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P. Josemaría

7 min

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DIOS NO ME OYE

Sepamos confiar en Jesús y tener la certeza absoluta de que Él siempre nos escucha y quiere lo mejor de nosotros.

UNA PACIENTE ESPERA

Es muy común que nos diga la gente a los sacerdotes, pues que le ofrecen a Dios sus cosas, sus inquietudes o que le piden favores, y que como que nada cambia…

Y muchas veces, esto es para la gente incluso, hasta motivo de apartarse de Dios o de escándalo… ¿Es que Dios no me oye?

Bueno, el otro día leía en el breviario que leemos todos los días los sacerdotes, una homilía de un autor del siglo II que decía:

“Ningún justo consigue en seguida la paga de sus esfuerzos, sino que tiene que esperar pacientemente. Si Dios premiará enseguida a los justos, la piedad se convertiría en un negocio”.

Pues es verdad, si todos recibiéramos inmediatamente todo lo que le pedimos a Dios, bueno pues, es que ¿dónde estaría la fe?

Y además tenemos que confiar en el Señor, en que no es que a Dios no le guste que le pidamos cosas, al contrario, quiere que le pidamos continuamente por nuestras necesidades.

“Señor, te encanta que te pidamos todo lo que tenemos en el corazón”.

La cuestión es que no perdamos de vista que, todo lo que el Señor en ésta Tierra nos quiera dar, debe servir para llevarnos al Cielo, y que si no es así, pues no sirve para nada.

Y que Dios, que nos quiere tanto, nos va a dar lo mejor, en el momento en que más lo necesitemos o cuando Él sepa que es para nuestro bien.

Por eso, siempre que le pidamos al Señor, hemos de añadir :

“Señor, pero lo que Tú quieras. Que no se haga mi voluntad, sino la Tuya”.

HISTORIA DE JONÁS

Hoy en el Evangelio, leeremos unas palabras que hacen referencia a la historia de Jonás. Te la platico muy brevemente.

Dios le pide a Jonás que vaya a predicar la conversión a los ninivitas. Pero Jonás no sólo no se dirige a Nínive, donde se estaban portando mal y piensa que no tiene caso ir porque esa gente no tiene remedio.

Así que decide no ir y en cambio ir exactamente al lugar opuesto. Y piensa que se va a donde nadie lo pueda ver, a donde nadie lo pueda molestar ni Dios.

Pero el viaje en barco se complica, hay una gran tormenta. Están a punto de naufragar. Y los marineros piensan que la tormenta viene por la infidelidad de alguno de los que están en el barco.

Al final, Jonás confiesa que es él quien ha sido infiel a su Dios. —¿Y qué hacemos contigo? Le preguntan los marineros. Y él les dice: —No hay remedio, no hay más remedio, más que echarme al mar. Y así lo hacen.

Al caer al mar, la tormenta se detiene. Y a Jonás se lo traga una ballena. Ya en el vientre de la ballena Jonás reza una oración muy bonita<; y después de tres días y tres noches de estar allí adentro, en el vientre de la ballena, es vomitado por ella hasta la orilla.

Ya en tierra firme, Dios le vuelve a pedir que vaya a Nínive. Esta vez Jonás obedece y profetiza ‘la ruina de Nínive’ si no se convierten. Y sus palabras surten efecto, y los ninivitas se convierten de corazón, salvándose de su destrucción. Bueno, pues esta es la historia de Jonás.
DIOS NO ME OYE

UNA ANÉCDOTA ACTUAL SOBRE JONÁS

Al leer esta historia, me acordaba de otra historia que me contó un amigo sacerdote, algo que le pasó en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid.

Me platicaba: “Estaba confesando junto a una multitud de sacerdotes en el Parque del Retiro, en Madrid. Yo me encontraba empapado de sudor y con mucha sed -el mismo lo cuenta así.

Cuando ya dejó de pasar gente, eran las tres de la tarde, se me acercó un chico de unos treinta años, pensaba que quería confesarse, pero no.

Me dijo: —Padre, le invito una cerveza. Yo pensé que era mi ángel de la guarda. Así que acepté la invitación y nos fuimos al bar más cercano.

Ya frente a nuestras cervezas frescas, me dijo: —Padre, yo soy Jonás. —¿Te llamas Jonás?, le dije. —No, no me llamo Jonás -me respondió. Sino que soy Jonás.

Bueno, yo me quedé un poco extrañado y le miré con cara de no entender. Entonces empezó a explicarme cómo él, con diecisiete años, era un chico que estaba cerca de Dios y que en un momento dado pensó que Dios le podía llamar al sacerdocio.

Pero me decía: —Me daba tanto miedo a la posibilidad de ser sacerdote, que empecé a alejarme de Dios. Primero de la oración, luego de los sacramentos. Y no solo se alejé de Dios, sino que como Jonás, empezó a caminar en el sentido opuesto a Dios.

Me contó una historia increíble, de auténtico hijo pródigo, llena de tormentas y de naufragios personales. Dijo que había llegado a sentirse tan vacío, que se apuntó a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, dispuesto a cruzar el charco sin saber muy bien por qué.

Decía: —Aquí, en la capilla del Santísimo, que hay junto a los confesionarios, me he sentido como Jonás. He rezado a Dios, como no lo hacía desde hacía muchísimos años, como Jonás en el vientre de la ballena.

—Me he dado cuenta de que Dios no me reprocha nada. No ha dejado de quererme. No se ha cansado de mí, y que me va a querer, haga lo que haga. Y ahora le estoy contando esto, que nunca se lo había contado a nadie.

Termina este amigo sacerdote, contando este testimonio. Y decía: —Pero yo estaba escuchándole con una gran emoción y con mucho cariño, como podrás entender. También pensando, en la maravilla que es ser sacerdote, y quién soy yo para que esta persona, me abra así su alma y encima ¡me invite una cerveza!

Bueno, no me abría su alma a mí, en realidad le abría su alma a Jesucristo. Y al final me preguntó: —Oiga, ¿usted cree que todavía puedo ser sacerdote? Me sorprendió la pregunta, y la verdad, no sabía qué responderle.

Le dije que cuando llegara a su casa, de vuelta de la JMJ, que hablara con algún sacerdote, que seguro la escucharía con mucho cariño.

Bueno, no sabemos qué ha sido de la vida de nuestro Jonás moderno. Lo que sí sabemos, es que, como a Jonás, Dios no lo había abandonado, y que ese corazón había recobrado la alegría y que estaba decidido a no separarse más de Dios.

Y seguro, que su conversión, sirve también para muchos ‘ninivitas’ de esta sociedad contemporánea, para que se conviertan. De hecho, antes de despedirnos, le dijo que podía contar su historia si podía servir a alguien… Y así lo hemos hecho, ¡seguros de que a más de uno le va a servir!

TIEMPO DE CONVERSIÓN

En el Evangelio de hoy, también Tú, Jesús, hablas de Jonás:

«En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús. Y él se puso a decirles: —Esta generación es una generación perversa, pide un signo, pero no se le dará más signo que el de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación»

(Lc 11, 29-32).

Jonás va a Nínive, paralelamente, Jesús va a Galilea. Y aún sigue viniendo a los caminos de la Tierra. Jonás invita a la conversión, y los ninivitas responden y se convierten.

DIOS NO ME OYE

Cristo sigue saliendo en este Nínive de la sociedad contemporánea, y sigue predicando el Reino de Dios e invitando a todos a la  conversión. Y muchos, no le hacen caso.

“Pues nosotros sí queremos hacerte caso, Señor. Queremos convertirnos, y acoger esta invitación permanente que nos haces a la conversión a través del amor a la Cruz”.

¿Para qué? Para que el Reino de Dios se restablezca en la Iglesia, en las familias, en nuestros corazones.

Y como te decía al inicio de la meditación, hay muchas personas que se quedan un poco decepcionadas o incluso enojadas con Dios, después de pedir con insistencia una cosa buena, como la salud o el trabajo al ver que no se cumplen sus expectativas.

Nos podría parecer entonces como si a Dios no le importamos o no tuviera suficiente poder para arreglar las cosas…

“Y no es que a Ti, Señor, no te importen nuestros problemas, al contrario. Pero te importa mucho más la salud de nuestro corazón y nuestra vida eterna. Pues tus planes, Señor, son siempre más sabios que los nuestros y están encaminados a la conversión de nuestro corazón”.

Vamos a terminar nuestra meditación pidiendo a María que, como ella, nosotros también sepamos confiar en Jesús y que siempre, después de pedirle algo al Señor, digamos también esta jaculatoria:

“Pero Jesús, en Ti confío”.

Y tener la certeza absoluta de que Él siempre nos escucha y quiere lo mejor de nosotros.


Citas Utilizadas

Gal 4, 22-24. 26-27. 31 – 5,1.

Sal 112

Lc 11, 29-32

Reflexiones

Señor,  que sepa confiar en Tí y en Tus planes: saber escucharte, seguir Tus  mandatos y Tu camino,

y llevar mis pasos hacia lo que Tú me indicas.

Predicado por:

P. Josemaría

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