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DISCURSO MÁS FAMOSO

Bienaventuranzas
EL DISCURSO MÁS FAMOSO

Hay discursos muy famosos:

El de Martín Luther King o el de Steve Jobs en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford en el 2005.  Ahora las redes están llenas de discursos. 

Los que más tienen fuerza son los auténticos. Los que reflejan un modus vivendi. Los que no son impostados.

Hoy se escucha en el Evangelio el discurso más famoso de la historia. Se ha traducido a todos los idiomas. Lo conocen grandes y chicos, sabios e ignorantes. “Tu discurso Jesús, más conocido como el discurso de las Bienaventuranzas”

EL TUYO JESÚS

Lo cuenta así san Lucas:

“Jesús bajó del monte con los doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:

Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. 

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. 

Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas”

(Lc 6, 17-23).

TIENE FUERZA PORQUE SE VIVE

Y he dicho que los discursos que más tienen fuerza son los auténticos, porque se viven. No es un bla bla bla… No, es una propuesta que hago para otros porque yo la vivo. 

¿Qué tal que Jesús solo hubiese sido un Maestro, pero sin vivir lo que enseñaba?  “Señor, voy a decirlo, perdóname. Habrías sido un charlatán más. 

“No. Tú, Jesús, vivías lo que enseñabas. Porque tenías un espíritu, ese espíritu te empujaba a vivir así. 

Él, Jesús, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el auténtico pobre

Él, Jesús, que puede decir de sí mismo: Venid a mí, porque soy sencillo y humilde de corazón.  Es el realmente humilde; Él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. 

Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios.

“En las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo y nos llaman a entrar en comunión con Él”

(Jesús de Nazaret. Benedicto XVI).

BIENAVENTURADO: FELIZ

“Y aquí llego al punto al que me has traído hoy Jesús. Se llaman bienaventurados los que son felices (porque bienaventurado quiere decir feliz). 

Para llamarlos así, tengo que verlos fe-li-ces.  ¿Bienaventurado? ¡Si! Porque te veo feliz.

“Ojalá, Señor, que pobres, perseguidos, enfermos… reflejemos con nuestra conducta recta tu Rostro amable… ese rostro que todas las personas buscan. Ahora no estoy ni pobre, ni perseguido, ni enfermo; pero que cuando lo esté, pueda reflejar tu Rostro, porque estoy feliz”.

¿Cómo puede estar la felicidad presente en las dificultades? Es una paradoja, eso es solamente cristiano… Porque la felicidad está, más bien, en la identificación con Cristo.

“¿A cuántos hoy en 10min con Jesús puedes llamarlos bienaventurados Señor? Pues estos además ayudan a todos los cristianos a tener esperanza. Porque los ven atribulados, con problemas, pero felices”. 

Si vivimos por el espíritu, marchamos tras el espíritu. Si vivimos para la carne, marcharemos tras la carne… O las riquezas, la fama, etc. 

ENCARNAMOS TU ESPÍRITU

San Pedro decía a los primeros cristianos: 

“Si tuvierais que padecer por causa de la justicia, bienaventurados vosotros: No temáis ante sus intimidaciones, ni os inquietéis, sino glorificad a Cristo Señor en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”

(1Pe 3,14-17). 

Nosotros, con nuestra conducta, damos respuesta de esperanza a las personas que nos ven. 

“Señor y no lo hacemos para que nos vean”. Lo hacemos porque encarnamos un espíritu, vivir el espíritu de Cristo, el espíritu cristiano, es el espíritu de las bienaventuranzas. El carnet de identidad del cristiano son las bienaventuranzas.

Además, bienaventurado, así como es sinónimo de feliz, es sinónimo de santo. Sí, pero un santo triste, es un triste santo. Cuando Jesús nos enseñó las bienaventuranzas, nos trazó un estilo de vida según su corazón. 

Señor, ¿cuando hablo contigo, te pido que me des luces sobre cómo puedo vivir las bienaventuranzas en mi día a día?

TE CUENTO UNA HISTORIA

Esta es una anécdota del presidente de un banco aquí en Colombia, que un día llegaron y le comentaron: Señor presidente, tenemos que despedir a esta persona. Él dijo: antes de despedirla, llámenla. La quiero atender personalmente. 

Le pregunta: cuántos hijos tiene, que responsabilidades tiene, cuáles son sus sueños…

Ya se sabía que despedir a alguien del banco era muy difícil. 

Y a este presidente del banco, después lo persiguieron un montón los sindicatos… ¡Qué injusticia!  Pero él seguía actuando así. Vivía un espíritu. Algo que está vivo y algo que sigue vivo. En ese banco se sigue haciendo así, esa es la praxis. Cuando van a despedir a alguien, el que lo atiende o lo despide es el Presidente del banco.  

(Ya no es este que te cuento) El caso es que así se sigue haciendo en dicho banco”. 

¿QUIÉN CAMBIA EL MUNDO?

Por eso las bienaventuranzas no solamente las viven los pobres, los que están ahí en los semáforos o en las calles o los enfermos que están en los hospitales moribundos; ¡No! Todos los cristianos podemos vivir las bienaventuranzas. 

¿Quién cambia el mundo? Aquel que vive bien un espíritu y lo hace propio. Es una manera de ser feliz.  Es una decisión por ser feliz.  

Acudimos a nuestra Madre.

“Bienaventurada la mujer que te alimentó”, 

dice el Evangelio.

Y Jesús dice

“Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”

(Lc 11, 27-28).

Y eso es lo que queremos hacer hoy, Señor, fruto de este ratico de oración.

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