Jesús en el Evangelio de hoy utiliza dos imágenes muy bonitas. En primer lugar, va a utilizar la imagen del tesoro escondido, un hombre que encuentra un tesoro de manera inexplicable. Está cavando para arar la tierra y de pronto se topa con un cofre lleno de monedas de oro.
Claramente, la tierra vale -supongamos- mil dólares, el tesoro vale un millón de dólares.
¿Qué es lo que hace este hombre? Va, vende todo lo que tiene para juntar esos mil dólares, compra la tierra y luego se apropia del millón de dólares, porque estaba dentro de esa parcela.
La otra imagen que el Señor va a utilizar es la de la perla de ese negociante que se dedicaba a joyas, a perlas finas, a buscar alhajas, a buscar esas piedras preciosas en el mercado.
De pronto, encuentra una en un lugar impensado que, claramente, no la valoran y consigue un precio muy bajo por esa piedra. Vende todo lo que tiene, compra esa piedra y después la va a revender por mucho más dinero.
EL CIELO
Son dos ejemplos con los que Jesús nos muestra lo que significa la salvación para cada uno de nosotros: el Cielo.
A Dios le ha costado el precio de la Cruz,
“hemos sido comprados a gran precio”
(1Cor 6, 20),
dice san Pablo. El precio ha sido la Cruz de Jesús.
Nos hemos encontrado nosotros con ese tesoro porque hemos recibido la vocación cristiana, que es un don gratuito, inmenso….
Un regalo increíble de Dios que, de pronto, como el tesoro escondido, como la perla preciosa, aparece en nuestras vidas. Porque Dios nos busca, Dios nos llama, Dios nos prefiere.
En los dos casos hay algo en común: que es que los dos venden todo lo que tienen, ponen todos los medios; no es gratis.
PEDIRLE AL SEÑOR QUE TRABAJE
Si queremos que Dios trabaje en nuestro corazón, lo que le estamos pidiendo ahora en este ratito de oración es: “Señor, por favor trabajá” -mucho más importante, creo, que el cura puede estar diciendo en este rato de meditación, de reflexión del Evangelio, en estos 10 minutos con Jesús.
Lo más importante no es lo que el cura dice, obviamente, sino lo que Jesús hace en nuestro corazón.
Por eso, mientras estemos manejando, mientras estemos viajando, mientras estemos sentados escuchando este audio, aprovechemos para decirle cada uno -porque la oración es personal, no la hace el sacerdote que dirige.
JESÚS TIENE SENTIMIENTOS
La meditación, la oración, la hace cada uno de nosotros. Le tenemos que pedir a Jesús: “Jesús, trabajá por favor, trabajá en mi corazón. Vos sos el escultor, esculpí esa imagen perfecta que querés que yo sea.
“Vos querés que yo tenga tus mismos sentimientos, que tenga tu misma lógica, que sienta como Vos sentís: compasión por las personas que están como ovejas perdidas porque no tienen pastor, confundidas en este mundo sin Dios.
“Vos querés que sienta compasión por todos los que sufren enfermedades, dificultades, tribulaciones. Vos querés que tenga compasión por aquellos que sufren hambre… todos tus sentimientos”.
COMPASIÓN
Cuando uno abre esas ventanas -que son las páginas del Evangelio-, se encuentra con los sentimientos de Jesús: la compasión.
Jesús se conmueve ante el sufrimiento, ante el dolor, ante la muerte. Va a llorar por su amigo muerto, se va a conmover ante aquella viuda que había perdido a su único hijo, que era todo su sostén. Se conmueve ante aquella mujer que era muy pobre, que tenía solo dos moneditas de cobre para comer y las da en la ofrenda del Templo.
Jesús se conmueve y derrocha dones. Cuando Dios se conmueve, derrocha su Omnipotencia.
Tenemos que suplicarle a Jesús que derroche esos dones en nosotros.
Queremos ser más generosos, más leales, más comprensivos, más pacientes.
¿QUÉ ES LO QUE QUERÉS ROBARLE HOY A DIOS DE SUS BOLSILLOS?
Eso tenés que pedírselo hoy en este rato de oración. Dile: “Jesús, por favor trabajá este aspecto en mí. Trabajá la paciencia, trabajá la alegría, porque estoy siendo un poco pesimista.
“Esto de la pandemia me ha ensimismado y me ha tornado más taciturno, más oscuro. Estoy menos alegre, estoy demasiado mirando lo malo que pasa y no todo lo bueno que hay”.
Por eso, necesitamos que Dios trabaje en nosotros. Esto no es gratis; Dios tiene que trabajar, alguien tiene que trabajar. Nosotros ponemos nuestra parte, ponemos los cinco panes y los dos peces, ponemos todo, que es pedírselo.
JESÚS, TRABAJÁ
Por eso, durante estos 10 minutos, no podemos dejar de pedirle a Jesús: “Trabajá Jesús, trabajá. Yo no puedo hacer nada ni con mis razonamientos, ni con mis propósitos, ni con lo que pedí que el sacerdote que está predicando, sino solamente si Vos trabajás en mi corazón, algo puede cambiar.
“El único escultor que puede esculpir ese corazón a imagen de Jesús, sos Vos Señor. Por eso, te pedimos cada uno de los que estamos escuchando este audio, que esculpas en nuestros corazones esa imagen de tu corazón.
“Queremos tener los mismos sentimientos que Vos tuviste. Te suplicamos Señor que seas mucho más genial que Miguel Ángel al esculpir La Piedad y que esculpas nuestro corazón.
“Te ofreceremos nuestras dificultades, nuestros dolores”.
Aquel bloque de mármol, si hubiese tenido sentimientos, hubiese gritado un montón cada vez que Miguel Ángel cincelaba a golpe de martillo, hasta arrancarle aquel bloque inmenso de mármol de carrara esas imágenes increíbles, como son La Piedad -que es una imagen en un solo bloque de mármol- o el David o el Moisés, también de un solo bloque. Obras increíbles que ha esculpido este hombre.
DIOS ES MUCHÍSIMO MÁS QUE MIGUEL ÁNGEL
Dios puede hacer maravillas, transformar completamente nuestro corazón, sacar de nosotros esa imagen de su corazón, hacer que seamos compasivos, comprensivos, alegres, positivos… Pero para eso hacen falta dos cosas:
- Que se lo pidamos:
“Señor, trabaja en mí, yo me pongo delante tuyo en este ratito de oración para que Vos trabajés. No voy a decir nada, no voy a hablar, no voy a construir esto con mi razonamiento. Lo vas a hacer Vos con tu gracia, con tu poder.
“Yo lo único que hago es ponerme delante tuyo y suplicarte que trabajes en mi corazón”.
Lo otro que vamos a hacer es:
2. Ofrecerle nuestras contrariedades.
“Tenemos que completar
-dice san Pablo-
en nuestra carne lo que falta, los padecimientos de Cristo”
(Col 1, 24).
Para eso necesitamos ofrecer esos sufrimientos, esas contradicciones de cada día, que serán en cosas pequeñas, en cosas medias, en cosas grandes…
Dolores, enfermedades, pequeños accidentes, contradicciones, alguien que habla mal de nosotros, alguien que no nos tiene en cuenta, no nos preguntan, no nos ayudan… Un montón de cosas, hasta las cosas más tontas.
OFRECER PEQUEÑAS CONTRADICCIONES
Ayer sacaron en mi casa un postre que no sé en el resto de América cómo describirlo, pero es helado de mate… ¡horrible!
Nos lo comimos todos con una cara de felicidad que no se condecía con lo que estábamos comiendo, porque a veces toca ofrecer esas pequeñas contradicciones (y estoy hablando de una cosa que es una tontería, una pavada).
Por eso, le ofrecemos todas las contradicciones del día, que son un montón. Si uno se pone a contar, son un montón de cosas que nos han herido el corazón, cosas muy chiquitas a cosas más grandes.
Se las ofrecemos a Jesús para que trabaje en nuestro corazón, para que esculpa en nuestro corazón esa imagen de su corazón.
QUEREMOS TENER LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE JESÚS
Por eso, junto a este pedido, a esta súplica -que es mendigarle a Jesús que trabaje en nuestro corazón- le ofrecemos esos dolores, esas contradicciones, esos sufrimientos.
Y el Señor, que es un escultor increíble, un artista inmejorable, va a terminar haciendo en nosotros esa imagen a la medida de su corazón, porque estamos llamados a ser el mismo Cristo; ser como Cristo,
Tener los mismos sentimientos de Jesús: razonar como Jesús razonaba, tener su lógica, que es una lógica difícil para los hombres, porque Jesús nos habla de perdonar a nuestros enemigos, de vivir la pobreza… Una serie de cosas que a veces nos cuestan.
Por eso, necesitamos que Dios nos haga parecidos a Él. Se lo pedimos por intercesión de María, como siempre.