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¡VEN, SEÑOR JESÚS!

EDUCACIÓN

UNO COMO NOSOTROS

Hoy vamos a oír en el Evangelio de la santa misa, como Tú, Señor, tienes detalles de educación, que en esto también eres ejemplar para nosotros. 

Dice así san Marcos:

«Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente». 

Siendo la persona más importante de la reunión si llama un poquito la atención Jesús, que te entretengas en esto.

Nos parece normal, porque la verdad es, que todo anfitrión con educación, toda persona que recibe a gente en su casa o en una reunión que él ha organizado, pues si se detiene a despedir a la gente, o la recibe cuando llegan. 

Eres una persona como nosotros, Jesús. Y ahora en la Navidad, nos lo has querido recordar, para que nosotros también a la hora de verte así, encarnado, hecho una persona nos planteemos cosas grandes,

Pensar cómo podemos parecernos más a Ti en esa paz, en esa humildad, que son virtudes importantísimas, características muy Tuyas, Pero detalles de educación también. Una persona educada, eso has sido Tú. 

«…Mientras Él despedía a la gente».

Vamos a pensar, hermanos míos, que ahora hacemos la oración juntos, las veces en las que en realidad, con estos detalles de cortesía somos conscientes de estar haciendo lo que el Señor Jesús haría y hacía para que esos detalles de educación, de cortesía, sean también un modo de rezar, un modo de agradar a Dios. ¿Estoy haciendo lo que te gusta, Señor? ¿Estoy siendo educado?

SE FUE A ORAR

Dice después el evangelista:

«Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar».

Bueno, y esto ya nos suena mucho más propio de Ti, Señor, mucho más ejemplar, pero está al mismo nivel de lo anterior. 

En un renglón dice que Tú, Jesús,

«mientras despedías a la gente».

Y en otro renglón dice

«se fue al monte a orar»

Son enseñanzas Tuyas. Quizás se nos queda más grabado la importancia de rezar, pero ahora queremos aprovechar la cercanía de la Navidad para recordar que el ser humano, en la medida en que es más humano, que es mejor humano, se parece también a Ti y por lo tanto es más cristiano. 

Es más parecido a Cristo, no solo cuando reza, sino siempre, siempre que se cultiva como humano. 

Sigue el Evangelio: 

«Al atardecer estaba la barca en medio del mar y él solo en tierra». 

Estos momentos de soledad, que permiten efectivamente poner orden en la cabeza, a veces también en la agenda y que permiten el diálogo Contigo, Jesús. Sí, también esto nos lo enseñas con tu ejemplo. 

Sigue el Evangelio:

«Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario. A eso de la cuarta vigilia de la noche, viene hacia ellos caminando sobre el mar, y quería pasarles de largo».

SER COHERENTES

 Nosotros leemos la Sagrada Escritura entendiendo su sentido literal, pero también su sentido simbólico. 

Y aquí describe un desplazarse cansado, esforzado, viendo que ellos se fatigan remando. Es un desplazarse esforzado. ¿Y la causa? Pues el viento les era contrario. A eso de la cuarta vigilia de la noche. O sea, siendo oscuro. 

Esta descripción es forzada, pues coincide con la vida de cada uno de nosotros. Todos tenemos que ir un poquito haciendo ese esfuerzo, porque desde el pecado original, Tú, Señor, has dicho que las cosas las vamos a lograr con el sudor de nuestra frente.

Y no tanto porque sintamos calor, sino porque nos esforzamos, y entonces sí nos reconocemos a veces en esa marcha fatigosa, remando contracorriente, porque el viento está en contra y es de noche. 

¿Cuántas veces sentimos que cuesta hacer las cosas bien? ¿Cuesta ser coherentes con nuestros principios, ser coherentes Contigo, Señor? Sentimos a veces esa soledad, ese esfuerzo, ese viento contrario. 

Y dice el Evangelio:

«Viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo». 

Tú eres el que te acercas, Señor. Y a nosotros nos toca como a ellos, reconocerte. 

Dice:

«Pero ellos, viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él al instante les habló diciéndoles: —Ánimo, que soy yo, no temáis». 

JESÚS CON NOSOTROS

Yo creo que ésta es como la primera expresión que Tú tienes, Señor, cuando pasas cerca de cada uno de nosotros. Son palabras de aliento, son palabras de seguridad, de confianza, y nos recuerdan que Tú estás con nosotros. 

“El Señor esté con ustedes”, decimos los sacerdotes a los demás en la Santa Misa, y es un deseo que se cumple. 

En realidad, Tú te acercas siempre, Señor. Y nosotros a veces te descubrimos. A veces nos puede pasar como a los apóstoles, que sentimos un poquito de miedo ante esta presencia, pero sobre todo, si estamos despistados. 

Entonces te acercas. No nos miras con indiferencia, sino que desde lejos te acercas. Y cuando estás cerca, nos das aliento, ánimo. Qué bueno que nos lo digas ahora, Señor comenzando este 2025. A todos nos lo estás diciendo: —No temáis, no tengan miedo. Vamos a enfrentar este día. Vamos a enfrentar este mes. 

LES DA TRANQUILIDAD

Y dice:

«Subió entonces donde ellos a la barca y amainó el viento. Y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada». 

Tú entras, Señor, a nuestra vida, Tú entras a nuestro corazón. Tú entras en nuestro cuerpo cuando comulgamos y desde ahí nos das paz. 

Amainó el viento y quedaron en su interior, completamente estupefactos, asombrados, pero llenos de paz. 

Pues nosotros queremos vivir ese recorrido, Señor, y sentir la gracia de Tu compañía, de tu aliento, de tu paz. 

En realidad, no hay otra fuente de todas estas cosas bonitas, sino Tú. No te queremos soltar nunca, no te queremos dejar lejos. Además, sabemos que Tú eres el que te acercas. ¡Ven, Señor Jesús!

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