EL MONOGRAMA IHS
Durante los años que pasé en Roma estudiando teología, preparándome para el sacerdocio, en los veranos tenía la oportunidad de ir a una provincia de Italia que se llama L’Aquila. Allí, en esos paseos en bicicleta a veces uno se encontraba como una Iglesia o con una ermita en la cual sobre la puerta unas letras.
Un monograma con las siguientes letras IHS (que muy probablemente tú también hayas visto). Investigando un poquito me di cuenta que en esa localidad abundaba este monograma, con esa inscripción IHS. Porque es la tierra donde se encuentra un gran Santo al que le debemos la fiesta del día de hoy: “El Santísimo Nombre de Jesús”.
Este santo se llama Bernardino de Siena. Este hombre solía llevar una tablilla que tenía dibujada la eucaristía con unos rayos que salían de ella y se veía justamente ese monograma IHS; que es una abreviación del nombre de Jesús en griego: Iesus.
JESÚS SALVADOR DE LOS HOMBRES
Más adelante ese sentido cambia, IHS ya no será solamente la abreviatura del nombre de Jesús en griego sino que significará: Iesus, en latín; Hominum, de los hombres; Salvator. “Jesús Salvador de los hombres”. Y así, de este modo tan sencillo, este santo da una catequesis extraordinaria.
“Y qué bonito, Señor, que hoy celebremos esta fiesta del Santísimo nombre de Jesús ¡Nos inventamos fiestas! Hace unos días hemos celebrado la Natividad del Señor, hemos celebrado la Maternidad de la Virgen, la Epifanía, el Nombre de Jesús.
Habría que decir, en primer lugar, que nuestra fe es una fe alegre y que tenemos mucho por qué celebrar, por qué dar gracias y motivos de sobra para estar alegre siempre y no estar tristes”.
EL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
Hoy 3 de enero en la Iglesia celebramos el Santísimo nombre de Jesús.
San Bernardino de Siena decía:
“Este es aquel Santísimo Nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”.
Es el nombre que el Ángel le indica a san José que debía ponerle. Y es lo que leemos en el Evangelio de la misa de esta fiesta tan bonita.
Al cumplirse los ocho días que según la ley, tenían que circuncidar al niño de este modo era parte de la alianza de Moisés entre Dios y el pueblo de Israel le pusieron el nombre. También, junto a la circuncisión venía el momento de ponerle el nombre; lo que le va a identificar, lo que va a decir quién es él. Entonces le pusieron por nombre Jesús, como el Ángel había dicho que se llamaría.
¿QUÉ SIGNIFICA TU NOMBRE?
A continuación, nuestra Madre, san José y el Niño van al templo para la purificación a Jerusalén. Suben para cumplir con esa prescripción de la ley que en María no se debía cumplir, porque María era llena de gracia. Sin embargo, ellos son justos, ellos quieren cumplir en todo la ley de Dios, que no se les escape nada.
Qué llamativo que elijan ese nombre ¿y qué significa ese nombre? Ese nombre con el que suspiramos a veces, ante una dificultad decimos ¡Ay Jesús! Ese nombre significa: Yahvé es salvación, Dios salva. Y es que todas estas fiestas que estamos celebrando, viviendo, nos recuerdan esto, que es Dios quien salva, solo Dios nos puede salvar.
Frente a esa tentación de la serpiente qué le dice a Eva que si comes el fruto prohibido, ese fruto que Dios les ha prohibido tomar, serán como Dios serán como dioses. Y así de hecho a lo largo de la historia de la humanidad, nos encontramos con esa tentación de que el hombre quiere ser Dios.
Incluso se toma la osadía o la soberbia de decir que ya hemos matado a Dios, que ya hemos superado esa etapa, esa edad como de niños y que ya no necesitamos a Dios que nosotros mismos nos hacemos. Que como hemos descubierto tantas cosas que ya podemos dominarlo todo, no necesitamos inventarnos el mito de Dios.
Esto es así cuando nuestra visión es una visión que se queda en lo de aquí, lo de abajo, lo terreno. Y no nos damos cuenta que, incluso aquí en esta vida en la que vivimos cada día, tenemos unas aspiraciones que son más grandes que lo material, que simplemente los placeres o las ciencias.
Tenemos esa aspiración a la felicidad; tenemos esa aspiración, por ejemplo, de amar y sentirnos amados. Y cómo nos ayuda aquí esta palabra, este nombre, Jesús. Eso es lo que nos recuerdan todas estas fiestas, que Dios es quien salva, que no nos salvamos solos.
DIOS SALVA
“Por eso Tú, Señor, te has querido hacer hombre, has querido hacerte cercano a nosotros. No únicamente para estar cercano y ya está sino para morir por nosotros. Entregando su propia vida en rescate por ti y por mí, por la humanidad. Pero pensemos que lo he hecho por ti y por mí, porque el Señor suele contar solamente hasta uno”.
Por eso le damos gracias al recordar en esta fiesta de el Nombre de Jesús. Ya sabes, cada vez que digas el nombre de Jesús piensa en esto, estás diciendo que es Dios quien salva.
Por eso también en la Santa Misa, cuando el sacerdote pronuncia el nombre de Jesús debe hacer una reverencia. Porque cómo no vamos a hacer eso ante ese nombre que es nuestra salvación.
Motivo además para tratar al Señor en la oración como lo estamos haciendo tú y yo. Y decirle “Señor ¿qué quieres que haga? ¿qué debo hacer para alcanzar esa felicidad, para alcanzar esa redención? Para alcanzar esa redención es muy sencillo, tenemos todos los medios que la Iglesia pone a nuestra disposición: los sacramentos.
Se dice que la Iglesia es sacramento de salvación, porque en ella encontramos todos los medios, medios sobrenaturales para ser santos, para salvarnos. Para que eso que hizo Jesús en la cruz, morir y luego resucitar, podamos gozarlo.
¡NO ESTAMOS SOLOS!
Para eso también tenemos esa compañía de nuestro Señor, que se ha hecho hombre, que sabe lo que es vivir esta vida que tú y yo vivimos. Una vida en la que trabajamos, en la que nos esforzamos por vencer esas tentaciones, esas dificultades, en el que no falta la cruz.
¡No estamos solos! Ayúdanos Señor a recordar esto. Que, por ejemplo como estamos haciendo ahora, estos 10 minutos de oración. Lo estamos haciendo, tú seguramente en una habitación, a lo mejor estás en una capilla, estás en la calle, siempre podemos volver, dirigirnos a ese Dios que siempre nos escucha.
¿Y de qué hablamos con Él? De todo. Aunque Él ya sabe que nos ha sucedido en el día, pero Él quiere saber, quiere escucharlo de tus labios, de tu corazón, pues díselo.
Si hay algo que te preocupa, me refiero sobre todo a la vida espiritual, a la vida interior, a aquella lucha en la vida interior que llevas ya batallando por un buen tiempo, pues dícelo: “¡Señor ayúdame! Tú puedes más, tal vez yo no pueda. Yo quiero, Señor, vencer esto pero Tú puedes más”.
Si quieres puedes recurrir también a María santísima, porque junto a Jesús está María; María y José, pero especialmente María.
Vamos a pensar en Ella que es la Madre del Salvador que está al pie de la cruz.