“No sé cómo será mi vida sin el iPhone” es un testimonio de una chica de 20 años que entró en el Carmelo y dejó todo para entrar a hablar con Dios toda su vida. Narra José Fernández Rey Ballesteros en un libro hermoso sobre el comentario del evangelio y la verdad es que también es una historia muy bonita.
Lo dice con sentido del humor. Además, de que obviamente va a extrañar a sus padres, hermanos, amigos, al cigarrillo o a su gato… El tema es que, efectivamente, lo que más iba a extrañar era su iPhone.
Estamos muy cerca ya de Navidad. Estamos por empezar este Triduo de Navidad, que es también muy cercano a esta fiesta tan bonita. Y es fantástico pensar que el Señor se aproxima a la humanidad con esta muchacha desconocida, María. Que ahí en Nazaret, haciendo su rato de oración, en ese pequeño pueblecito de Tierra Santa, con apenas 16, 17 años.
La verdad que, parecería imposible, como en el caso de esta otra chica que entró en el Carmelo con veinte, pero María con sus 16 o 17 años toma el camino del Señor. Ese camino estupendo de vivir llena de fe, pensando en los planes de Dios, amando lo que Dios quería.
En ese camino también podemos nosotros, ahora, recorrer hacia Belén, como lo hizo ella, como vivió María.
El diálogo más importante de la historia tuvo lugar en la casa de Nazaret. Me gusta pensarlo así, porque efectivamente, esta otra chica que también se entregó a Dios, se entregó para hablar con Dios.
EL DIÁLOGO MÁS IMPORTANTE
Pero el diálogo más importante de la historia tuvo lugar entre María y el Arcángel san Gabriel. Muy probablemente, María estaría en oración. Estaría meditando la Sagrada Escritura, estaría hablando con el Señor sobre la salvación.
Y así, Dios le muestra también el plan que tenía para ella. Hoy, en la lectura del evangelio tomada de Lucas, corresponde al relato del anuncio de María que escucha las palabras del ángel.
No es Navidad, pero sí que es importante que también nos metamos en este tiempo. Volvamos atrás a la escena de la Anunciación. Hoy, en este rato de oración, también podemos prepararnos para la Navidad con este contemplar a María, que dijo que sí.
El misterio que celebramos hoy nos habla de la entrada de Dios en el mundo. Es una novedad que tenemos que vivir y predicar. Algo que se venía preparando desde hacía muchísimo tiempo, Jesús vendría al mundo y también viene a tu vida. Viene a Belén.
Nos resulta obvia la respuesta de María y a lo largo de la historia, tanto en la preparación de la venida de Cristo, como durante la misma y después de ella, podemos encontrar un montón de ejemplos de personas que se han entregado a Dios.
Cómo está chica que te contaba, que entró como monja el Carmelo o como María que se entregó del todo o como tantos chicos que se entregan a Dios en el silbato apostólico.
DECIRLE SÍ AL SEÑOR
Pero, además del Evangelio de hoy, lo vemos en el libro de Isaías, cuando también Ajaz tiene la oportunidad de decir que sí a Dios y lo niega. Por un lado, leemos en la primera lectura ese rey de Judea al que Isaías se acerca para hablar con él. Y, sin embargo, éste le dice a Dios que no le quería pedir nada, no quería tentarlo y a la vez le da la espalda a Dios, a los planes que Dios tenía pensado para él.
La tentación que tenía Ajaz no es exclusiva solamente para él. Porque hoy por hoy, cuánta gente decide decirle que no al Señor. Vos y yo podemos decirle que sí, como hizo María.
La entrada de Dios viene a molestar un poco este mundo. Viene como a meterse en la sociedad de aquel entonces y también en la sociedad de hoy. Porque afortunadamente mucha gente dice que sí al Señor. No todos se quedan con el mal ejemplo de Ajaz.
La lectura del Evangelio de hoy de san Lucas nos pone los ojos delante de María, cuando el ángel le dice:
“(…) concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará en sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.”
(Lc 1, 31-33).
Ante este anuncio sorprendente, María no duda. No plantea dificultades. No se pregunta por qué, cómo será; cómo esta chica tampoco, la que entró como monja, no va a preguntar: ¿hay conexión a Internet? ¿Cuál es la clave de Wi-Fi? ¿Dónde voy a dormir? ¿Hay calefacción, aire acondicionado? No.
Ella se entrega del todo, como María también dijo fiat, hágase y así fue. No dudó, amó los planes de Dios. Esta muchacha tan pequeña le dice que sí al Señor y busca también que amemos nosotros ese camino.
EL ANGELUS
Fíjate, cada vez que rezamos el Angelus (todos los días podemos realizarlo al mediodía) recordamos con un poco de esfuerzo ese momento en el cual María entregó su vida a Dios:
“Hágase en mí según Tu palabra, y el verbo se hizo carne”
(cfr. Lc 1, 28).
Es muy sencillo repetirlo o volver a rezarlo, pero qué difícil habrá sido en aquel momento para María entregarse del todo a Dios. Sin dudarlo, por amor, entregada de los planes de Dios.
Es una novedad que, como te decía, tenemos que vivir y predicar. Rezar el Ángelus cada día, sigue siendo una devoción cristiana muy extendida. Es contemplar el primer misterio gozoso del santo Rosario.
Cuando rezamos el Rosario contemplamos los misterios. Pero, este misterio, el primer Misterio de Gozoso, la Encarnación del Hijo de Dios y el Anuncio del ángel a María, tiene que ser para nosotros algo muy importante.
Decía san Gregorio de Nisa, en una catequesis:
“Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habríamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos esperábamos un Salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. No tenían importancia estos razonamientos.”
(Oración catequética 15)
No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desagradable o tan desagradecido.
Así fue como Dios quiso bajar al mundo. Como anuncia también el proto evangelio, el génesis, cuando nos anuncia al Mesías.
Hoy nos centramos en la encarnación, en el misterio que contemplamos hoy. Hoy nos acercamos también a la Navidad, que ya estamos tan cerca. Este gran misterio de amor.
SE ACERCA LA NAVIDAD
Este gran misterio que Jesús quiere también instaurar en la sociedad. El verbo se encarnó por amor, para salvarnos, para reconciliarnos con Dios. Es una historia que también tiene mucho sentido.
Cuando llega Dios al mundo, llega a buscarnos con ese sorprendente cariño, que podríamos decir que María supo contemplar y supo corresponder. María no plantea dificultades, no se pregunta el por qué, no pone obstáculos, no paraliza.
Su respuesta es preguntar cómo sucederá, para saber qué tenía que hacer. Es la respuesta de quien acepta lo que se le comunica. Es la respuesta de quien quiere conocer exactamente lo que se espera que se haga.
Esta pregunta de María es también la que nos conviene a nosotros hacernos ahora en este rato de oración: Señor, ¿qué tengo que hacer? ¿Qué esperas de mí en este nuevo año? ¿Qué esperas de mí en esta Navidad?
No venimos a pedirle cosas, sino agradecerle y a preguntarle, sobre todo, a ver qué espera de mí.
Que esta Navidad, que ya estamos tan cerca, nos ayude a contemplar esta novedad que tenemos que vivir y predicar.
María no se demora, María dice que sí y el Verbo se hizo carne.
Vamos a pedirle a la Virgen que, igual que esta niña de veinte años que entró al convento de las hermanas carmelitas y que al igual que María supo decir que sí y amar ese camino, sepamos nosotros contemplar este misterio de amor cada día al rezar el Ángelus, cada día al decirle que sí al Señor.
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