HABLAR CON DIOS
En estos 10 minutos con Jesús de oración lo primero que hacemos siempre es pedirle ayuda al Espíritu Santo que nos dé el don de piedad: “Ven Espíritu Santo, dame el don de piedad, ayúdame a hacer oración. Ayúdame a hablar con Diosaunque sea en frases cortas”.
La oración, lo hemos visto muchas veces, no consiste en hacer diálogos largos o monólogos largos, discursos largos. La gente cuando hablaba con Jesús le decía cosas muy concretas: “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí que soy un pecador. Señor ayúdame a ver. Señor estoy sucio, cúrame”.
Las frases que le dirigía la gente a Jesús eran muy cortas. Nadie le hacía discursos largos, nadie le contaba su currículum vitae, sus antecedentes, su historia para después pedirle lo que necesitaba, simplemente le pedían. “Jesús enséñanos a rezar”.
Cuando los discípulos se dan cuenta que Jesús rezaba muy bien y les dio un poquito de cosa que ellos no supieran rezar, lo que hicieron fue decirle con una sencillez enorme: “Jesús enséñanos a rezar porque no sabemos cómo”. Se dan cuenta que no tienen fe: “Señor auméntanos la fe, ayuda a nuestra incredulidad”.
CONTARLE NUESTRAS COSAS
“De esta manera Jesús te pedimos que nos ayudes a hablarte, a decirte qué es lo que necesitamos. Señor hoy necesito que me ayudes a rezar un poco mejor; necesito que me ayudes a tener un corazón más blando, a ser menos duro con esta persona, con esta otra; necesito que me ayude a no ser indiferente porque estoy tratando a este hermano, a esta persona, a este amigo o vecino o compañero de trabajo con indiferencia; o me estoy burlando de esta persona en mi corazón, la menosprecio.
Señor ayúdame a vencer la sensualidad, ayúdame a vencer la pereza, ayúdame a vencer la envidia que tengo de esta persona de los bienes que tiene, los que yo no tengo. Lo que sea que necesitemos. Pidámosle a Jesús que en este rato de oración nos conceda el don de piedad para hablarle, que es lo más importante”.
EL ADMINISTRADOR INFIEL
El Evangelio de hoy nos recuerda lo siguiente dice:
“En aquel tiempo había un hombre que tenía un administrador, este hombre era rico, al administrador lo acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es esto que estoy escuchando de vos? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando.
El administrador se puso a pensar para sí: ¿Qué voy a hacer porque mi señor me quita la administración? Cavar, no tengo fuerzas; mendigar, me muero de vergüenza.
Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración encuentre a alguien que me reciba en su casa. Y así fue llamando uno a uno a todos los deudores de su amo y les dijo: ¿Vos cuánto le debes a mi amo? Respondió: Cien barriles de aceite. Le dijo: Toma tu recibo apúrate, siéntate y escribe cincuenta.
Después le dijo a otro: ¿Tú cuánto debes? Yo debo cien fanegas de trigo. Toma tu recibo y escribe ochenta. El amo alabó al administrador injusto porque había actuado con astucia; ciertamente los hijos de este mundo son más astutos por su propia gente que los hijos de la luz.
Yo les digo: Gánense amigos con el dinero de iniquidad para que cuando les falte lo reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho. El que es infiel en lo poco, también es infiel en lo mucho”
(Lc 16, 1-10).
SABER RECONOCER
Jesús con este Evangelio nos recuerda muchas cosas. La primera, es que nos va a pedir cuenta de nuestra administración. Cuando estamos administrando mal el tiempo que nos ha dado; cuando estamos administrando mal la inteligencia que nos ha sido concedida; cuando estamos administrando mal la capacidad la misericordia, la capacidad de perdón, la capacidad de compasión. Jesús nos va a pedir cuenta de eso.
Y podemos hacer dos cosas. Una, reconocer nuestra ineptitud, nuestra fragilidad, nuestro pecado por decirlo de alguna manera y decir: “Señor perdóname, use mal de mi inteligencia y le use para pensar mal. Use mal de mi corazón y me dediqué a criticar a este amigo porque tiene un defecto, hizo algo que me pareció ridículo, inapropiado, inadecuado y hable mal de él con otro compañero, con otro amigo y le sacamos el cuero (como decimos en Argentina) lo criticamos, lo calumniamos.
Hice mal uso de ese bien que me diste que fue mi corazón. Lo usé para criticar, lo usé para dañar, lo usé para matar. Cada vez que calumniamos, cada vez que difamamos a alguien estamos causándole una herida.
SE BIFURCA EL CAMINO
Por eso Jesús cuando cometemos un pecado, un error, cuando nos salimos del camino, siempre nos recuerda que se bifurca el camino en dos. Podemos volver y decir: “Señor pequé, ten piedad de mí, ten misericordia de mí, me equivoqué, permitirme volver. Soy como esa oveja que se ha perdido descarriada y que necesito que vuelvas a colocar sobre tus hombros de Buen Pastor y me lleves de vuelta a casa para poder ser curado”.
O podemos hacer, como dice el Evangelio, este hombre astuto, pero astuto para la maldad. La astucia para la maldad es una astucia de pie corto porque termina siendo mentira, termina en el engaño. Podemos decir: “Señor, en realidad tengo razón, está bien haber criticado, está bien haber tenido bronca, esta persona se lo merecía”.
Intentar justificar nuestro error. Podemos hacer como este pobre hombre que narra el Evangelio, que empieza siendo esa especie de artimaña para que lo reciban después en otros trabajos en desmedro de los bienes de su señor porque empieza a falsear todos los recibos; al que debía cien le dice, ahora vas a deber setenta. El que debía sesenta y le dice ahora vas a deber treinta. Y así va falseando residuos para conseguir que después lo contrate alguno de esos corruptos, tan corrupto como él.
Por lo tanto decide hacerse amigo de la corrupción y la corrupción nunca va a generar amistad. De la corrupción nunca puede salir misericordia, de la corrupción jamás saldrá caridad. Por eso nadie puede ser amigo de un narcotraficante, de un mafioso, de una persona mala, de un político corrupto. Un político corrupto nunca podrá tener amigos buenos, jamás, nunca, porque ha generado pequeños monstruos. Son personas peores que él, por lo tanto lo van a traicionar. Como él ha traicionado será traicionado.
ELEGIR EL BIEN
Este administrador infiel que engaña a su señor y pretende hacerse pasar por vivo engañándolo, falseando esos recibos, va a terminar cosechando obviamente lo que ha sembrado, que es su propia estupidez, su propia locura, su propio mal, su enfermedad. Su enfermedad moral que lo va a llevar a la incapacidad para el bien.
Cuando alguien elige ese camino termina siendo incapaz. Incapaz de tener amigos, incapaz de tener familia. Por eso las personas que hacen el mal como un narcotraficante, un corrupto, un ladrón convencido, no pueden hacer el bien. Se han incapacitado para hacer el bien, no pueden tener familia, no pueden tener amigos, se han salido del camino.
Este pobre administrador no puede volver al camino del bien. Si no nos convertimos, ante la bifurcación que se abre ante el pecado cuando lo comentemos, si no volvemos a Dios, si no le pedimos que nos perdone el pecado, que nos cure, que nos lave el corazón, que nos cambie el corazón, no tenemos opción, nos vamos a caer en el pozo de la maldad.
Pidámosle siempre a Jesús que sepamos volver. Que cuando hemos metido la pata, cuando nos hemos salido del camino, volvamos a Él y le digamos: “Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí” Con esa sencillez nos ponemos de vuelta en el camino y Jesús nos carga sobre sus hombros.