«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. Un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas y al encontrar una de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró».
¿CÓMO ES MI AMOR?
Así es el Reino de los Cielos que nos propone la Liturgia el día de hoy en un texto de san Mateo. Jesús, predicando a la multitud, les habla del Reino de los Cielos, y les habla con muchas parábolas.
Hoy se recogen estas dos: ¿a qué se parece el Reino de los Cielos? A un tesoro escondido y a un negociante que se dedica a buscar perlas finas. En los dos casos se trata de cosas que se ven, que se valoran y luego se trabajan para conseguirlas.
Hay que vender todo lo que posee para comprar el campo. Hay que vender todo lo que tenía para comprar la perla. Siempre hay esa necesidad de vender, porque el amor es así, completo.
Es una cosa que nos podemos preguntarnos, ¿cómo es mi amor? ¿Qué estoy dispuesto a vender, a sacar de mí para llegar al Reino de los Cielos?
Y es que el amor se demuestra en los detalles, el amor, se demuestra en las cosas que estoy dispuesto a hacer, en las locuras, por así decir.
RING DEL AMOR
Cuentan que en una residencia de estudiantes universitarios la mayoría estudiaba de día, aunque también no faltaban esas aves nocturnas que tienen como vitalidad intelectual por la noche.
Más o menos a las diez y treinta de la noche, casi todos estaban ya dormidos. Pero un día comenzó un fenómeno súper extraño, misterioso y sistemático… Que muy puntualmente, a las once de la noche, sonaba el timbre del teléfono.
Estamos en la época en los que los teléfonos celulares no existían. Era el ring del teléfono, pero solo sonaba una vez y se callaba antes de que alguien alce el teléfono para contestar.
En ese momento, la mayoría ya estaban dormidos. Estaban ya intentando conciliar el sueño y cuando algunos, incluso lo habían logrado, se despertaban sobresaltados.
El fenómeno que empezó un día, se empezó a extender por semanas y después a lo largo de meses, y finalmente llegó a ser una realidad tolerada por todos los que vivían de modo inconsciente y somnoliento en esa residencia.
Pero llegó el momento en que alguien ya no pudo soportar y decidió iniciar una investigación para llegar a las fuentes de aquel rincón misterioso.
Se pusieron a investigar todos y llegaron a la conclusión de que el culpable era Martín, que era un chico que estudiaba medicina y que se quedaba siempre más tarde, era de los que le gustaban pernoctar y le se le abría la inteligencia por la noche.
PENSANDO EN TÍ
Pero este chico tenía una novia que vivía muy lejos, a más de mil kilómetros, y le llamaba por teléfono. Y en eso consistía el ring.
El llamado era hacer sonar el timbre una sola vez para inmediatamente cortar antes de que nadie lo contestara, evitando de ese modo abonar o pagar la llamada.
Pues a ella solo le interesaba ese nocturno y sonoro sistema decirle a su amado Martín: —En este momento estoy pensando en ti.
Y al escuchar el timbre, Martín también respondía. Le llamaba, pero para tampoco pagar solo le hacía otro ring e inmediatamente cortaba por las mismas motivaciones económicas.
A él también le interesaba exclusivamente cumplir con el afectuoso deber de decirle: —Recibí tu mensaje y yo también te estoy pensando, haciendo sonar el teléfono en su casa. Y así transcurrió la historia hasta que se descubrió.
Y si bien, no hace falta que contemos lo que hicieron con este Romeo y Julieta, porque claro, ya les forzaron a que dejen de hacer ese ring del amor.
LOS DETALLES DEL AMOR
Pues bien, este ring del amor nos recuerda que la humildad nos lleva a no despreciar nunca lo pequeño. Que el Reino de los Cielos se puede adquirir con cosas pequeñitas, pues todo lo pequeño puede ostentar la magnanimidad del amor que todo lo engrandece.
Ya que así como entre dos novios un ring hecho con amor, puede suceder con el trabajo nuestro, si nos esforzamos por acabarlo con perfección, si nos esforzamos por cuidar los detalles.
El Reino de los Cielos lo compraremos a base de cosas pequeñas, exaltadas. O sea, de no perder la paciencia en el trato con los demás, porque ya vamos atentos a eso o en tener lo que más nos cuesta, que es tal vez soportar algo que normalmente nos hace saltar.
O cosas en nuestro trabajo, terminarlo hasta el último, cumpliendo con nuestro deber de forma completa.
Bueno, esos son detalles de amor.
DETALLES QUE SE HACEN POR AMOR
Una costurera me decía el otro día que por cada botón que cosía rezaba un Avemaría pidiendo la liberación de un alma del Purgatorio. Por tanto, cada botón, podríamos decir también, era como un ring de amor.
Un encuadernador, al terminar su tarea que eleva el libro ofreciéndole al Cielo, y cada libro, por así decir, es un ring de amor. Es un momento de amor, es como comprar una perla.
Poco a poco, un estudiante, tras cada página de estudio, mira con afecto un crucifijo que ha puesto sobre su mesa de estudio y exclama: —Señor, tú sabes que te amo. Y por eso esa página de estudio también es un ring de amor.
Una madre de familia que hace empanadas y papas fritas, y las hace pidiéndole a Dios que con ellas les devuelva la sonrisa a su marido y a sus hijos, que vuelven cansados del trabajo y de la escuela. Pues eso también es un ring de amor.
Y así, así todo lo dicho surge que, hacer el trabajo con amor exige esmero. Primero ponerle ganas, pues no se puede santificar lo que no se ama.
Y PONERLES ESMERO
Y la santificación por medio del propio trabajo exige quererlo, amarlo, apasionarse, esmerarse en los detalles, vivir estas cosas. ¡Qué importante es meterle ganas! Porque aunque no nos termina de encantar, lo haremos con la presencia de Dios.
Así se recoge en el libro Camino, de san Josemaría en el punto 277:
“Me preguntas: ¿por qué esa Cruz de palo? —Y copio de una carta: “Al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz negra y vacía. Esta Cruz sin Crucificado es un símbolo.
Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella”.
Y esa mirada al crucifijo logra lo mismo. Y esa gana de hacer las cosas para ganarnos el Reino de los Cielos implica vender todas las cosas.
Implica hacernos de estos pequeños detalles de amor, este ring del amor, de terminar bien nuestro trabajo, de hacer las cosas ordinarias del día a día de la mejor forma posible, es ganarnos el Cielo, el Reino de los Cielos a través de los detalles diarios. ¡El ring del amor!
Piensa, ¿cuántas veces haces tú también? Ese ring al Cielo…
Es como una llamada al Cielo, y cerrar el teléfono…. Igual que nuestro amigo, porque manda un mensaje de: lo que estoy haciendo es para Ti, Señor.
EL RING DE LOS DETALLES
Me acuerdo, y te tengo en la cabeza, Señor. Y seguramente Jesús se debe gozar con esos detalles de cariño. Y le debe encantar tanto que se los enseña a su madre, la Virgen María. Ella también tendría miles de estos detalles.
Estos rings de hacer un plato que les gustaba más a José y a su hijo Jesús, de seguramente cuidar que haya siempre agua fresca en las caminatas, en preocuparse por si alguno estaba enfermo, de llevar las hojitas para hacer una infusión, para ayudarle a mejorar el estómago o si era el caso.
Hay tantas cosas que son rings del amor que podemos intentar comprar nuestro Cielo cuidándose e intentando que haya cada vez más detalles de amor en nuestro día.
Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre, la Virgen.