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EL GRAN REMEDIO

El gran remedio

Tengo abierto mi misal en la semana 32 del tiempo ordinario y con el evangelio de hoy. Pero tengo abierta también la Biblia en el capítulo 15 del Evangelio de san Juan. Porque al leer el evangelio de hoy, en donde nos habla de un juez y una viuda. Eres Tú, Jesús, que nos estás insistiendo a rezar, a pedir. 

Y dice: 

“En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola. En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: “Hazme justicia contra mi adversario”. 

Por mucho tiempo el juez no le hizo caso, pero después le dijo: “Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo por la insistencia de esta viuda voy a hacerle justicia para que no me siga molestando”. 

Dicho esto Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a él día y noche,  y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar”. 

SOMOS SUS ELEGIDOS

Aquí quisiera detenerme en este evangelio del día de hoy y hacer hincapié en la Palabra de Jesús que dice: ¿Creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos? O sea, somos los elegidos de Dios. 

Si un juez le hace justicia a una pobre mujer que simplemente para que ella le deje de molestar, a nosotros, a ti y a mí, Jesús espera que le pidamos todo lo que necesitamos porque somos sus elegidos. 

Y precisamente el capítulo que te comentaba de san Juan, es y a parte muy fácil de memorizar. Juan 15,15, dice Jesús: 

“Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor. A ustedes, en cambio, los he llamado amigos”. 

Y con esto quisiera invitarte a hacer tu oración. A ti, Jesús, te agrada que te pida cosas porque soy tu amigo, porque soy tu elegido. Esto es importante no olvidarlo nunca. Aquí está como la gran pista de la seguridad con la que le pedimos y rezamos a Dios. Ser y sabernos los elegidos de Dios. 

Te acuerdas también de aquel otro evangelio en el que el Ángel Gabriel le dice a María: “Has hallado gracia ante Dios”. Pues sí, tú Madre nuestra, has hallado gracia ante Dios, eres la inmaculada, eres la elegida de Dios y nosotros también. Nosotros también hemos hallado gracia ante Dios porque somos hijos en tu hijo Jesús. 

PARA ESO SON LOS AMIGOS

Por aquí creo que es como el camino para rezar siempre con muchísima confianza, pero vamos a profundizar un poquito. Hay veces que nos sentimos como mal de decir: es que solamente voy a misa a pedir, es que solamente voy a  Jesús cuando necesito algo. 

Bueno, pues para eso son los amigos. Qué pasaría si tú te enteras que un amigo tuvo una dificultad y no te avisó que estuvo, por ejemplo, en el hospital. Y le preguntas: ¿oye, por qué no me avisaste? No, es que no te quise molestar. Pues seguramente te entristecerías. Y pues ya se ve que no eres tan amigo mío porque sí me consideras tu amigo me habrías avisado y sabrías que yo estaría ahí para ayudarte. 

Pues así, igual y mucho más, pasa con Jesús. No sólo nos ganamos la confianza de un amigo ofreciéndole ayuda. Nos ganamos la confianza de un amigo pidiendo ayuda. No solamente nos ganamos la confianza de Jesús ofreciéndole ayuda. ¿Cómo le puedo ofrecer hoy ayuda a  Jesús? Pues en el servicio a los demás, por ejemplo. 

EL GRAN AMIGO

Pero también pidiéndosela, a ti, Señor, directamente en la oración y luego también acudiendo a mis amigos para pedirles lo que necesite, para eso están los amigos. Y Jesús es el amigo. El gran amigo que nunca traiciona. El gran amigo que está siempre atento a nuestras necesidades. 

Platica con Jesús, díselo a Jesús ¿Tú quieres que te pida ayuda? Y así se fortalece nuestra amistad y te pones triste si no te pido, porque es como decirte que no te necesito. Es como decirte, pues que tu presencia en el sagrario de dos mil años, que llevas ahí esperándome dos mil años para que yo vaya a pedirte, no tiene importancia.

 En cambio, al revés, cuando voy al sagrario a pedirte, pues entonces le da un respingo a tu corazón de alegría. Y sabemos que no es tan evidente que lo que pedimos tiene como una respuesta inmediata, pero siempre hay respuesta. 

Y esa es nuestra fe. Jesús siempre nos responde de alguna manera. No nos va a  responder como nosotros siempre imaginamos, pero incluso nos vamos a quedar muy sorprendidos de saber que Él siempre nos responde como Él quiere. 

LA AMISTAD ES EL REMEDIO

Me acuerdo cuando estuve en Roma que el prelado del Opus Dei, que en aquel entonces era don Javier, don Javier Echevarría. Porque nos veía cuando nos iba a visitar. Me acuerdo recién llegado, pues obvio que nos veía a veces las caras “como de acabo de llegar, vengo de un país pues lejano y este y apenas me estoy acoplando…” 

Y nos decía: “El que se sienta solo es un melón”. Es una expresión española para decir lo mismo que es un tonto. Así que la que se sienta sola, el que se siente solo es un tonto, es una tonta. Porque tú y yo no tenemos derecho a sentirnos solos, porque Jesucristo ha dado su vida para salvarnos.

El remedio de los remedios es la amistad. La amistad en primer lugar con Jesús y después con tantas personas que están cerca de nosotros esperando a que les pidamos su ayuda. Cuentan, te acuerdas seguramente habrás escuchado aquel experimento. 

LA PIEDAD ES LA AMISTAD CON JESÚS

Disculpa que no sean tan exactos mis datos, porque no sé ni siquiera quién fue, quiénes fueron los científicos de un experimento que hicieron en un ratón que lo pusieron solo en una ratonera y le pusieron agua sola y agua con una droga.

Entonces, poco a poco, el ratón fue escogiendo el agua con droga. Entonces aquel científico decía: ya ven, si tienen opción de elegir, van a elegir la droga. Y otro científico le dijo: no seas tonto, no seas tonto, lo que pasa es que el ratón está solo, mira. 

Y entonces puso la misma ratonera, pero con otros ratones, con las dos mismas jarritas de agua, una con droga y otras sin droga, pero lo puso con otros ratones y con una especie de Disneylandia para ratones, donde tenía compañía, tenía diversión y ninguno de los ratones fue la droga, como diciendo el problema de los vicios es el el individualismo. 

 Y vamos a decirlo en positivo, el remedio de los remedios, decía san Josemaría, es la piedad. Pero efectivamente, la piedad es la amistad con Jesucristo. Y pasa muchas veces la piedad, también a través de la amistad con otras personas. Por tanto, podemos decir que el remedio de los remedios es tener buenos amigos. 

HACE QUE VALGA LA PENA

Jesús, ayúdame a cultivar mi amistad contigo y con los demás. Ayúdame a darme cuenta que Tú siempre me escuchas, y que yo necesito hablar. Todos necesitamos mantenimiento, hablar, hablar, desahogar el corazón. Y así como esta pobre viuda, pidió y pidió hasta que le hicieron caso, a ti y a mí, Jesús, con muchísima más razón porque somos sus elegidos, nos va a atender. 

Porque la amistad es lo que hace de una vida que valga la pena. Y de todas las amistades mi mejor amigo, Jesús. Pues Señor, enséñame a construir y a saber mantener mis amistades como Tú me lo acabas de demostrar, como Tú me lo estás insistiendo:

“ya no os llamo siervos a vosotros, en cambio, os he llamado amigos porque son mis elegidos; porque les he dado a conocer todo lo que el Padre me ha dado, que es todo ese gran amor que me tiene, se los he dado”.

Madre nuestra, ayúdame a saber valorar la amistad de Jesús y la amistad de mis amigos.

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