ESCUCHA LA MEDITACIÓN

EL DON DE LA LIBERTAD

Dios nos ha dado un tesoro muy grande, nuestra libertad, que nos permite ser fieles y dar el fruto que Dios espera de cada uno de nosotros.

Hoy escuchamos en el evangelio una parábola de Jesús. Una parábola de esas que nos llegan profundamente al corazón, porque quizá muchos nos sentimos un poco identificados con los personajes de esta parábola.

Si bien, eso nos sucede en casi todas, porque en todas el Señor quiere interpelar a nuestro corazón, quizá aquí es un poco más evidente.

Esta Jesús y cuenta la parábola de un hombre que poseía una tierra, que planta una viña, la prepara con cariño, con amor. Deja todo listo para que puedan sacar el fruto. Arrienda esa viña a los viñadores y se va.

Los deja muy libres a ellos, no les exige nada directamente, sino que les dice: Yo me voy, pero voy a dejarles esta tierra en sus manos y después les voy a cobrar lo que corresponda. No más ni menos. No es alguien que se vaya a aprovechar de ellos, sino que les va a exigir lo justo.

Cuando llega el tiempo de cobrar, el señor, este hombre manda unos servidores a buscar ese fruto, pero no quieren entregárselo. Después manda más servidores, para exigirles eso y no. A uno lo matan, a otro lo golpean, a otro lo apedrean.

Después, al final, les manda a su propio hijo. Pensando que respetarían a alguien de su familia. Sin embargo, a éste también lo maltratan y al final lo matan. ¿Qué pasará con estos trabajadores? Pregunta el señor al final. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?

La gente le responde con mucho sentido común:

“Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros que le entregaran el fruto a su debido tiempo”

(Mt 21, 41).

Y al final, los escribas y fariseos se dan cuenta que esta parábola está referida a ellos. Pero uno puede pensar, no está solo referida a ellos, está referida quizá a todos nosotros.

DIOS CONFÍA EN EL HOMBRE

Padre Dios

En primer lugar, me parece que es muy bonito ver cómo en esta parábola, el Señor deja muy claro que Dios confía en el hombre. ¡Qué confianza tiene el Señor en nosotros! Es un verdadero Padre que confía en sus hijos, deja en sus manos un gran tesoro.

Prepara todo, para disponer toda esa tierra, para que sea fácil sembrar, plantar, cuidar esas plantas, esas viñas; para que sea fácil hacer ese trabajo cava un lagar, construye una torre de vigilancia. O sea, Dios dispone todo para dejarnos en las manos una tierra buena.

Qué maravillosa es esa confianza de Dios en sus criaturas, en los hombres. Podría habernos “programado” para hacer una misión concreta. Pero no, Dios no quiere máquinas, no quiere siervos, sino que quiere hijos, hijos queridísimos. Confía en nuestra libertad.

San Josemaría tenía una frase que es muy bonita, dice:

“(…) ha querido correr el riesgo de nuestra libertad.”

(Es Cristo que pasa, n. 113).

El riesgo de que le digamos que no, que lo rechacemos, que golpeemos a sus trabajadores, que no queramos darle el fruto a su debido tiempo.

Sí, ha querido correr ese riesgo, porque sabe que el hombre, cuando ve lo que le conviene, cuando ve lo que lo hace feliz, va a trabajar, va a dar ese fruto a su debido tiempo. Porque sabe que eso nos va a ser felices.

Dios no quiere servidores que están ahí agachando la cabeza, como diciendo no tengo otra opción. Dios quiere hijos que se dan cuenta que su mayor felicidad, es su realización personal, su mayor felicidad es hacer la voluntad de Dios.

Por eso nos crea libres, nos crea capaces de amar. Porque Dios quiere esos hijos que lo quieran y que queriéndolo se dan cuenta de que eso es lo mejor que les puede pasar en su vida.

DIOS NOS CREO LIBRES

LIBERTAD Y CONFIANZA

Tenemos la inmensa posibilidad de decirle que sí al Señor. Sí, con el riesgo de decirle que no. Pero, la gran posibilidad, la inmensa posibilidad de decirle que sí: que queremos esforzarnos por amarlo, ser muy fieles, ser buenos hijos y así ser muy felices.

Y tenemos una gran posibilidad de hacer lo que Dios quiere y de ser muy felices de realizar nuestra vida como Él quiere. Señor, te pedimos que nos ayudes a buscar esos medios, para poder ponerlos y alcanzar esa felicidad.

Con tu ayuda, Señor, podemos mucho. Acudiendo con frecuencia al sacramento de la confesión, para limpiar nuestro corazón; acudiendo con frecuencia a nutrirnos del único alimento que nos fortalece y que nos hace muy grandes que es la Eucaristía.

Ningún alimento de la tierra, ninguna barra de proteína, suplemento o complemento energético, alimenticio o lo que sea, nos puede dar la energía que nos da la gracia de Dios, que nos dan los sacramentos.

Por eso, Señor, te pedimos en estos minutos de oración, que nos ayudes a aprovechar muy bien todo eso que pones a nuestra disposición. Somos libres, cien por ciento libres. Dios nos ha querido crear así.

Podemos y tenemos la posibilidad de rechazar ese don grande que nos das; de rechazar a esos viñadores, a esos servidores del Señor que viene a reclamar ese aporte, ese fruto que exige la justicia.

Sí, tenemos la posibilidad de rechazar a Dios. Pero, si nos metemos en nuestro interior y si vemos lo que de verdad nos conviene, vamos a ver que, para ser felices, para ser inmensamente felices vale la pena gastarnos la vida, para decirle que sí a el Señor.

ACUDIR A LOS SACRAMENTOS

Para acudir, como decíamos recién, al sacramento de la confesión, al sacramento de la Eucaristía, para llenarnos del amor del Señor, para llenarnos de su fuerza y para poder responderle que sí.

Nos basta querer, nos basta poner la vida en tus manos, Señor. Que yo me dé cuenta de que vale la pena decirte que sí; que vale la pena abrir mi corazón, para que entres Tú.

En esta Cuaresma quiero aprovechar, Señor, el don de mi libertad. Que nunca te rechace y que, si lo hago, por mi debilidad, porque me doy cuenta de que decirte que no es una posibilidad, porque miro mi vida y ya me he dado cuenta de que muchas veces te he dicho que no. Perdón, Señor, por todas esas veces.

Y que cuando te diga que no, por mi debilidad, que vuelva corriendo hacia Ti. Que sea un trabajador fiel. En esta Cuaresma, ayúdame a preparar mi corazón para ser ese buen trabajador, ese trabajador fiel, ese trabajador que se pone a disposición del Señor.

Que yo pueda escuchar cuando vuelva ese señor, que eres Tú Jesús, cuando vuelvas a buscar ese fruto. Que yo te lo dé y tú me puedas decir, como en esa otra parábola:

“Siervo bueno y fiel, entra a gozar del banquete de tu Señor.”

(cfr. Mt 25, 21-23).

Señor, quiero gozar de tu banquete, quiero gozar contigo.

Al terminar este rato de oración, le pedimos a Nuestra Madre del cielo que también la Iglesia la llama virgen fiel, Madre nuestra, ayúdanos a ser esos servidores fieles de tu Hijo Jesús, que logremos dar ese fruto a su debido tiempo.

Que sepamos aprovechar bien esa libertad que nos ha dado tu Hijo, con la que nos ha creado tu hijo. Santa María, Virgen fidelísima ruega por nosotros.


Citas Utilizadas

Gn 37, 3-4. 12-13. 17-28

Sal 104

Mt 21, 33-43. 45-46

Reflexiones

Señor, te pido que en esta Cuaresma sepa aprovechar el don de mi libertad. Que nunca te rechace. Ayúdame, Señor, a preparar mi corazón, para ser ese trabajador bueno y fiel que se pone a tu disposición.

Predicado por:

P. Felipe

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