EL MAYOR REGALO
Y finalmente, después de estos nueve días de preparación, llegamos a la celebración de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. Y vamos a empezar estos 10 minutos Contigo Jesús, recordando esas palabras con las que el Papa Pío IX, reconoció como dogma esta verdad de fe, hace casi ciento setenta años.
En la Constitución Apostólica Ineffabilis Deus decía así el Papa:
“La Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, desde el primer instante de su concepción.
Por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”.
Y en otras palabras más coloquiales, lo que viene a decir es, que si bien es cierto que Jesucristo obtuvo la redención para nosotros a través de su Pasión y de su Muerte en la Cruz, que ocurrió en un momento concreto de la historia, Dios eterno decidió aplicar esos méritos, de ese momento concreto de la historia por anticipado a su Santísima Madre.
Y es lo que tantos teólogos han dicho a lo largo de los años, comenzando por Juan Duns Scoto, que es el primero al que se le atribuye esta afirmación.
El famoso potuit, decuit, ergo fecit”, que en español significa algo así como “podía, convenía; por lo tanto, lo hizo”.
Lo dice san Josemaría:
“Convenía, Dios podía hacerlo, y por lo tanto lo hizo. Es la explicación más clara de por qué el Señor concedió a su Madre, desde el primer instante de su Inmaculada Concepción, todos los privilegios. Estuvo libre del poder de Satanás; es hermosa, –toda pulchra-, ¡limpia, pura en alma y cuerpo!
(Es Cristo que pasa, p. 171).
NUESTRA MADRE MARÍA
Y en celebraciones como ésta, además, nos tenemos que asombrar ante esa generosidad de Jesús, en ese mismísimo suplicio del Gólgota, dejando lentamente hasta la última gota de su Preciosísima Sangre en el suelo del Calvario, que tuvo el detalle de pensar en nosotros.
Fíjate qué impresionante, que tú y yo, cuando tenemos un dolor de cabeza, la reacción natural es siempre pensar en nosotros, encerrarnos en ese dolor y ver cómo salimos de ese dolor.
En cambio, el Señor, en medio del dolor máximo de la tragedia máxima, piensa en nosotros. En cada uno. Y allí comparte con nosotros a su MADRE PERFECTA, en esa mujer en la que ha estado pensando desde antes de la creación del mundo.
Y así ahora nosotros, por un derecho totalmente inmerecido, por pura generosidad de Dios, podemos llenarnos de orgullo y decir que contamos por madre, a la única mujer que nunca sintió inclinación ante las tentaciones…
Ella, siendo verdaderamente libre, usó esa libertad de modo ejemplar. La puso siempre a los pies de Dios. Eso nos llena también de orgullo. Ella nunca ofendió a Dios y por tanto, nunca perdió esa enorme gracia que le había sido otorgada.
Claro que sí echamos cuentas, solamente Eva había sido la otra única mujer en haber vivido sin pecado. Claro, antes de la caída, evidentemente.
Pero esa prueba que Eva falló tan torpemente, ahora María, que de hecho es la nueva Eva, la nueva madre de la raza de los hijos de Dios, la supera con todas las creces y con todos los beneficios.
IMITAR A MARÍA
Por eso comenzamos este rato de oración Contigo, Jesús, dándote gracias por haber pensado desde antes de la eternidad, en una Madre tan asombrosa para Ti.
Y además de haberte acordado de nosotros en el momento de mayor muestra de tu amor, en la Cruz, haberla compartido con nosotros, para que también nosotros podamos decir y compartir esta admiración y este orgullo por ella.
Pero la fiesta de hoy no es solamente para que admiremos a María, casi como si fuese un trofeo, sino que es verdad que hay mucho de lo que asombrarnos cuando contemplamos su existencia.
Pero creo que Dios no quiere que nos quedemos solo en la admiración de esa grandeza de María o en el reconocimiento de su maravillosa persona, que es verdad. Todo esto hay que hacerlo… Pero además, tenemos que dar ese paso siguiente, que es el de la imitación.
Retomando ese argumento que ya hemos mencionado antes, el “potuit, decuit, ergo fecit”, a mí me impresiona algo de ese primer paso ‘el potuit’: ‘Dios podía’.
Es verdad. Dios es omnipotente. Pero no es solo una posibilidad de hacer lo que Dios quiera, sino es el poder hacer todo lo que conviene desde la perspectiva de la eternidad de Dios y de la bondad de Dios.
Y te digo que me asombra esto, porque Dios, pensando en cómo crearía a su Santísima Madre, podía haberle concedido infinidad de cualidades…
La podía haber hecho la mujer con el coeficiente intelectual más elevado de la historia. Podía haberla creado de modo que ganara todos los concursos de belleza.
Incluso podía haberle concedido ser la mujer más popular. Ahora diríamos la mujer con más followers, con más seguidores en las redes sociales…
Podía haberla hecho nacer en una cuna de oro con un futuro económico bastante holgado. Pero no, no fue así.
MARÍA, LA LLENA DE GRACIA
Me imagino que Dios habrá pensado: ¿Cuál es la cualidad más grande que le voy a regalar?… ¿Con cuál virtud la voy a engalanar desde su mismísimo origen?…
Y no pensó en el dinero, en la fama, en la inteligencia. Pensó en eso que después le confirmó el ángel Gabriel cuando la visitó:
«Ella será llamada la llena de gracia
(Lc 1, 26-38).
Claro, el acento de la fiesta de hoy está puesto aquí. ¡Que este es el regalo más grande que Dios pensó para ella!
Por eso me parece impresionante que entre todas las cualidades que Dios habría podido poner en primer lugar para preparar su morada entre nosotros, pensó en que ella fuera la llena de gracia…
Y no solo para que la llamáramos
«Bienaventurada todas las generaciones»
(Lc 1, 48),
como ella misma confiesa en el Magníficat, sino para que tú y yo, los cristianos, nos demos cuenta del gran don que significa la gracia en nuestras almas….
Es el regalo en el que pensó Dios para ella. Que es también un regalo inmerecido que Dios quiere que tengamos y al que Dios quiere que tengamos acceso.
Y por eso, en esta fiesta de hoy, además de un reconocimiento de esa grandeza de nuestra Madre ante los ojos de Dios, que es totalmente cierto, es una invitación a imitarla para crecer en la vida de gracia.
Oye, es que si tú y yo tuviéramos plena conciencia de su importancia, porque es la cualidad que más adorna nuestra Madre: ‘el ser la llena de gracia’, (de hecho, Dios pensó en adornarla con esta cualidad desde el mismo momento de su concepción); es lo que celebramos el día de hoy, así de importante es.
Y por una parte, esta solemnidad de hoy nos invita a acudir con mayor urgencia, con más frecuencia, con más fe, a esas fuentes de la gracia…
EXAMINARME Y REFLEXIONAR…
¿Cómo puedo ser yo un alma que viva, por ejemplo, cada vez mejor la Eucaristía? ¿Con qué urgencia me acerco yo a recibir esas gracias que Dios me ofrece en cada comunión? (…)
¿Tengo conciencia de la gravedad del pecado que disminuye, y que incluso puede llegar a aniquilar la gracia en mi alma? (…) ¿Me doy cuenta de la gravedad del pecado? (…)
¿Estoy dispuesto a echar por tierra tan fácilmente este don de Dios? ¿Con qué frecuencia acudo al sacramento de la confesión? ¿Será que estoy desperdiciandolo? ¿Será que incluso estoy despreciando esas gracias que Dios me da en la confesión, al no prepararla bien, o al rechazarla con excusas? (…)
Bueno, yo creo que estas preguntas nos pueden ayudar a concretar nuestra lucha por tener un corazón cada vez más puro. Que esté cada vez más en gracia de Dios. Tener un corazón cada vez más parecido al de nuestra Madre, de modo que el Señor Jesús, pueda habitar en nuestras almas; y de modo que podamos identificarnos cada vez más con Él.
UN REGALO PARA ELLA
Vamos a pedir a nuestra Madre en esta fiesta de hoy, que nos haga apreciar y custodiar ese privilegio que nos ofrece Dios: la gracia.
Que no nos dejemos engañar por esas seducciones del mundo para perder este estado de gracia en nuestro corazón.
Le vamos a pedir también, para finalizar, que si por torpeza o por debilidad el pecado disminuye la gracia en nosotros, que no nos desanimemos, y por supuesto, que tampoco nos conformemos con esa mediocridad de nuestras miserias.
Que tengamos la humildad de acudir a esas fuentes que abundantemente Dios nos ofrece para recobrar la gracia y para aumentarla, hasta parecernos más a nuestra Madre.
Madre nuestra, la tota pulchra”, concebida sin pecado original por singular privilegio de Dios, ruega por nosotros.