No sé si lo sabías, pero san Josemaría no es que fuera muy deportista. ¡Qué le vamos a hacer! No se puede ser todo en esta vida. Pero, eso no impedía que encontrara formas de descansar.
En alguna época practicaba uno de esos juegos que no necesitan ni
“cancha ni pista especial: le bocce (las bochas). Un juego de bolas cuya gracia consiste más en el tino que en la fuerza y que exige agacharse, arrojar las bolas, levantarse…
Como el «terreno de juego» es el puro campo, de tierra suelta y se levanta mucho polvo con le bocce, para jugar las partidas se cambia cada día de arriba abajo: se quita la sotana y se pone unos pantalones más viejos, una camisa usada y unas zapatillas negras de lona.
Le bocce no se le dan demasiado bien. Pero son partidas a cuatro, por parejas y eso tiene su emoción de rivalidad. San Josemaría suele jugar con el arquitecto Javier Cotelo -miembro de la Obra que, durante los viajes, conducía el carro-, frente a Álvaro del Portillo y Javier Echevarría.
Este tándem gana, de todas, todas. Es divertido ver cómo se las ingenia san Josemaría para poner algún hándicap a los vencedores natos. A veces, cuando les toca lanzar la bola, les empuja levemente para que desequilibren el tiro.
– ¡Eso no vale, Padre! ¡Eso es trampa!
– ¡Hombre, Álvaro, esto es parte del juego…! ¿No presumís de que lo hacéis tan bien? ¡Pues alguna dificultad teníais que tener…!
En otra ocasiones, si alguna bola de las de su equipo queda muy alejada del ‘premium’ y no puntúa, Escrivá la coge y, fingiendo un «pase mágico», dice con pillería: «¿Os creíais que esta bola estaba aquí? Pues no. Está… ¡aquí!». Y, con todo descaro, la coloca mucho más cerca.
Son bromas para hacer más simpático el rato de deporte. (…)
Un día están jugando largo rato ya las dos parejas. Queda una bola por tirar: la de san Josemaría. Con suerte podría llevarse la puntuación máxima, si lograra situarla de un golpe diestro junto a la bolita ‘premium’.
San Josemaría lanza. Y, ante el asombro de todos, incluso de él mismo, la bola queda al lado de la bolita ‘premium’.
Entonces, con expresión de niño «convicto y confeso», declara allí, sobre el terreno: –No lo vuelvo a hacer… Esto de ahora es peor que las trampas de siempre… ¿Os confieso lo que he hecho?
Los otros tres le miran expectantes. Él baja la voz, como avergonzado por lo que va a decir: –Antes de tirar la bola, me he encomendado con fuerza al ángel custodio, para que me saliera bien… Pero ahora me doy cuenta de que es una simpleza meter al custodio en un juego que no tiene la menor trascendencia”
(El hombre de Villa Tevere, Pilar Urbano).
¡Se lo había pedido a su ángel custodio y este lo ayudó!
ANIVERSARIO
¿Por qué te cuento esto? Porque hoy es aniversario de la fundación del Opus Dei y es, al mismo tiempo, fiesta de los santos ángeles custodios.
La coincidencia no es casualidad. El ángel custodio de san Josemaría había visto mucho más que juegos de bochas y le había asistido en tantas cosas, incluida (es evidente por la fecha) la fundación del Opus Dei.
Seguro que su ángel se divertía con todas las cosas suyas, pequeñas y grandes. Pero, no te equivoques, ¡el tuyo también! Tu ángel custodio también.
Dices hoy Jesús, en el Evangelio, hablando de los niños que
“… sus ángeles, en los cielos, están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los Cielos”
(Mt 18, 10).
Los ángeles de los niños y de los ya no tan niños. Porque todos tenemos un ángel custodio que, además, hoy está de fiesta. Así que, primero felicítalo y agradécele todos los favores, los cuidados, las sugerencias, asistencias, que ha tenido contigo.
“Y gracias, Jesús, por concederme este privilegio de que haya un príncipe del Cielo que me cuida, me custodia”. En ocasiones puede ser más evidente o llamativa su intervención, pero en la mayoría de las veces pasa desapercibido…
PRÍNCIPES DEL CIELO
Hace algún tiempo predicaba aquí en Hablar con Jesús sobre los ángeles y contaba una anécdota de mi abuela. Y me llamó la atención cómo una de las oyentes compartió un relato de lo que a ella le había pasado hace años. Te lo comparto:
“A mis 16 años tuve algo parecido, pero me estaban persiguiendo unos hombres (dos) cuando iba a casa en la noche y sentí mucho miedo…
Entonces decidí cruzar la calle y apareció un carro, se abrió la puerta y un muchacho vestido de blanco me dijo ‘¡sube!’ Y yo, sin siquiera pensar, subí a ese carro.
Una vez dentro solté en llanto y me dijo: ‘¿esos hombres te querían hacer algo?’ Yo no podía ni hablar… Me dijo: ‘¿dónde vives?’ Yo con señas le indiqué y me llevó a casa. Y me dijo: ‘no vuelvas a salir sola en la noche. Es peligroso…”
Jamás volví a ver a ese carro por el vecindario, ni al muchacho. Eso ocurrió en Bogotá en 1976…”.
¡Vaya manera de lucirse de este ángel custodio!
Pero, te decía, la mayoría de las veces sus favores pasan desapercibidos. Más de uno te vendrá a la mente que tu ángel haya tenido contigo si haces memoria… Favores discretos, pero muestras de un cariño y cuidado increíbles.
No se trata de cosas aparatosas.
COMPAÑÍA DE UN ÁNGEL
Por eso te quería recordar lo que el Papa Francisco le comentó a la gendarmería vaticana (la guardia suiza) en un encuentro rutinario en el que les dirigió unas palabras llenas de afecto.
“El Papa Francisco saludó cariñosamente a los protectores de ese pequeño y peculiar estado que es la Ciudad del Vaticano. Se preguntó a viva voz quién será capaz en estos días de atacarles.
Ya no hay ladrones que hurten sus tesoros, ni delincuentes que abran boquetes en los muros. Tampoco parece probable que vuelva un Napoleón a tomar la ciudad y secuestrar al Romano Pontífice. Al menos a corto plazo.
Entonces, ¿cómo defender la ciudad del enemigo? Lo primero debe de ser, por tanto, identificar a aquel que sacude la ciudad del Vaticano con sus hostilidades. ¿Quién es ese personaje? ¿Cuáles son sus huestes?
‘La guerra hoy, al menos en este lugar, se hace de otro modo -afirmó el papa Francisco- es la guerra de la oscuridad contra la luz; de la noche contra el día’ (Papa Francisco, Discurso, 28-9,2013). (…)
Por eso, no te olvides que ‘cada uno de nosotros (…) gozamos de la compañía de un ángel, encargado de custodiar nuestra alma en amistad con Jesucristo y la gracia de Dios. (…)
Si nos apoyamos más a menudo en esa persona angélica que Dios ha destinado para la protección de cada uno (…) ellos nos ayudarán.
Cuando vengan malos sentimientos contra alguien o nos asalte la tentación… será el momento de acudir con prontitud al ángel bueno que está siempre cerca de nosotros.
Como reza la liturgia en este día de los ángeles custodios, pidamos que Dios ‘nos conceda experimentar la protección de los ángeles aquí en la tierra y disfrutar, junto con ellos, de la felicidad del cielo’”
(Siempre con Él 1. Tiempo Ordinario. Semanas I-VI, Fulgencio Espa; Antonio Fernández; Fernando del Moral).
No puedo terminar hoy (siendo sacerdote del Opus Dei, como soy) sin agradecer a todos los ángeles custodios y a santa María, Reina de los ángeles, por la fundación del Opus Dei.
Y, de paso, te pido oraciones por esta institución de la Iglesia que procura ser fiel a ese espíritu, a ese carisma, que Dios hizo ver a san Josemaría el 2 de octubre de 1928, fiesta de los santos ángeles custodios.
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