Muy probablemente has escuchado ya esa historia de aquel matrimonio que acudió una vez al médico, porque al marido le dolían ciertas cosas, claro después de un riguroso chequeo, el doctor les comunica finalmente el diagnóstico y le dice: -“Señor le hemos hecho todos los exámenes posibles y hemos llegado a la conclusión de que usted es hipocondríaco”
Y enseguida el hombre se gira bruscamente hacia su esposa y le dice contentísimo: “¿Viste mujer?, yo tenía razón, ¡Yo te dije que sí tenía algo!”.
Claro nosotros no somos hipocondríacos, nosotros no nos inventamos enfermedades y resulta que nosotros sí que estamos mal, las enfermedades son reales es más, no nos inventamos las dolencias, sino que nuestro problema es otro.
ENFERMEDADES DEL ALMA
Nuestro problema es que nos tardamos en darnos cuenta de lo que no funciona en nosotros, estamos hablando por supuesto de las dolencias del alma.
Es que nos cuesta ver lo que enferma el alma, con la misma rapidez con la que nos damos cuenta con que advertimos lo que enferma el cuerpo.
Hay quienes tienen el alma casi muerta por los pecados y por las propias miserias, ni cuenta se dan, son como una especie de zombies que están medio en vida medio muertos.
Pero todo esto lo estoy diciendo, no para que te desanimes, sino todo lo contrario.
Es verdad que hace pocos días recibimos la imposición de la ceniza, el miércoles, dando inicio a este tiempo de Cuaresma, y ahí pues se nos recordó lo mismo que hemos dicho ahora, es que estamos mal, es que no somos nada, que volveremos a hacer polvo, pero no creo yo que nos hayan dicho para que nos desanimemos, sino todo lo contrario.
CON LA MIRADA PUESTA EN EL MÉDICO
En la Cuaresma se nos invita a poner nuestra esperanza menos en nosotros, que somos menos que el polvo y más en Dios que lo es todo.
Se nos invita a que reconozcamos las heridas, la podredumbre de nuestras almas, pero con la mirada puesta en el médico, eso es importantísimo. Estamos muy mal, estamos con con podredumbre, pero con la mirada puesta en el médico que cree que todavía no somos un caso perdido.
He aquí el inicio de esta meditación del optimismo que nos da la Cuaresma porque es el optimismo del médico.
A un doctor en cierta ocasión le preguntaron y resulta que este hombre no era para nada creyente, ¿Por qué él era objetor de conciencia ante el aborto y la eutanasia? es decir, se oponía completamente a practicarlo. Y la respuesta fue de muchísimo sentido común, como les decía, este doctor no practicaba ninguna religión, se declaraba agnóstico.
Y decía: “Pues yo no practico ni el aborto, ni la eutanasia, porque yo no me quedé las pestañas durante ocho años de carrera más los años de especialización, para quitar la vida, sino para todo lo contrario, precisamente para darla”.
Esta respuesta es de sentido común, no habla de religión y es lo propio de un médico honrado y por eso el Señor en el Evangelio de la misa de hoy, emplea esta imagen que nos inyecta un optimismo también en este tiempo de Cuaresma, porque el Señor se aplica a sí mismo la imagen del buen doctor.
Y lo hacen para manifestarnos su cercanía, para manifestarnos su interés por cada uno de nosotros.
OPTIMISMO EN CUARESMA
En el Evangelio escuchamos al Señor que nos dice:
“No necesitan médico los sanos, sino los enfermos, no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores a que se conviertan”.
(Lc 5, 31-32)
Aquí está la razón del optimismo en esta Cuaresma, el reconocer que nuestra alma está herida, que está afeada por el pecado, pero todo esto el reconocer es un paso necesario para que Tú, Jesús, te acerques a nosotros como buen médico.
Cuando se nos invita en estas semanas a la conversión, no se trata solamente de admitir que somos pecadores, que es necesario por supuesto, sino también de dar ese paso siguiente que es el de permitir que el médico nos devuelva la salud del alma.
El optimismo de la Cuaresma es bastante peculiar, es verdad, porque no es el mismo de la Navidad, o no es el mismo del tiempo de Pascua, pero aún siendo el mismo sentido, el mismo origen, aquí en Cuaresma ese optimismo adquiere matices diferentes.
El optimismo también está presente en estas semanas de Cuaresma, porque se fundamenta en la alegría de saber que el médico de nuestras almas nos ve y todavía no ha firmado nuestra acta de defunción.
El médico está convencido de que si somos humildes, lo nuestro no es un caso perdido.
LA HUMILDAD ES INDISPENSABLE
Aquí por supuesto, la humildad es indispensable, porque si no corremos el riesgo de no reconocer que necesitamos al médico, o también el riesgo de pensar que sabemos más que el médico, sobre todo al momento de aplicar el tratamiento.
Que es el de siempre, la oración, la mortificación, la abstinencia, los sacrificios, que es lo que funciona y le pedimos al Señor que nos ayude a ver en todo esto una oportunidad de estar mejor.
¡Que no paremos de estar mejor!
Hay una una frase muy bonita tomada de un sermón de San Agustín y dice:
“Si dijeses basta estás perdido, ve siempre a más, camina siempre, progresa siempre, no permanezcas en el mismo sitio, no retrocedas, no te desvíes”.
(S. Agustín, Sermon 169)
Esto nos ayuda a vivir muy bien el tiempo de Cuaresma, porque se trata de está mejor, cura tu alma, acércate al médico, puedes estar mejor, si dijeses basta estás perdido.
Y por eso en realidad esta invitación que acabamos de leer no es solamente de San Agustín, no es propia de él, sino de Jesús, ese Jesús que aún no se resigna y por eso, nos exige más.
Porque sabe que podemos estar mejor, es verdad que esta exigencia de Jesús nos cuesta pero para un cristiano la Cuaresma no es el tiempo del masoquismo.
Nosotros no nos fastidiamos por gusto o por placer, sino porque sabemos que las prácticas de la Cuaresma son un medio y no un fin.
Son un tratamiento eficacísimo que ha servido a muchos santos a quitarse de encima lo que les aparta del Amor con mayúscula.
ES NORMAL QUE CUESTE
¿Vamos nosotros a despreciarlo? Es normal que no nos salga natural aquello del sacrificio o de la mortificación. Pero no olvidemos que son un medio (valiosísimo, es verdad) y no un fin.
Es lo que hace que San Josemaría nos diga: “¿Tienes miedo a la penitencia?… A la penitencia, que te ayudará a obtener la Vida eterna. —En cambio, por conservar esta pobre vida de ahora, ¿no ves cómo los hombres se someten a las mil torturas de una cruenta operación quirúrgica?”
(Camino 224).
Aquí adherimos las dietas, las rutinas de ejercicios que pululan en Instagram; si la gente hace eso por causas meramente humanas, no vamos nosotros también a hacer sacrificios por ganar la vida.
PENITENCIA PARA UN FIN QUE VALE LA PENA
Por hacer penitencia, que sonreír cuando se está cansado, cuidar los pequeños detalles materiales, cuidar el orden, todo siempre por amor, darle al cuerpo siempre un poco menos de lo que pide, ajustarse heroicamente a un horario, ahorrarse comentarios en los que la otra persona pueda quedar mal, aunque tengamos motivos más que suficientes para hacerlo.
Penitencia que es saber sonreír, saber ceder, saber esperar y todo esto lo amamos porque son medios para un fin que vale la pena.
Pensar que en la Cuaresma lo que se quiere es que los cristianos sufran gratis, sería olvidar que lo que se busca es sanar el alma herida por los pecados, alcanzar la vida espiritual que Jesús, el buen médico, está empeñado en que tengamos.
No nos empeñamos en poner el último clavo en nuestro propio ataúd, si el médico aún tiene esperanza de nuestra mejoría, si estás seguro de que el tratamiento está pensado en nuestra a nuestra medida, si nos han manifestado su amor por cada paciente, ¿Por qué no tomarnos en serio sus recomendaciones para estas fechas?
Vamos a pedir a Nuestra Madre, la Santísima Virgen que nos contagie de ese optimismo típico de la Cuaresma, que es un optimismo peculiar, nosotros no somos hipocondríacos, no somos masoquistas, sencillamente sabemos que todo en ese tiempo adquiere su sentido si apunta a la Pascua, porque como dice San Pablo:
“Si hemos muerto con Cristo creemos que también resucitaremos con Él”.
(Rm 6,8)