Da mucha alegría descubrir de dónde sale una canción o de dónde un autor extrae, por ejemplo, el título de su libro. Pues Jesús, estoy contento, porque descubrí de dónde sale una canción que canta el coro de mi colegio. Alguna vez, como canto de entrada, también en el Ofertorio.
Es una canción que creo que se titula “Aquí estoy, Señor”. No sé si la has escuchado, dice más o menos así:
“Aquí estoy Señor pidiéndote me enamores, llévame al desierto, háblale a mi corazón, pronuncia mi nombre Señor. Háblame amado mío, quiero entender cuáles son tus caminos, quiero saber cuánto esperas de mí. Háblame, Señor, enamórame de Ti.”
Bueno, más o menos así, dice la canción.
¿Y por qué te digo que descubrí de dónde salió esta canción? No sé quién es el autor, no sé si es una mujer o un hombre, si es autoría colombiana, no lo sé. En todo caso de dónde el autor saca esta canción. ¡Bingo! Del profeta Oseas.
Esta semana estamos escuchando, en la primera lectura de la misa, al profeta Oseas. Fíjate lo que salió en la primera lectura de estos días, esto dice el Señor:
“Yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón. Allí responderá como en los días de su juventud…”
(Os 2, 16)
Ves, ahí está la canción.
“Señor, te pido que me lleves al desierto, que le hables a mi corazón, que pronuncies mi nombre. Lo que sí le faltó la canción Jesús, es lo que responde la esposa. Porque Oseas dice: “… allí responderá como en los días de su juventud.” ”
Claro, yo me imaginaba la escena. Y el esposo quiere mucho a la esposa, la ama, pero la esposa está un poquito cansada, aburrida, acostumbrada, vive las cosas por cumplir, pereza y si cabe también algo de desamor… Pero el esposo que es fiel y que la ama con locura la lleva el desierto, la persuade (que se puede también traducir como: la seduce).
RESPONDER CÓMO EN LOS DÍAS DE JUVENTUD…
Es una lectura bastante romántica, la verdad. La persuade, la seduce, la lleva el desierto, le habla al corazón y ella responde, cómo en los días de su juventud.
¿Quién es ella? ¿Quién es la esposa? El pueblo. ¿Quién es el pueblo? Nosotros, tú y yo.
“Señor, yo he querido en este rato de oración quedarme con esta idea o con esta pregunta: ¿Normalmente, respondo cómo en los días de mi juventud? ¿Me doy cuenta de cuánto me quieres Tú a mí?”
Es como si Dios se hubiera acabado de enamorar de nosotros y además de enamorarse perdidamente, loco perdido, enamorado, amor total. El amor de Dios es así.
Dios se enamora permanentemente de nosotros así: perdidamente, locamente, todos los días, cada día.
Cada día, el amor es a más no poder por cada uno de nosotros, por cada uno de sus hijos.
¿Cómo respondemos nosotros? ¿Cómo es la respuesta de nuestro amor? Jesús, se nos puede meter la rutina, el acostumbramiento, la pereza, el cumplimiento, el cansancio.
“Yo te pido, Jesús, que me ayudes a responder con un corazón renovado, como en los días de mi juventud y no es porque estemos mayorcitos, no. Podemos estar muy jóvenes, pero ancianos en el amor, viejos en el amor, no.
“Señor, nuestro amor tiene que rejuvenecerse cada día, renovarse cada día, como en los días de la juventud.”
AMAR HUMILDEMENTE, CON PACIENCIA Y BONDAD
Estos días, el padre Juan Carlos decía en la meditación, ponía un ejemplo que, a mí a mí la verdad, me hizo gracia. Decía que: “la sabiduría popular dice que los cónyuges son como los automóviles, sus defectos se descubren a partir de los 25,000 km.”
Bueno, mi carro tiene muchos más y estoy bien. Yo no le noto ningún defecto; ahí está andando y anda rápido, tiene fuerza.
Decía, el padre Juan Carlos: “y conforme a esta forma de pensar en la vida doméstica, el amor puro y reflexivo no tendrá su oportunidad de desarrollo, sino a partir de ese kilometraje, digamos.
No en el kilometraje cero, cuando todo es amor y sonrisas, sino después, cuando ya ha pasado más tiempo y conocemos los defectos del otro. Cuando comienza a presentarse la tentación del hastío ante el defecto, tal vez, irreversible. Allí llegó la gran ocasión de amar humildemente, con paciencia y con bondad…”
“Esto lo decía, Señor, en el amor humano, en el amor de los esposos. Pero es que nuestro amor es así, que le vamos a hacer. Señor, nuestro amor es humano. Con Tu gracia, ese amor se diviniza, se sobrenaturaliza, se eleva, trasciende, pero con Tu gracia.
Pero, nuestra manera de amar es una manera de amar humana, humanamente. Y por eso a Ti, Señor, también te amamos con un corazón humano. Podemos allí sacar consecuencias. Señor, ¿cómo es mi amor hacia Ti? ¿Cómo es mi amor hacia la misa o hacia los ratos de oración?
Estos raticos de oración que hacemos cada día. ¿Cómo es mi reacción cuando Tú me sugieres hacer algún pequeño sacrificio o alguna pequeña mortificación? O ¿cuándo me invitas a pensar en los demás, para acercarlos a ti también?
HABLAR CON JESÚS
Señor llévame al desierto, desde el punto de vista espiritual. ¿Cuál puede ser ese desierto desde el punto de vista espiritual? La oración, hablar con Jesús.”
También que nos escapemos a misa, ahorita que estamos en periodo de vacaciones, escaparnos a misa gratuitamente, genuinamente, porque nos da la gana. Ponernos delante del Santísimo, no porque tengamos que pedir algo o porque tengamos alguna intención, necesidades… Si no por amor.
“Señor, aquí estoy. Aquí estoy por amor, llévame al desierto. Háblale a mi corazón en este rato de oración, en esta misa. Quiero responder como el amado, como en los días de mi juventud.”
Desde el punto de vista humano, he pensado también, cómo podemos renovar ese amor: descansando. No nos podemos saturar, cansar, es necesario descansar.
Me contaba un amigo la experiencia que tuvo hace pocos días en alta montaña, en una travesía que hizo en bicicleta. Subió más de 4000 m de altura, por el Parque de los Nevados; aquí en los departamentos de Tolima, Caldas, Risaralda, el Huila. Porque en el Parque de los Nevados confluyen todos esos departamentos.
Y llegó agradecido con la vida, llegó alegre, optimista. Y me contaba: -Entiendo que la gente reaccione, por ejemplo, con un tono de queja, que sean pesimistas o críticos. ¿Sabes por qué? Porque les falta descansar.
Si una persona se va a ver un paisaje de montaña o hacer una excursión donde se canse físicamente, pero donde también descanse la mente, la mirada, la imaginación, eso los hace descansar; eso los renueva por dentro.
JESÚS NOS AMA
Incluso contaba que, en una de las subidas, llegó una persona en moto y les dijo: ¿Si lo ven? Y entonces él pensó, pues el nevado o los frailejones o la laguna. Y entonces, él decía, no, el Cóndor.
De repente se ve pasar un cóndor y decía el señor, de la moto: -Yo pasando por aquí un año entero y es la primera vez que veo este cóndor.
“Cómo no va uno renovarse, Señor, viendo un cóndor, un ave majestuosa, volando a más de 4000 m de altura. Es necesario también descansar, ¿verdad?
Señor, para terminar este rato de oración, el tema no somos nosotros. Porque uno podría pensar, está bien, me voy a volver a enamorar, voy a poner todo de mi parte para descansar, para renovar mi amor humanamente. Está bien. Eso lo tenemos que hacer humanamente, pero el tema no somos nosotros.
El tema eres Tú, Jesús. Tú nos amas, Tú nos amas como ese eterno enamorado y nos esperas. Nos esperas como un eterno enamorado, también en el Sagrario. Por eso nos esperas en los desiertos que haga falta.
Al pueblo judío, 400 años de esclavitud y estabas esperando. Nos estabas esperando. Así nos esperas Tu Señor, como un eterno enamorado y esperas a que respondamos. Responder como en los días de juventud.”
Ese es el título de la meditación, días de juventud, amor de juventud para con Dios y para con los demás.
“Jesús, te lo pido también acudiendo a mi madre, a Santa María.” Qué amor tan inmaculado, tan puro, tan grande. Todo el amor de Dios cupo en el corazón de una santa mujer, de María, de santa María. Por eso vamos a pedirle a ella también que nos ayude a renovarnos en ese amor.