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P. Federico

6 min

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PIES DESCALZOS

¿Qué señal de amor más grande y más conmovedora que el Sagrado Corazón de Jesús podemos pedir? Hoy nos fijamos en sus pies descalzos y su corazón traspasado y le pedimos que nos ayude a identificar nuestro corazón con el suyo.

La gente en el Evangelio pide señales para creer.  Cuántas veces nosotros también pedimos señales…

“Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: “esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra señal que la de Jonás.  (…)

Los hombres de Nínive se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán: porque ellos se convirtieron ante la predicación de Jonás y dense cuenta de que aquí hay algo más que Jonás”

(Lc 11, 29. 32).

Aquí estás Tú Señor.

Cuidado, no vaya a ser que el Señor nos dirija palabras semejantes a nosotros porque, a ver, ¡señales nos sobran!

El 27 de diciembre de 1673, Margarita María de Alacoque, religiosa de la Visitación (a quien la liturgia de la Iglesia celebra hoy), estaba, como de costumbre, arrodillada ante el Señor en la capilla…

“Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. 

El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado”.

Dios Hombre, con corazón… un corazón que es un pozo sin fondo.

“Reposar en tu pecho Jesús, penetrar en la inmensidad de tu corazón…”

Ese era el deseo de san Pablo:

“que Cristo habite por la fe en sus corazones; y que arraigados y cimentados en la caridad, puedan comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la grandeza, la altura y la profundidad del misterio.

Y conocer también aquel amor de Cristo, que sobrepuja todo conocimiento para que se llenen de toda la plenitud de Dios”.

APRENDER A AMAR A JESÚS

¡Gran deseo! Aprender a amar a Jesús, aprender a sondear su corazón, identificarme con sus sentimientos, aprender a querer como Él, a querer con Él…

¿Pienso que ya lo he conseguido…? ¿Dónde tengo el corazón?

“Hace algunos años me llamó la atención la descripción que se hacía en una novela de la joven protagonista: “reía hasta las lágrimas, las mismas que el dolor había producido antes.  Quién sabe si estaban compuestas de lo mismo.

Ningún científico se ocupa de estos experimentos fundamentales.  Lo seguro es que la alegría y el dolor surgen de la misma fuente, el corazón del corazón. (…)

La alegría y el dolor lloran las mismas lágrimas (…) y lo que importa en la vida es mantener intacto ese trocito de corazón tan difícil de alcanzar, tan difícil de escuchar, tan difícil de regalar, porque ahí todo es verdadero””

(Cosas que nadie sabe, Alessandro D’Avenia).

Lágrimas y risas de Jesús, risas y lágrimas tuyas y mías… o una mezcla de ambas.  Esas que salen del corazón y que solo en el corazón se combinan…

¿Qué llevo en el corazón…? ¿Es de nuestro Señor ese “trocito”, ese “corazón del corazón” …? ¿Mis lágrimas y mis risas se identifican con las de Jesús?  Dice santa Maria de Alacoque:

“Él me dijo: “Mi divino Corazón está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”

El Corazón de Jesús se abre y brotan de Él tesoros que quiere regalarnos.

PENSAR EN EL AMOR DE DIOS

el corazón

Que sea nuestra ilusión, la tuya y la mía, meternos en ese corazón, sintonizar con ese corazón, vibrar con ese corazón; latir a su ritmo y con su misma intensidad.

Unos dos o tres meses después de la primera aparición, se produjo la segunda gran revelación.  Escribe santa Margarita:

“El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados y una cruz en la parte superior…”.

Ahí está el corazón, pero es un corazón que sufre.  ¡Le duelen las almas! “Señor, que a mí también me duelan las almas”.

Hoy es un buen día para pensar en el amor de Dios, que no es un tópico, no es una forma de hablar, es una realidad: Dios me quiere a mí…

“Son tantas las veces que, a lo largo de nuestra vida, hemos experimentado ese amor, esa cercanía… y tantas en las que, metido en los propios pensamientos, problemas o circunstancias personales, no hemos sabido descubrirlo…

Jesús tiene corazón, un Corazón de carne que siente, que ama, que se emociona con nuestras cosas y que quiere lo mejor para mí… un Dios en el que puedo apoyarme…”

(Junio 2017, con Él, Fernando del Moral)

ANÉCDOTA

Se me venía a la cabeza aquella esa anécdota que es en verano.

“Estoy dando unas clases sobre el Catecismo de la Iglesia Católica en un pueblecito situado en la sierra (España)

Pasan a verme unos amigos que viajaban de vacaciones, es un matrimonio con cuatro hijos; el pequeño ya habla algunas palabras y está acabando la época de los pañales.

De hecho, Pablo, que así se llama, necesita aprovechar la parada para entrar en “boxes” y cambiar lo que debe ser cambiado (…).

Les dejo mi habitación y, mientras su madre está en plena operación con la colaboración pasiva del niño, éste se fija en el crucifijo que hay en la pared y comenta con las palabras o sonidos esenciales para ser comprendido: “está descalzo”.

Es la preocupación y la advertencia de muchos papás en la época de verano, que los niños no vayan descalzos al salir de las piscinas o playas para no cortarse o clavarse algo que esté tirado por el suelo.

No vio el niño los clavos atravesando los pies del Señor, vio que estaba descalzo.  Tampoco vio los clavos de las manos, ni la herida del costado o la corona de espinas”

(Junio 2019, con Él, Borja Dantart).

Pues hoy nos fijamos en el Corazón, los pies descalzos y el corazón traspasado.

“Meteos en las llagas de Cristo”,

sugería san Juan de Ávila,

“allí dice Él que mora su paloma, que es el ánima que en simpleza le busca”.  “Dentro de tus llagas, escóndeme”, reza una conocida oración. 

También san Josemaría hizo suyo este modo de acercarse a Jesús… en 1933 anotaba en sus apuntes íntimos: “Meterme cada día en una llaga de mi Jesús””

(Nuevos Mediterráneos, Lucas Buch).

METERNOS EN EL CORAZÓN DE JESÚS

el corazón

Hoy es una buena invitación, meternos en el Corazón, en la llaga del costado.

“Quedaba una última revelación.  Posiblemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi.  Una vez, entre otras, escribe en su autobiografía:

“que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, Jesús le explicó las maravillas de su puro amor y hasta qué exceso había llegado su amor para con los hombres, de quienes no recibía sino ingratitudes.

Esta aparición es más brillante que las demás.  Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así, divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor”.

“Eso”, le dice Jesús a Margarita, “fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que, si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más.

Mas solo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien.  Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”.

Eso se lo decía a ella, seguro que nos lo puede decir a nosotros.

“Jesús no reprocha, no echa en cara, no se enfada; solo se entristece al ver que su amor no es correspondido.  Mucha gente, por desgracia” (nosotros incluidos) “sigue teniendo una idea justiciera de Dios y eso le lleva a alejarse, a no querer saber nada; se olvidan de aquella afirmación del apóstol: “Dios es amor””

(Junio 2017, con Él, Fernando del Moral).

¿Dios se siente querido por mí…? ¿Soy, para Él, un descanso, un consuelo…? ¿Qué le digo…?

Acudimos a santa Margarita María de Alacoque y al Corazón Inmaculado de María para que nos ayuden a adentrarnos en el Sagrado Corazón de Jesús.

Esa es la mayor señal: su Corazón que muere por nosotros.

Y, aunque ya me pasé de los diez minutos, antes de terminar, ya muchos sabrán por las noticias de la situación aquí en Guatemala.  Yo les pido oraciones.  Siempre las oraciones nos vienen bien para que todo esto se tranquilice lo antes posible.

Bueno, saludos desde aquí.


Citas Utilizadas

Rom 1, 1-7
Sal 97
Lc 11, 29-32
Cosas que nadie sabe, Alessandro D’Avenia

Junio 2017, con Él, Fernando del Moral

Junio 2019, con Él, Borja Dantart

Nuevos Mediterráneos, Lucas Buch

Reflexiones

Yo quiero reposar en tu pecho Jesús, penetrar en la inmensidad de tu Corazón.

Predicado por:

P. Federico

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