¿QUÉ NOS PIDE DIOS?
En este día, 2 de noviembre, en que conmemoramos a todos los fieles difuntos, el Señor va a procurar que nuestra oración, este tema lo tratemos con Él.
Que nos preguntemos: ¿qué me dice a mí la muerte? ¿qué me dice mi propia muerte? ¿qué me dice de la muerte de las personas queridas que en estos años hemos perdido, que se nos hayan ido?
Es una interpelación que hace Jesús, estamos haciendo oración, estamos hablando con Él y es muy importante porque Jesús nos habla. Nos habla fundamentalmente a través de la Biblia, a través de nuestra propia conciencia y la conciencia es preguntarse: ¿qué me puede estar pidiendo Dios?
Todos los días nosotros tenemos qué poder responder a Dios: qué es lo que nos dice Dios a nosotros mismos. En la oración, a veces, un ejercicio muy interesante es escribir qué es lo que me dice Dios y escribirlo.
¿QUÉ ME DICE MI CONCIENCIA?
Yo tengo un grupito de Whatsapp, eliminé a mi socio, y es un grupo que es para Dios. Y allí escribo lo que le digo yo, lo que le pido, lo que le agradezco, lo que le pido perdón, lo que quiero que me limpie el corazón y luego lo que Él me dice, lo que me dice a través de mi propia conciencia.
O sea, «¿qué es lo que esperas de mí ahora, qué esperas de mí con esta persona?, ¿qué esperas de mí quién en este almuerzo?, ¿qué esperas de mí cuando me suba a este colectivo o este bus?, etcétera, etcétera…».
El Señor nos habla a través de la conciencia, el problema es que a veces no escuchamos porque no nos preguntamos. Me parece que la clave para poder escuchar a Dios es preguntarnos: ¿qué dice mi conciencia? Porque Jesús va a utilizar ese canal, es el canal más inmediato que tiene.
ESCUCHAR A DIOS
Por eso si nos tomamos el trabajo de preguntar: ¿Qué me dice Dios?, ¿qué quiere de mí Dios ahora que me subo a este colectivo, a este autobús? o ¿qué quiere de mí Dios ahora que me voy a encontrar con este amigo mío o con este pariente, ahora que voy a leer esto, que voy a rezar tal cosa…?
¿Qué quiere de mi Dios ahora que estoy en estas circunstancias, que estoy haciendo este viaje, que estoy en este retiro, que estoy dando clases o recibiéndolas, en esta hora de trabajo?, ¿qué quiere de mí Jesús?
Y se van a volver un montón de cosas que son las que Dios nos está diciendo. Dios habla a través de nuestra conciencia. Por eso hoy, con este tema, preguntémonos: ¿Qué nos dice el Señor en torno a la muerte?
El Evangelio del día dice lo siguiente:
“Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; muchos judíos habían ido a ver a Marta y María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa.
Y Marta le dijo a Jesús: – Señor si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: -Tu hermano resucitará. Marta respondió: -Se que resucitará en el último día.
Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y vida, el que crea en mí, aunque esté muerto vivirá y el que esté vivo y crea en mí no morirá para siempre, ¿crees esto? Ella contestó: -Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo…”
(Jn 11, 17-27).
JESÚS VENCIÓ LA MUERTE
Ya sabemos cómo termina… El Señor después va, llora… primero, porque quiere que entendamos que para Dios la muerte es un mal, que es la separación de las personas que se aman, nunca puede ser un bien y nunca puede ser querido por Dios.
Lo permite Dios, lo acomoda para que sea en las mejores circunstancias, de la mejor manera, en el momento más oportuno, quizás; pero nada más. El margen de acción que tiene Dios es chiquito, no puede evitar la muerte; qué le encantaría evitar, y que, de hecho, dio su vida para vencer a la muerte.
El Señor nos interpela con este Evangelio, porque nos dice que:
“En el cielo ya no habrá muerte, ni duelo, llanto, ni dolor, todo eso será desterrado…”
(Ap 21, 4).
El Señor nos recuerda que con su muerte (esto lo dice el Señor en el Apocalipsis), ha sido desterrado el llanto, la pena ha dejado de existir, y la muerte ha sido fundamentalmente vencida.
Por eso estos momentos, que vivimos tan duros de pandemia, hace que la muerte esté muy presente. Hemos perdido personas, hemos llorado, yo he llorado la pérdida de personas que he querido mucho, que han sido muy apreciadas por mí, y ahora ya no están.
La pérdida de familiares oprime nuestra alma, origina ese dolor y nos hace comprender lo que está pasando. Por eso es necesario confiar plenamente en Dios, recordar que es Padre, que nos quiere, que el Señor ha vencido a la muerte y nos ha preparado el cielo; donde no habrá más muerte, donde definitivamente no habrá más muerte, donde vamos a poder vivir como Él lo pensó originalmente: sin la muerte.
CIUDADANOS DEL CIELO
“Ciudadanos del Cielo…”, San Pablo nos dice en cuatro líneas cómo es el futuro que nos aguarda:
“Cuerpo glorioso a semejanza de Cristo resucitado llamados a la vida eterna.”
(Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3; 20-21).
Ciudadanos del cielo… Vivimos con esa esperanza los cristianos.
Recuerdo que, en una ocasión, pude ir al cementerio donde están enterrados mis abuelos y donde ahora está enterrada mi madre. Mi madre que era muy previsora, mi padre también, nos compraron también nuestras sepulturas.
Y la verdad que me impresionó pararme sobre la tumba, sobre mi propia tumba, y decir: -Bueno, en un tiempito, mi cuerpo estará acá, pero es mi cuerpo, yo no voy a estar acá.
Me sirvió para pensar y reflexionar y creo que esto nos puede servir a todos para reflexionar hoy. Por un lado, ¿qué me dice la muerte? ¿Si la muerte para mí es algo que me lo tomo en serio? ¿Si en realidad creo que me voy a morir, lo tengo claramente en cuenta?
PEDIR POR LOS FIELES DIFUNTOS
Tengo un tiempo determinado, que no sé cuánto es. No sé si es un día más, diez días más, un mes, tres años, veinte años, lo que sea… Pero es un tiempo corto, un tiempo que se termina y que tenemos que aprovechar muy bien. Esa es la gran lección que, probablemente, nos quiera pedir Jesús hoy.
Por un lado, pienso, que nos pide que recemos por nuestros difuntos. Es un día para cuidar a nuestros difuntos. Los sacerdotes podemos decir tres misas pensando en los difuntos, en los fieles difuntos, justamente para que no falte.
Estos días he estado de convivencia y era impresionante ver la galería de altares, con misas de sacerdotes, montón de misas, una al lado de la otra en montones de altares y qué alegría que toda esa oración suba a Jesús por manos de María. Entre las cosas, pedimos por los fieles difuntos.
El 2 de noviembre de manera muy especial pedimos por todos los que nos han precedido.
APROVECHAR EL TIEMPO
Luego, nosotros, pienso que nos puede ayudar pensar que el tiempo es muy breve para amar y que Dios nos pide cuentas. Entonces hoy, por ejemplo, ¿qué vas a hacer con tu tarde?, ¿vas a dormir la siesta, vas a elegir dormir en lugar de vivir?, ¿qué vas a hacer?
Un enamorado no tiene tiempo para dormir, no tiene tiempo para la siesta. Un enamorado vive para amar, tiene el tiempo contado, se aprovecha hasta el último segundo para amar.
¿Qué vamos a hacer? Y lo que nos respondamos, o sea, qué es lo que Dios te pediría, pensar qué te puede pedir hoy en tus circunstancias. Bueno, eso es lo que Dios te pide y eso es lo que tenemos qué hacer.
Pensar, que quizá, tengamos que aprovechar más el tiempo. El tiempo que tenemos hoy en la tarde, aprovechar las reuniones, aprovechar los viajes para rezar más, para hablar con un amigo.
Aprovechar no sé… tantas oportunidades que tenemos para hacer que esas personas estén mejor, que tengan mejor calidad de vida.
PARARNOS EN NUESTRA PROPIA TUMBA
Por eso pararnos, a veces en nuestra propia tumba, nos puede ayudar a pensar esto: ¿qué pediría yo a Dios en el momento de muerte? Y probablemente le pida tiempo.
“Señor, me gustaría tener un poquito más de tiempo para decirle a fulano tal cosa o para decirle a tal otro esto…; para agradecer; o para devolver esto que me olvidé devolver; para darle a fulanito -que yo sé que está muy necesitado- una plata que yo no necesitaba, lo que sea…” Tantas cosas que parece nos quedaron sin hacer.
Aprovechemos para hacerlas hoy. Lo que no hagamos hoy, no lo haremos mañana, tenemos que aprovechar el día, aprovechar con mucha fuerza el día. Le damos gracias a Dios por este rato de oración.
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