios en medio de las circunstancias ordinarias de la vida, en el trabajo, en la familia, en las relaciones sociales. Él mismo vivió momentos de gran dificultad y aparente «desencantamiento» humano, enfrentando incomprensiones y obstáculos. En una ocasión, cuando las cosas parecían particularmente difíciles y la desolación podía hacer mella en sus colaboradores, San Josemaría les decía con firmeza y profunda convicción: «No dejéis que se os caiga el alma. Esta obra no es nuestra, es de Dios. Y Dios no pierde batallas».

Esta actitud refleja una esperanza que no se basa en la ausencia de problemas, sino en la certeza de la presencia y el poder de Dios incluso en medio de un mundo que a veces parece haber perdido el sentido de lo trascendente. Para San Josemaría, la fe viva y la filiación divina eran la fuente de una esperanza inquebrantable, capaz de «reencantar» la realidad con la presencia amorosa de Dios.

En la frialdad de un sepulcro, símbolo de la muerte y la ausencia, resuena un anuncio que rompe con toda lógica «desencantada»:

Jeremy Desencantamiento

«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¡No está aquí, ha resucitado!».

Este no es un mero evento histórico; es la manifestación de una realidad que trasciende las leyes naturales, que subvierte la idea de un mundo puramente material y autónomo. La Resurrección nos revela que el «encantamiento» del amor divino, de la vida eterna, es más real y poderoso que cualquier «desencantamiento» humano.

Quizás no necesitamos buscar a Dios solo en experiencias extraordinarias o huyendo del mundo. La Resurrección nos muestra que Dios se revela precisamente en la aparente normalidad de nuestra existencia, en el amor entregado, en la justicia buscada, en la esperanza que persiste incluso en medio de la dificultad. Las mujeres y Pedro, al confrontarse con la tumba vacía, comienzan a comprender que Dios no se ha ido del mundo; simplemente se ha manifestado de una manera nueva y sorprendente.

Hemos sido testigos de la victoria de la vida sobre la muerte, de la esperanza sobre el «desencantamiento». ¡Cristo ha resucitado! Y esta resurrección no es un evento del pasado, sino una fuerza viva que irrumpe en nuestro presente, en este mundo que a veces nos parece frío y desprovisto de lo trascendente. 

¡No dejemos que se nos caiga el alma ante las dificultades! ¡Con la certeza de que nuestra vida, con sus luces y sus sombras, está en manos de Dios que no pierde batallas, reencantemos nuestro entorno con la alegría del Evangelio! 

¡Descubramos a Cristo vivo en cada rincón de nuestra existencia, en el trabajo bien hecho, en el cariño sincero, en la lucha por un mundo más justo! ¡Que la esperanza de la Resurrección sea la fuerza que impulse nuestras vidas, transformando el «desencantamiento» en asombro y la desesperanza en alegría! 

¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Y con su resurrección, nuestro mundo se llena de una nueva luz y una esperanza inquebrantable! 


Citas Utilizadas

(Lucas 24, 1-3)

Predicado por:

P. Juan Carlos

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?