Desde la ventana de la casa de Juan Pablo II, cuando era pequeño, se veía la fachada de una iglesia donde había una inscripción que decía: “El tiempo se escapa, la eternidad espera”.
Y fue un pensamiento que san Juan Pablo II, nunca olvidó ¿Qué es el tiempo? ¿Cuál es su origen? ¿Cuál es la meta? ¿Hacia dónde vamos?
“Y el regalo que Dios nos da es el tiempo. Un tiempo para amar, un camino que termina en Dios”
Decía San Juan Pablo II.
La vida con frecuencia no es fácil, lo sabemos muy bien y el evangelio de hoy nos propone una parábola que nos puede ayudar también a pensar, y cómo nos preparamos para alcanzar ese Reino de Dios. Se trata de la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias.
Queremos entrar en el cielo, seamos prudentes. Te acordás, hay unas vírgenes prudentes que han reservado aceite para cuando llegue el novio; y otras que son necias que no se han preparado, y cuando llega la noche todas se duerman.
EL TIEMPO SIEMPRE ES CORTO
Pero llega el novio y entonces las vírgenes necias le piden a las prudentes que les den aceite, pero estas le dicen que no, que no pueden dárselo porque si no se quedan sin ellas. Y entonces las necias van a buscar, a comprar el aceite. Pero llega el novio y cuando regresan a la casa golpean la puerta y les dicen: la verdad que no las conozco.
¿Qué nos quiere decir Jesús con esta parábola? Nos recuerda que tenemos que estar preparados, tenemos examen para hacer también, ahora en este rato oración, para velar que no significa solamente no dormirse, sino estar preparados. Fíjate, todas se duermen, pero las que estaban preparadas cuando llega el novio sacan el aceite y no usan para lo que tiene que usarlo.
Es un momento muy bonito también este del evangelio de hoy, porque esas lámparas encendidas son también las que tienen que iluminar nuestra vida.
“El tiempo para amar siempre es corto. El tiempo para dar siempre es corto. El tiempo para desagraviar siempre es corto”
Decía san Josemaría.
Y el amor nos hace vigilantes, nos hace esperar la venida de Cristo. Por eso las vírgenes prudentes aprovecharon el tiempo. El amor las hizo vigilantes, las hizo esperar la venida de Cristo porque las necias, no supieron o no quisieron prepararse, se olvidaron, no fueron responsables o quizá no fueron generosas o se descuidaron.
IDENTIFICARNOS CON SU VOLUNTAD
No es cuestión de estar fit, como se dice hoy por hoy en el tema de los gimnasios, estar preparados mentalmente y físicamente. Pero sí es bueno que nos preparemos con ese examen de conciencia. Tener aceite y usarlo en el momento oportuno para estar vibrantes, para custodiar nuestra vida interior, para ayudar a los demás.
La prudencia nos ayuda a no confundirnos, a no ser calculadores en lo que Dios nos pide. A no ser almas estrechas o almas que van de a poco quedándose en la tibieza. También a nosotros nos pide el Señor identificarnos con su voluntad. Lo decía San Agustín, que celebramos su fiesta ayer. En el libro titulado Confesiones, en su autobiografía decía:
“Dame, Señor, lo que mandas y mándame lo que quieras”
O sea, no que Dios quiera lo que yo quiero. No, sino, que yo quiera lo que Dios quiere. Esa es la llave para abrir las puertas a lo que Dios nos pide. Sino el Señor nunca podrá entrar en nuestra vida.
ESTAR VIGILANTES Y HACER EL BIEN
Lo decía un amigo de san Josemaría que mereció el martirio en la guerra civil española. Una oración muy bonita que dice:
“Señor, que yo piense lo que Tú quieres que piense. Que yo quiera lo que Tú quieres que quiera. Que yo hable lo que Tú quieres que hable. Que yo obre como Tú quieres que obre”
Se trata de san Pedro Poveda, un sacerdote que murió mártir y que también era muy amigo de san Josemaría. “Señor, que yo piense lo que Tú quieres que piense. Que yo quiera lo que Tú quieres que quiera. Que yo hable lo que Tú quieres que hable. Que yo obre como Tú quieres que obre”.
La lámpara que nos habla el evangelio de hoy nos anima también a vivir la fe. Nos anima a prepararnos también para ese encuentro con el Señor, hoy y ahora. Sino la vida se forma un poco estéril, se transforma también en acumular actividades, en hacer cosas.
Señor, queremos estar vigilantes y buscar hacer el bien. Con gestos de amor, con compartir, con muchas dificultades también a veces que van apareciendo. Pero preparándonos para cuando llegue el novio, preparándonos cuando llegue ese banquete de la fiesta.
TIENE SENTIDO, ALEGRÍA Y CARIDAD
Hoy nos toca a nosotros también prepararnos, al igual que esas vírgenes prudentes, para amar la voluntad de Dios. Y si Dios lo quiere, yo también lo quiero. Y si Jesúslo quieres, yo también lo amo. Y aunque sea cruel, aunque sea difícil, porque Dios lo quiere y porque Dios es Padre amoroso, no nos va a pedir cosas difíciles o cosas imposibles.
Para esto te recomiendo cuatro cosas, primero responder a Dios enteramente y en todo. Con prontitud, segundo, tercero con alegría y después con amor y caridad. Porque no sirve de nada hacer las cosas sin amor, como decía la Madre Teresa de Calcuta, que celebramos también hace poquito su nacimiento.
Ella decía, a aquellas monjas que servían con cara triste, decía, ustedes no sirvan porque no sirve que sirva así. No puede ayudar a otros con esas caras largas. El hombre que se abandona en las manos de Dios no es un títere que hay que hacer cosas aburridas, de manera conformista. No, el hombre que ama a Dios, que se encuentra con la verdad, obra esa libertad que también tiene sentido, alegría y caridad.
Jesús en el Evangelio, hoy nos exhorta a vivir en esta vida activa. A no quedarnos dormidos en decir, bueno, ya llegará el momento… No, prepararme ahora, tener ese aceite de sobra. Porque no sabemos ni el día ni la hora, pero sí sabemos que la caridad no tiene ni día ni hora.
LUCHAR POR AMOR
Sabemos que toda nuestra existencia está llamada a vivir también de amor. A vivir también con esa urgencia por amar. Porque el cristiano no vive calculando o viviendo su vida, bueno, vamos a ver qué hacemos… No, también el Señor nos llama a luchar por amor, a vivir las virtudes, el modelo es Jesucristo.
Queremos luchar por amar como amaba a Cristo. Queremos también vivir ese optimismo, enfrentar el dolor, enfrentar las dificultades, las lágrimas, siempre con amor, como Cristo también obró. ¿Cómo es nuestra vida? ¿Nos animamos a vivir como Cristo nos enseñó? Porque somos humanos, tenemos cuerpo. La verdad que es difícil a veces hacer las cosas y el demonio también trata de tentarnos.
Pero tenemos la gracia. Y podemos luchar también porque Cristo nos enseñó a luchar. A ser divinos sin dejar de ser humanos y a la vez ser humanos sin dejar de ser divinos. El Señor nos enseña también en ese camino de nuestra lucha verdadera, que pasa por también aceptar nuestras limitaciones, aceptar también que vivimos por amor, que queremos vivir como Cristo nos enseñó.
TENER ESE PERFUME DE DIOS
Y vemos a Jesús, que sirve, que reza, que es sincero, que trata con las personas, cómo trabaja. Y también estaría preparado, Él sabía cuando llegaba su hora. El objetivo de una vida virtuosa, dice san Gregorio de Niza (y me encanta):
“El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejantes a Dios”
Como decía el Papa Francisco, “Tener ese perfume de Dios” Nosotros queremos también tener ese objetivo claro, llegar a ser semejantes a Dios. Queremos identificar nuestra vida con Cristo. No solamente intelectualmente, sino también prácticamente, electivamente, elegir el bien.
Ahí está la virtud, ahí recae la virtud. Ahí están nuestras convicciones profundas, no solamente de pensamiento, sino también de elección. No solamente de teoría, que me lo sé, sí sé lo que está bien, se lo que está mal, pero si eligiendo.
Una vida virtuosa es difícil, pero con la gracia de Dios podemos dar luz, podemos dar también sentido. Podemos llevar ese perfume, llevar también ese aceite. Y con la gracia de Dios lucharemos. Con ese aceite del Señor, también recurriremos a los sacramentos. Con esa ayuda de Dios también pediremos ayuda del Espíritu Santo.
INTELECTO Y ELECCIÓN
Seremos más dóciles o seremos mejor, cumpliremos lo que nos pidan, hablaremos estas cosas en la dirección espiritual. Porque queremos identificarnos con Cristo.
La virtud, dice el catecismo de la Iglesia, es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Disposición habitual y firme a hacer el bien. No solamente con el intelecto, sino también con la elección, con la “electio”.
Luchando, luchando por amor en la realidad misma que nos toca. Y gracias Dios porque nos pedís esto. Gracias a Dios porque se puede seguir luchando. Porque no tenemos miedo a amar, a preparar esas lámparas para cuando el momento llegue.
Vamos a pedirle a la Virgen aprendiendo de Ella también, a luchar por adquirir esa vida virtuosa. Vivir con alegría, vivir con caridad también cuando el Señor nos lleve a llevar esas lámparas a todas partes.