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DIOS EN TU CASA

casa

A ver, un cuestionario: Cuando los tres ángeles visitaron a Abraham, ¿dónde estaba él? En su casa. Cuando los dos ángeles fueron a Sodoma y Gomorra, ¿dónde estaba Lot? En su casa. ¿Dónde estaba Cornelio cuando recibió la visita del ángel que le manda llamar a san Pedro a Joppe? En su casa.

¿Dónde estaba Santa María cuando el ángel le anuncia que había sido escogida como Madre del Redentor? En su casa. ¿Dónde estamos pasando más tiempo de lo usual por causa del coronavirus? En nuestras casas.

O sea, estamos en el lugar adecuado para escuchar a Dios.  La pregunta es: ¿lo estamos escuchando…?

DIOS EN LA CASA DE MARÍA

Hoy celebramos el hecho de que Dios se metió en la casa de María de Nazaret, pero lo importante es que ella se da cuenta y responde. Uno podría pensar ¡¿Cómo no se iba a dar cuenta, si tremendo Arcángel que llega?!

Creo que la respuesta nos la da Jesús, ¿te acuerdas?

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque uno de los muertos resucite”.

(Lc 16, 31)

O sea, si no escuchamos a través de los medios normales que tenemos -como este rato de oración-, pues difícilmente vamos a escuchar, aunque se aparezca un ángel o un muerto resucite.

Lo peligroso es que nos puede suceder: que estemos en casa haciendo lo de todos los días y que no escuchemos las cosas importantes que Dios tiene que decirnos.

TEMER A CRISTO CUANDO PASA

El Papa Francisco, hace más o menos un año, decía:

San Agustín tiene una frase que a mí siempre me sorprende”

y cita a San Agustín:

“Temo a Cristo cuando pasa: -Timeo Dominum transeuntem-. Temo que pase Cristo. ¿Y por qué temes al Señor? Temo no darme cuenta de que es Cristo y dejarlo pasar”.

            Y el Papa comenta:

“Una cosa es clara: en presencia de Jesús, brotan los auténticos sentimientos del corazón, las verdaderas actitudes salen fuera. Es una gracia y, por eso, Agustín temía dejarlo pasar sin advertir que estuviese pasando”.

            Pues Cristo sigue pasando también en la casa, no hay que dejarlo pasar así nomás, ¡que nos perdemos de mucho! Por no decir que nos perderíamos de todo. Por eso, nos metemos en aquella casa de Nazaret para aprender.

            “El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una Virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José.  El nombre de la Virgen era María.  El ángel entró en su casa y la saludó diciendo: “¡Alégrate! Llena de gracia, el Señor está contigo”.

(Lc 1, 26-28)

EN UNA CASA HUMILDE

Es una escena increíble y es el acontecimiento que va a cambiar el mundo. El centro de la historia tiene lugar en una casa humilde. Materialmente es muy poca cosa, pero se está convirtiendo -no sólo por el mensaje, sino por la respuesta de María-, en el lugar más grandioso.

Nosotros hoy meditamos en nuestras casas lo que sucedió ahí. Dios está ahí, toca el corazón de aquella joven y lo llena.  Ya lo había dicho el profeta:

“Alégrate hija de Sion, grita de gozo Israel… El Señor, tu Dios, está en medio de ti”.

(So 3, 14-17)

Descubrir a Dios que pasa, a Jesús que pasa, llena el alma de alegría. Darme cuenta de que está conmigo, da paz, da confianza y nos da alegría. Y eso es lo que hemos vivido los cristianos desde siempre en la intimidad de nuestros hogares.

IGLESIA DOMÉSTICA

Hace poco, alguien me mandaba una foto de uno de estos “altarcitos” (con sus imágenes y sus veladoras), que tenía en la casa y ponía una frase: “Somos la Iglesia doméstica” y tenía razón.

Ojalá seamos conscientes de esto y nuestras casas sean verdadero lugar de encuentro con Dios; de ese encuentro nacería una auténtica alegría, la alegría de un hogar cristiano.

Pero claro, la alegría no viene sólo de darme cuenta de que Dios está ahí, sino de saber recibir Su mensaje y de saber responder a eso que me dice. Te comparto:

“Dice Plutarco que Alejandro Magno, antes de una batalla decisiva, optó por repartir todas sus posesiones entre sus principales oficiales. Y, al acabar, el general Perdicas, con gran confianza le preguntó:

-Señor, ¿y a ti qué te queda?

– ¡A mí me queda la esperanza!

            Alejandro se jugó todo en esa batalla y, después de vencer, conquistó un imperio gigantesco. Esta esperanza de quien se juega todo está bien retratada en la esperanza de la Virgen María, manifestada en su respuesta al anuncio del ángel Gabriel”.

(En Presencia de Dios, Octubre. Pedro José María Chiesa)

SANTA MARÍA SE LA JUEGA

Santa María escucha y se la juega, responde con todo lo que tiene porque espera en quien le habla, sabe que no le va a defraudar. A nosotros Dios, Tú Señor, no solamente nos dices cosas como quien lanza un reto, sino que nos concedes la gracia que necesitamos para lo que nos pides.

Podemos esperar, confiar en esa gracia; o sea, tú y yo esperamos, confiamos en Dios que habla. No es que demos un salto al vacío, ahorita Jesús pasa, está en medio de nosotros y nos va diciendo cosas, nos va pidiendo cosas y nos va concediendo las gracias convenientes.

Gracias que llenan el alma de alegría, sugerencias que llenan el corazón de lo que realmente vale la pena. Fijémonos en las palabras del ángel:

“Alégrate llena de gracia”,

hay una conexión entre la alegría y la gracia. Alegría y gracia van juntas. Lo que pasa es que a veces, Señor, nos da cosa responder, nos da cosa que nos saques de nuestra comodidad con Tus peticiones.

UN MIEDO SALUDABLE

Pero basta abrir los ojos, basta pensar un poco para darnos cuenta de que vale la pena. Leía hace poco:

“El ángel saluda a María y, antes de comunicarle su vocación”

(porque esto es lo que comunica)

“le dice: ¡No tengas miedo María! Este miedo es un miedo saludable y respetuoso de la dignidad del hecho” -de lo que está pasando- “pues el ángel viene a pedir a la Virgen que entregue toda su vida al servicio de una causa, poniendo en ella toda la esperanza.

            Por eso, la vocación es algo por lo que vale la pena darlo todo. Por ejemplo (aunque siempre los ejemplos tienen sus limitaciones), Alexander Fleming dio toda su vida al microscopio, hasta que encontró la “penicillium notatum”, base de los antibióticos y su descubrimiento salvó la vida de miles de millones de personas…”

(En presencia de Dios, Octubre. Pedro José María Chiesa)

            ¡Pues cuánto depende de una respuesta! Es famoso lo que san Bernardo comenta de esta escena de la Anunciación, su homilía se titula: “La creación expectante”, porque dice que es como si a toda la creación le dieran pausa y toda la creación estuviera esperando, tendiendo, como colgando de un hilo, de la respuesta de María.

¡QUÉ RESPUESTA!

Pero bueno, ¡mira qué respuesta! Y, al mismo tiempo, es bueno que tú y yo nos demos cuenta de que la creación espera nuestra respuesta, la de cada día. Porque mucho depende de ella.

A partir de la respuesta de nuestra Madre, que celebramos hoy, la creación espera la respuesta de cada uno de sus hijos, la tuya y la mía. Esa respuesta que damos cada día, haciendo las cosas más normales; hoy mismo en tu casa, con los tuyos.

Dios pasa por nuestras casas. Dios te está hablando, pero Dios suele hablar bajito, no llenemos el día de ruido, hay que saber hacer silencio; recogernos en nuestra oración, escuchar y responder.

Estás en el lugar ideal, la clave es darte cuenta y escuchar. Ya verás cómo aquello se convierte en fuente de alegría, así le pasó a Santa María. Pues Madre nuestra, lo mismo queremos que nos pase a nosotros, gracias por tu respuesta, ayúdanos con la nuestra.

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