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P. Josemaría

7 min

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EL MEJOR VINO

Cuando el vino es bueno no hay que tomar de otra cosa. ¡Jesús es el mejor vino! De Jesús me puedo fiar plenamente porque si de algo estoy seguro es que Jesús me quiere infinitamente.

SER FELICES EN LA TIERRA Y EN CIELO

Estaría padrísimo saber dónde te encuentras en este momento que te decidiste a hacer oración. Quizá apagaste las noticias, mientras vas en el coche, para ponerte en la presencia del Señor y hablar un ratito con Jesús; quizá estabas en las redes sociales, en tu cuarto, dijiste: basta, me voy a poner a hacer mi oración.

No sé, son infinitas las posibilidades, pero lo importante es que estás aquí, decidido a hablar un ratito con Jesús.
Yo te quiero proponer, como siempre, para la oración de hoy el Evangelio. Pero antes, quiero leerte unas palabras de San Josemaría, escritas en un libro de oración, que se llama Forja, porque pienso que describe muy bien lo que tiene que ser nuestra vida, es el número 1005 de Forja y dice: “Cada vez estoy más persuadido: la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra.”

El mejor negocio del mundo: felices aquí y felices allá. De tal manera que podemos decir: que en la medida en que construyamos nuestra felicidad en esta tierra, va a ser nuestra felicidad en el Cielo.

Que en la medida en que pongamos más empeño por dejar actuar a Dios en nuestra vida, en esa misma medida podremos ser muy felices en esta tierra, hacer felices a muchísimas personas y luego ser inmensamente felices en el Cielo. De eso se trata.

DARNOS A LOS DEMÁS

Y una parte importante de esa felicidad es lo que se refiere al darnos a los demás, darnos a los demás… Sabemos bien que todo lo que sea darnos nos hace más felices, porque la felicidad es una puerta que se abre hacia afuera.

De ti y de mí depende construir ese pedacito de Cielo para los demás, de ti y de mí depende hacer que nuestras familias cristianas sigan siendo el mejor lugar para vivir y también el mejor lugar para morir. Porque quieren ser un rinconcito de la familia de Nazaret, de la familia de Jesús, María y José.

“Por eso, Jesús, qué importante es el cariño en una familia, porque en la medida en que nos queramos, seremos creíbles para los demás. La gente encontrará un testimonio encarnado, real de tu mandato nuevo: de amarnos como Tú nos amaste.” Que sea una realidad de que Jesús es cariño, por el cariño que nos tenemos entre nosotros.

El Papa lo decía así: “La conversión es una gracia que hay que pedir con fuerza a Dios.” Y sigue diciendo el Papa: “Nos convertimos verdaderamente en la medida en que nos abrimos a la belleza, a la bondad y a la ternura de Dios.”
Termina diciendo El Pontífice, el Papa Francisco: “Entonces, dejemos lo que es falso y efímero por lo que es verdadero, bello y dura para siempre.”

EL AMOR DE DIOS

Te quería contar una anécdota del primer sucesor de San Josemaría, el ahora Beato Álvaro del Portillo, de cuando estuvo de viaje en la Ciudad de México, hace muchos años. Tenía que irse a cortar el cabello y lo llevaron a una peluquería, cerca de la avenida de los Insurgentes. Había allí un peluquero que se llamaba Erasmo, quien se encargó de cortarle el pelo al Prelado.

Y cuando se fue, los que luego volvían a ver a Erasmo surgía natural la conversación de aquella vez, que había ido don Álvaro con él, y cuando le preguntaban que, ¿cuál había sido su experiencia, de haberle cortado el pelo a aquel sacerdote? Erasmo siempre repetía lo mismo: “Ese señor lo único que me demostró es que me quería muchísimo. Y si Dios me quiere así, yo por Dios, estoy dispuesto a ir al fin del mundo”.

Qué impresionante que, de una sentada de corte de cabello a un señor, le hayan dejado el lado de Dios en el corazón, el amor de Dios en el alma.

LA PETICIÓN DE UNA MADRE

EL MEJOR VINO

Vayamos ahora al Evangelio de hoy, en que Tú, Jesús, vas con tus apóstoles y les anuncias:

“Ahora subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y lo condenarán a muerte, y lo entregarán a los gentiles para burlarse de él, lo azotaran y crucificaran, pero al tercer día Resucitará.”

(Mt 20, 18-19).

Es el anuncio de su pasión y su muerte, más claro, ni el agua.

Pero acto seguido, se acerca a Jesús, Salomé, la mamá de Santiago y Juan, dos de sus apóstoles, los Zebedeo. “Qué como buena madre quiere lo mejor para sus hijos y sabe que lo mejor, de lo mejor es estar contigo, Jesús, para siempre. Y eso es lo que te pide”.

“Entonces se acercó a Jesús, la madre de los hijos de Zebedeo, con sus hijos y postrándose ante Él, le pidió algo. Jesús le preguntó: – ¿Qué deseas? Ella le dijo: – Ordena que en tu Reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.”

(Mt 20, 20-21).

Qué manera más bonita de rezar, de una mamá. Ojalá que todas las madres rezaran así: “Jesús, te doy a mis hijos y te pido que se queden a tu lado para siempre.”

LA VOCACIÓN

No sé… ponte a pensar cuántas historias de entrega a Dios, de jóvenes que confían en el consejo de sus madres, porque es lógico que sea así. Que han sido secundadas por ellas y ahí los tienes… felices de la vida con el pasar de los años, gracias a que sus mamás supieron acompañarles en su camino de entrega.

Es que no puede ser de otra manera. Yo no me imagino una mamá que queriendo siempre lo mejor para sus hijos, se pudiera oponer a su vocación de entrega a Dios.

Pero volvamos al Evangelio, ahora viene la respuesta de Jesús:

“No saben lo que piden.” Les dice Jesús: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo voy a beber? Ellos respondieron: -Podemos.”

(Mt 20, 22).

Cuando, Tú Jesús, les preguntas si están dispuestos a seguir, te pase lo que pase; precisamente ahora, que se acerca a tu pasión, ellos responden: “-Podemos.” Pero, sin embargo, alguien podría objetar, ¿qué no se dan cuenta estos niños que Jesús les está invitando al martirio? Porque el Cáliz es el martirio, lo acaba de decir.

¿Hasta dónde entendían Santiago y Juan, lo que le estaban respondiendo a Jesús? ¿No deberían antes preguntarle a Jesús en qué consiste ese Cáliz?

Cuando ves que un muchacho joven o una chica joven, lo dejan todo para seguir a Jesús. Sería válido hacerles estas preguntas: Oye, ¿cómo te puedes comprometer así? Si no tienes ni idea lo que será tu futuro. Porque si uno se compromete a algo, pues debe saber a qué se está comprometiendo, ¿no? Pues sí.

COMPROMETERSE

EL MEJOR VINO

¿Comprometerse a algo? Sí. No sé… ¿a una carrera universitaria? Para no dejarla a medias. ¿A un negocio? Para no dejar colgado a tu socio. ¿A un club deportivo? Para no dejar de pagar la mensualidad, etcétera.

Claro, que es bueno saber tus responsabilidades y las cláusulas del contrato antes de comprometerte. Pero con Jesús es diferente, Él no es algo, sino Alguien. Y no es sólo Alguien en general, sino es Alguien que me ha demostrado que me quiere.

Yo sé que Jesús me quiere feliz y me hará feliz. Yo sé que Jesús no falla nunca. Yo sé que Jesús es todo, menos incertidumbre del futuro.

Y por eso, cuando Jesús me pide algo, aunque a veces me pueda costar, como le costó a Él mismo en el Huerto de los Olivos decirle que sí al Padre, cuando le pidió el martirio… pues, respondo: -Que sí. Porque su amor es irresistible, porque Tú eres mi roca y mi fortaleza. Y por tu amor y por amor de Tu Nombre, me conducirás y me guiarás.

RESPUESTA A JESÚS

Si un peluquero sabio, fue capaz de captar, en el beato Álvaro, una chispa del Espíritu de Jesús, del amor de Jesús, qué le hizo exclamar: – ¡Ese señor lo único que me demostró es que me quería muchísimo! Si Dios me quiere así, yo por Dios, estoy dispuesto a ir al fin del mundo.

Pues mucho más razonable es que, ante la invitación de Jesús, a darlo todo, Santiago y Juan hayan exclamado juntos y al unísono: -Podemos.

«¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?… – Podemos.»

(Mt 20, 22).

Es que, ni siquiera saben que les voy a pedir o que les voy a poner en el cáliz… Me da igual, Señor, porque yo lo que más quiero es estar contigo.

Decía un amigo, cuando el vino es bueno, no hay que tomar de otra cosa. Jesús es el mejor vino. De Jesús me puedo fiar plenamente, porque si de algo estoy seguro, es que Jesús me quiere infinitamente.

Como decía, también, san Josemaría:

“A cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos…”

(Camino, Punto 267).

Vamos a terminar pidiéndole a la Virgen, causa de nuestra alegría, que sepamos ser muy felices en esta tierra siguiendo a Jesús. Confiando plenamente en lo que Él nos pide y haciéndonos creíbles, dándonos del todo como Jesús en la Cruz; dándonos del todo a los demás, como María en Belén, en Nazaret y también en el Calvario.


Citas Utilizadas

Jr 18, 18-20

Sal 30

Mt 20, 17-28

Camino

Reflexiones

Señor, que sepamos ser muy felices en la tierra siguiéndote, dándonos a los demás, haciendo lo que nos pides y aceptando Tu voluntad.

Predicado por:

P. Josemaría

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