ESCUCHA LA MEDITACIÓN

DOMINGO DE RAMOS

Empezamos la Semana Santa en una peregrinación Jesucristo nos lleva a la tierra prometida, que es Dios, se contenta con un borriquito por trono. Nosotros, que no somos nada, nos mostramos a menudo vanidosos y soberbios: buscamos sobresalir, llamar la atención; tratamos de que los demás nos admiren y alaben. San Josemaría Escrivá, canonizado por Juan Pablo II hace dos años, se prendó de esta escena del Evangelio.

DOMINGO DE RAMOS

Hoy, Domingo de Pasión o Domingo de Ramos, deseamos saludarte, Señor, como peregrino.
Llegas a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, acompañado por muchos otros peregrinos.

En Hablar con Jesús, hemos querido que esta meditación sea un poco más larga, para acompañarte y prepararnos de mejor manera ser peregrinos nosotros también.
En el Antiguo Testamento, Israel conservó siempre grabada en su memoria la peregrinación a través del desierto, bajo la guía de Moisés.
Fue una experiencia constitutiva por Israel, ahí se hizo el pueblo, ese pueblo al que Dios sacó de la esclavitud de Egipto y que le tuvo al servicio suyo.

LA TIERRA PROMETIDA

Moisés hizo salir a su pueblo a través del mar rojo y a lo largo de un camino que duró 40 años, lo guio hasta la tierra prometida.
Después, cuando los israelitas se establecieron en la patria que Dios les había asignado, el recuerdo de esa peregrinación por el desierto, se convirtió en una parte viva y dinámica del culto a Dios.

Los judíos solían ir en peregrinación a Jerusalén en diversas ocasiones, pero, sobre todo, para la fiesta de Pascua.

También Jesús acudió allí como peregrino algunos días antes de la Pascua, peregrino del Domingo de Ramos, podríamos decir ahora.
Nosotros reunidos en este rato de oración, también lo saludamos como Peregrino Santísimo, que da un sentido definitivo a nuestro peregrinar.
El nuestro, que también es un peregrinar hacia la tierra prometida, que es pasar por esta tierra, que es nuestro desierto, digamos, y también tenemos que ir acompañados por el Señor.
El Evangelio ya recoge una primera peregrinación de Jesús cuando tenía 12 años, de Nazaret a Jerusalén.
¿No anunciaba ya, ese cumplimiento de la peregrinación que haría ese Domingo de Ramos?

Por aquel entonces, habiendo llegado a la ciudad santa en compañía de su madre y de José, Jesús se sintió llamado a detenerse en el templo para «escuchar y preguntar» (Lc 2, 46)

DOMINGO DEL MESÍAS

Recoge el mismo san Lucas; les preguntaba a los doctores acerca de las cosas de Dios.
Esa primera peregrinación lo implicó profundamente en la misión que marcaría toda su vida
Por eso, no ha de extrañarnos el hecho de que, cuando María y José lo encontraron en el templo, les respondiera de modo significativo al reproche que le dirigió su madre.

«¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lc 2, 49)

Durante los años que siguieron a ese acontecimiento misterioso, Jesús, primero cuando era adolescente y luego siendo ya hombre maduro, subió muchas veces a Jerusalén como peregrino.

Hasta que, el día que hoy celebramos, acudió allí por última vez, por esa razón: la Peregrinación del Domingo de Ramos, fue una peregrinación mesiánica, en sentido pleno.

Domingo de ramos

En la que se cumplieron los oráculos de los Profetas, en particular el de Zacarías que anunciaba la entrada del Mesías en Jerusalén, montado en una cría de asna.

RAMOS A JESÚS

Esto se lee en el capítulo noveno del libro de Zacarías, rodeado -decía también- el mismo profeta; por la multitud que lo aclamaba, por haber reconocido en Él, al enviado del Señor.
Precisamente por eso, en el camino que Jesús estaba recorriendo, los discípulos y la gente extendían sus mantos, arrojaban palmas y ramos de olivo.
Y los saludaban cantando con entusiasmo palabras de fe y esperanza: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!
Esto sucedió antes de la fiesta de Pascua, pocos días después, las aclamaciones de júbilo que habían acompañado la entrega de Cristo peregrino a la ciudad Santa, se transformarían en un grito rabioso: ¡Crucifícale, Crucifícale!

“Señor, ahora que estamos por iniciar la semana santa, te pedimos que nosotros nunca cambiemos el grito de reconocerte en la mitad del mundo, por el grito de quererte crucificar.
Que tengamos esa plenitud de vida, que nos lleva a tener esos ojos sobrenaturales, frente a todos los acontecimientos de nuestra vidavida.

DOMINGO DE FE

Que cuando te veamos cerca del dolor, cuando veamos que las situaciones que tenemos que vivir nosotros están rodeadas de problemas o que no parece que tienen solución, que nunca perdamos la fe en Ti, Señor.
Que veamos esa, como una posibilidad de estar más cerca de tu cruz, como decía san Josemaría: «In laetitia, nulla dies sine cruce!» ¡En alegría ningún día sin cruz!
La cruz, Señor, es una manifestación de que Tu estas cerca, nunca gritemos que queremos que nos quiten la cruz, al contrario, queremos tener la cruz para estar más cerca de Ti.
Recordemos, comienza la semana santa y esa entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y para ello elige una cabalgadura muy pobre, muy sencilla, un borriquillo.
No era un caballo, no era un elefante para llamar la atención, sino sobre el animal común que utilizaban los habitantes de ese lugar.
El burro tiene mucha connotación en las sagradas escrituras, y también le gustaba mucho a san Josemaría.

Ya al final de su vida, durante una breve estancia en Madrid, una vez que estaba con tres o cuatro hijos suyos, que le contaban cosas diversas.
Uno de ellos, estaba muy cerca de él, le escuchó con claridad como san Josemaría musitaba varias veces en voz muy muy baja, las palabras del Salmo 72, que dicen:

ut iumentum factus sum apud te!

“Como un borriquillo me has hecho cerca de ti”, y esta meditación profunda ahí están como los dos extremos del Arco.

DELANTE DE TI, LO PUEDO TODO

Iumentum, o sea, “como un burrito”, pero luego: apud te!: “ante ti”. Esa es la pértiga audaz, para saltar desde un sincero complejo de inferioridad, hasta el endiosamiento bueno.
Soy un burro, pero estoy delante de Ti, y si estoy delante de Ti, Señor, lo puedo todo.

Nunca le habían gustado los gestos aparatosos a Jesús, y Él va en el más humilde de todas las cabalgaduras, también para que se cumplan las escrituras.
Pero celebramos esa entrada triunfal, podemos imaginarnos la escena: júbilo, entusiasmo que va en aumento, la gente va cortando ramas y las extiende en el suelo.
Igual hacen con los mantos, hasta que las multitudes empiezan a entonar un canto, que es claramente un canto mesiánico: ¡Hosanna al Hijo de David!
Es que después de tantos siglos de espera, ha llegado por fin El Mesías, El Rey de Israel.
Que él mismo dirá:

“Si callan ustedes hablarán las piedras”. (Lc 19, 40)

PROCLAMADO CON RAMOS

Podríamos pensar ¿Qué pensaría ese borriquillo? A san Josemaría le gustaba considerarse como un borriquillo, porque fue el trono de Jesús en Jerusalén.
Llevar a Cristo por las calles y las plazas del mundo, de nuestras ciudades, para que los demás hombres le aclamen, le quieran.

El burro sabe que los aplausos y los vítores no son para él, sino para Cristo. Un burro no sirve para mucho, es poca cosa, el símil es muy válido, eso somos nosotros.
Señor, que nos veamos así, como un pequeño burrito, que son muy muy poca cosa, humildad.

Humildad como la del borrico, que camina llevando su preciosa carga, sin preocuparse de los aplausos y de los gritos, porque él mismo se conoce a sí mismo, sabe cuáles son sus límites.

No como nosotros que nos mostramos a veces vanidosos y soberbios, cuando buscamos sobresalir, llamar la atención, que los demás nos admiren.
Tal vez podemos decir: no lo busco directamente, pero a veces sí que lo echamos de menos.
Esa soberbia, esa vanidad que nos puede ir como corroyendo el alma, si eres muy soberbio, quieres que los aplausos sean para ti y no solo que Dios se luzca.
Por eso, Señor, en este rato de oración, te decimos que queremos ser tus borriquillos, que queremos llevarte encima nuestro, ir llevándote para que la gente te conozca, Señor.

AMOR A LA CRUZ

Queremos saber que todos los aplausos y que las cosas buenas, no son por nosotros, son por Ti.
Tú, que has querido enseñarnos que el camino a la cruz es el camino a la salvación, que tener la cruz en nuestras vidas es tenerte a Ti de otra forma.
La cruz, que importante es querer la cruz, hemos hablado de ser peregrinos, después de ser borricos, ahora del amor a la cruz.

Cuentan que, en los años 50, a una persona le dieron una condecoración civil y durante una tertulia esa persona con san Josemaría, este era militar de profesión, le da la enhorabuena por esa cruz recibida.

Y el padre sonríe, pero no pierde la ocasión de dejar las cosas claras, le dice a ese hijo militar suyo: para ustedes los militares esto de las condecoraciones, es una cosa interesante.
-Con gesto expresivo y simpático, se señala en la pechera de la sotana, como “imaginarias insignias”, así como si luciera con orgullo una colección de medallas placas y grandes cruces.

Pero le dice luego san Josemaría a ese hijo suyo: -Para mí no, y a mí, y sé que a ti en el fondo también, solo me interesa una Cruz, la santa Cruz.
Y esa es la cruz que nos tiene que interesar, esta es la cruz con la que se encontrará Jesucristo en su camino a la Pasión.

RAMOS EN DOMINGO

Ahora, vamos a seguir sacando consecuencias de esta escena: “humildad”.
Otra: cada uno de los cristianos puede y debe convertirse en un trono de Cristo, como el borriquillo.
Aquí también las palabras de un santo moderno: “Si la condición para que Jesús reinase en mi alma, fuese contar previamente en nosotros con un lugar perfecto, tendríamos razón para desesperarnos”.

Sin embargo, Jesús se contenta con un pobre animal por trono. Podemos ser apóstoles, mostrar a Cristo a los demás.
Señor, que seamos como ese borriquillo que no se hace el interesante, que sabe que lo importante es llevarte a Ti encima.
Queremos en esta semana santa, pedirte que nos ayudes a ser más humildes, a ir a la raíz de la humildad.

Antigua guatemala ñ, domingo de ramos

Hemos leído el Domingo de Ramos toda la Pasión, porque la Iglesia quiere que la tengamos muy presente en nuestra mente, todo lo que ha sufrido y hecho que el Señor nos consiga la salvación.
Podríamos preguntar: ¿Y yo qué hago por Ti, Señor? Pues puede parecer que mucho, si intentamos entregarnos, si intentamos hacer las cosas bien, pero ¿Respondemos a tanto amor de Dios?
Eso lo tenemos que ir viendo, cómo lo intentamos hacer en nuestra vida, porque muchas veces no es fácil.

UN BURRITO ATADO

Recordar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, dice san Lucas, que es el evangelista que seguimos en este ciclo C:

“Al acercarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: «vayan al caserío que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un burrito atado, que nadie ha montado todavía; desátenlo y tráiganlo aquí. Y si alguien les pregunta: ¿Por qué lo desatan? Díganle: El Señor lo necesita.” (Lc 19, 29-31)

Luego apunta san Lucas:

Fueron y encontraron todo como el Señor les había dicho. (Lc 19, 32)

De nuevo “el burro”, qué pobre cabalgadura elige nuestro Señor, y quizás nosotros engreídos habríamos escogido otra cosa, un brioso corcel, por ejemplo, o tal vez un caballo grande.
“Ande o no ande, un caballo grande”, decía mi abuela, y esto es real, a veces uno lo que busca es lucirse.
A veces esos caballos grandotes, esto no se ve tanto ahora, pero yo recuerdo en la hacienda, era típico, que el caballo más grande, aunque era el más llamativo, solía ser el más patoso, que era más más complicado de montar.

CRITERIOS DIVINOS

Tenemos que intentar hacer como Jesús, ir a lo humilde, Jesús no se guía por razones meramente humanas, sino que elige con criterios divinos.
Esto sucedió, también lo anota san Mateo,

“Esto sucedió para que se cumplan las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito hijo de animal de yugo.” (Mt 21, 4-5)

Jesucristo, que es Dios, se contenta con un borriquito por trono. Y nosotros que somos nada, nos mostramos a menudo vanidosos y soberbios, buscamos sobresalir llamar la atención.
Tratamos de que los demás nos admiren, incluso a veces que nos que nos alaben.
¡Ser burritos! San Josemaría decía de él, que era un burrito sarnoso, que no valía nada.
Pero como la humildad es la verdad, reconocía también, que era depositario de muchos dones de Dios.

SANTIFICAR DOMINGO Y FIESTAS

Especialmente del encargo de abrir caminos en la tierra, mostrando a millones de hombres y mujeres, que pueden ser santos en el cumplimiento del trabajo profesional y de los deberes ordinarios.
“Jesús, entras en Jerusalén sobre un borrico, y seguramente quieres que saquemos consecuencias de esta escena, que cada cristiano puede y debe convertirse en tu trono, Señor.

Por lo tanto, podemos pensar que vale la pena dejarle tomar posesión a Jesús de nuestros pensamientos, de nuestras palabras, de nuestras acciones.
Desechemos sobre todo el amor propio, que es el mayor obstáculo al reinado de Cristo, que seamos humildes, sin apropiarnos méritos que no son nuestros.

Se imaginan ustedes lo ridículo que habría resultado al borrico, si se hubiera apropiado de los vítores y aplausos que le dirigían al maestro, ¡completamente ridículo!

Juan Pablo II comentando esta escena evangélica, nos recuerda que Jesús no entendió su existencia terrena como búsqueda del poder, como afán de éxito o con ganas de hacer carrera o incluso como voluntad de dominio sobre los demás.

CONDICIÓN DE SIERVOS

Al contrario, renunció a los privilegios de la igualdad con Dios, asumió la condición de siervos haciéndose semejante a los hombres.

Obedeció al proyecto del Padre hasta la muerte en la cruz, la semana santa nos ofrece la ocasión de revivir los momentos fundamentales de nuestra redención.
Pero no olvidemos que, para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana Santa, es necesario que penetremos antes en su holocausto.

Que sintamos una sola cosa con Él: ¡Él que está muerto en el Calvario! para eso nada mejor que caminar de la mano de María.

Que María nos sostenga la gracia, de que estos días dejen una huella profunda en nuestras almas, para que sean para cada una y para cada uno. Es ocasión de profundizar en el amor de Dios, para poder así mostrarlo a los demás.


Citas Utilizadas

Is 50, 4-7
Sal 21
Fil 2, 6-11
Lc 22, 14 – 23-56

Reflexiones

Ayúdanos Señor, a nunca perder la fe en Ti, y a tomar nuestra cruz con alegría y amor.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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