¡HA RESUCITADO!
¡Felices Pascuas de Resurrección para todos en 10 minutos con Jesús! Verdaderamente Jesús ha resucitado. Es el Señor. ¡Aleluya! A Él la gloria y el poder por toda la eternidad. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Verdaderamente ha resucitado!
Así comienza la Misa de hoy, y lo cuenta el queridísimo san Juan. Lo llamo así porque no abandonó nunca a la Santísima Virgen y eso le dio fuerzas también a Él para dar la cara por su Señor. Por ti, Jesús.
¡Cómo nos enorgullece a los jóvenes la figura de San Juan! A él encomienda la Iglesia toda la labor que haces con los jóvenes.
Pero antes de escuchar lo que nos dice san Juan en el Evangelio, te quiero proponer que le pidamos luces al Espíritu Santo para que nos guíe en este rato de oración y para que nos guíe en esta Octava de Pascua.
UNA FIESTA GRANDE
Esta fiesta tan grande, tan grande, que la vamos a extender por ocho días. Así lo hacemos año tras año y queremos que, en estos ocho días, Señor, estés muy cerca de nosotros.
Así ya resucitado, que nos des luces, nos des mucha fuerza para renacer Contigo. Renacer a una vida nueva. Te pedimos eso en este rato de oración.
Cuenta san Juan:
“El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús amaba.
Y les dijo: – Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro.
Se adelantó y llegó primero al sepulcro. E inclinándose, vio los lienzos tendidos, pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él, y entró en el sepulcro. Vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.
MOVERNOS PARA CREER
Eso nos dice hoy san Juan en el Evangelio. Señor, lo primero que quería considerar en este rato de oración, en estos 10 minutos, es que hay que moverse para creer. No vale la pena, no vale solamente una actitud pasiva.
Dice el Evangelio que fueron corriendo al sepulcro, fueron corriendo a comprobar que Jesús había resucitado como lo había ya profetizado, como lo había anunciado a sus discípulos y a las santas mujeres.
Por eso, Señor, te pedimos también correr… Correr hacia Ti para encontrarte ya resucitado. Todos los planes de Dios son perfectos.
Ya no está en el sepulcro, pero… ¿Dónde está? Se apareció a su Madre Santísima. Se apareció a María Magdalena, también a Pedro y a los demás apóstoles. ¿Qué habría sido de la resurrección sin las apariciones?
SER TESTIGOS
Estas mujeres y los apóstoles se convirtieron a partir de ese momento en testigos. ¡Qué fuerza tiene esa palabra! ¡Testigos! Eso somos los cristianos: testigos. ¿Pero testigos de qué?
Pues te dejo un rato para que vayas meditando también, qué significa ser testigo y para que vayas preguntándote tú, cómo puedes ser testigo de la Resurrección de nuestro Señor…
Dice la Primera Lectura de la Misa de hoy en los Hechos de los Apóstoles:
“A este lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestar así no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios,
a nosotros que hemos comido y bebido con Él después de su resurrección de entre los muertos”.
El ser testigos tiene una fuerza impresionante, pero Señor, me voy a permitir poner algunos ejemplos, ejemplos muy de aquí de esta tierra.
EJEMPLOS DE ESTA TIERRA
Alguien podría decir: Estuve en el partido de Djokovic y Federer en la final de Wimbledon el año pasado… O, estuve presente en la llegada a la meta en Lagos de Covadonga en la Vuelta a España de el año 2018… Ser testigo tiene mucha fuerza, ser testigo genera una gran credibilidad.
O como me pasó esta semana en el chat de mis mejores amigos, que uno nos sorprendió diciendo lo siguiente: Pasé con coronavirus desde el 23 de marzo hasta ayer. Ahora estaré 15 días más, aislado en la habitación.
Nos dijo que no nos contó porque primero pensó que era una gripecita y luego para no alarmar con la saturación del chat y el estrés que se mueve diariamente…
Se lo agradecimos, pero también le reclamamos un poco porque éramos sus mejores amigos. Por lo menos yo lo reclamé, y me llamó la atención lo que le respondió otro de los amigos que estaba ahí en el chat.
SER SOBREVIVIENTE
Le decía: ¡Qué berraquera! (una expresión muy de aquí) ¡Ya puedes contar que sos un superviviente de la pandemia!
Claro, nosotros podemos decir en un futuro: estuvimos en el momento de la pandemia del coronavirus. Te pedimos Señor, que todos superemos esta pandemia con Tu ayuda, bendición y protección.
Pero te quería -con este pequeño ejemplo-, simplemente ilustrar lo que significa ser testigo, testigo de algo.
Nosotros somos testigos de la Pasión de nuestro Señor. Somos testigos también de su gloriosa Resurrección.
TESTIGOS DE AMOR
Pero si uno pregunta a los apóstoles, de qué eran testigos, ellos sobre todo iban a decir: Somos testigos del amor. Somos testigos de cómo hablaba Jesús.
Somos testigos de la fuerza de su Palabra. Somos testigos de sus milagros, de sus milagros con los más pobres, con los enfermos y los necesitados.
Somos testigos del cariño que tuvo con Zaqueo. Somos testigos de cómo escogió a los más pobres de este mundo: pescadores. A Mateo, un recaudador de impuestos y un joven apenas adolescente. Somos testigos de todo esto.
Por eso el Señor ahora nos pide que seamos testigos de su gloriosa resurrección. Así, siendo testigos de lo que significa ser un cristiano, un seguidor de Cristo, un seguidor en ese mandamiento del amor que hemos tenido muy presente estos días:
“Amaos los unos a los otros, como yo los he amado”.
Así como yo los he amado hasta el extremo, hasta la obediencia, hasta la muerte y muerte de cruz y Señor.
LAS SANTAS MUJERES
En ese “ser testigo” es muy importante la alegría de estas Santas Mujeres, las primeras que fueron testigo de esa gloriosa resurrección. Corrieron llenos de alegría y llenas de alegría, sobrecogidas de emoción, porque Tú habías resucitado.
Y así comenzó ese primer grupo de cristianos a ir por todo el mundo, con el corazón lleno de alegría, con el corazón lleno de amor, demostrando lo que significa ser un cristiano.
Déjame también me sirvo de la Segunda Lectura de la misa de hoy, que es de san Pablo a los Colosenses.
San Pablo también es testigo de la resurrección. No la vio. No vio el sepulcro vacío. Pero como todos nosotros, él se siente testigo de esa resurrección.
Les dijo a los Colosenses:
“Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Aspirar a los bienes de allá arriba, no a los de la tierra”.
CULTIVAR TESOROS PARA EL CIELO
Y así vamos terminando este rato de oración, estos 10 minutos con Jesús. Jesús, queremos vivir una vida nueva, una vida nueva de testigos de tu amor, de tu misericordia por nosotros.
Con esa alegría queremos vivir esta Octava de Pascua. Quería resumir, Señor, un poco los puntos que hemos tratado Contigo hoy en la oración. Hay que moverse para creer, hay que echar a correr. No vale una actitud pasiva.
Segundo, somos testigos de fe, de alegría, de esperanza, de amor. Todos los cristianos tenemos esa tarea.
Y finalmente, Jesús, nos proponemos buscar los bienes de arriba, cultivar tesoros para el Cielo, donde Tú nos esperas: Glorioso y junto a tu Madre, nuestra Madre, porque nos la diste al pie de la Cruz.