Icono del sitio Hablar con Jesús

EN DIÁLOGO ÍNTIMO Y ENTRAÑABLE

Madre Virgen del Rosario

MINSTERIOS ENTRAÑABLE DEL ROSARIO

Te voy a leer un parrafito de las Confesiones de san Agustín, en el cual el santo nos comparte un diálogo íntimo, entrañable, que tuvo con su mamá santa Mónica poco antes de que ella muriera. Acuérdate que las Confesioneses un libro en el que san Agustín se dirige constantemente a Dios, está hablando con Él; es una oración de él que le va contando su vida a Dios,como muchas veces nosotros hacemos en nuestra oración: le platicamos a Dios y Él nos da luces para entender mejor nuestra vida.

Bueno, ahí te va el párrafo: Cuando ya se acercaba el día de su muertedía por ti conocido y que nosotros ignorábamos, sucedió por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontrábamos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos.

 EL ROSARIO PUEDE ABRIR LOS CORAZONES

Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar. Y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de la vida que hay en ti.(Confesiones de san Agustín, Libro 9, 10, 23-11, 28: CSEL 33, 215-219).

Hasta ahí el párrafo. ¿Qué te parece? San Agustín es un poeta, un hombre con mucha sensibilidad, con mucha fe y esperanza. Está con su mamá, una muy buena cristiana que rezó muchísimo tiempo por la conversión de su hijo, una mujer de fe; y san Agustín, que ya era un cristiano y que tenía la esperanza del cielo.

Y ellos dos hablaban de eso. Pues la mamá parecía que ella estaba más cerca de dar el salto a la eternidad, y abrieron su corazón, “abríamos la boca de nuestro corazóndice literal-, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de la vida que hay en ti. Pues suspiraban, seguramente pensando y anhelando Dios, diciendo: Bueno, esta vida de aquí abajo, por más limitada y dura que sea, pues es corta, se acaba. Y después viene la felicidad para siempre. ¿Qué será esa felicidad? Se llenaban mutuamente de esperanza.

ROSARIO COMO CORONA

San Agustín recuerda este momento tiempo después y lo pone ahí por escrito en esta autobiografía, que son sus Confesiones. Es un momento entrañable. Y yo te traigo este párrafo porque quiero detenerme en eso: un momento de diálogo entrañable, de diálogo íntimo, de diálogo lleno de contenido con la mamá. Tú habrás tenido probablemente algún momento así con tu mamá o lo tendrás próximamente. ¡Qué bonito poder compartir con alguien que nos quiere tanto!

Hace poco un amigo mío nos platicaba de un momento de ese tipo que tuvo con su mamá. Por alguna razón comenzamos a hablar de los pretextos que pone la gente para no ir a algo a lo que le invitaron. Y uno dijo: No puedo ir porque tengo la boda de la abuela.

Todo el mundo: Ja, ja, ja. Pero uno dijo: Ey, tranquilo, eso sí sucede. Y cuenta como en una ocasión su mamá se lo llevó a caminar y mientras caminaban le dijo: Hijo, tengo algo que decirte. ¿Qué pasó mamá? Pues el abuelo se casa. ¿Cómo que el abuelo se casa? Pues sí, llevaba un par de años viudo y consiguió una jovencita de cincuenta y tantos años y se casó y fueron muy felices.

DIOS COMO REMITENTE

¿Tú tienes algún momento así con tu mamá, de platicar a gusto de cosas profundas, de cosas de su familia, de cosas de recuerdos o de esperanzas?Qué alegría recordar a la mamá, porque la mamá nos da seguridad, protección, amor incondicional: frente a ella, frente a una mamá, nos encontramos ante el misterio de la vida, frente a la realidad del origen, de la fecundidad. Por lo tanto, ella nos remite a Dios con facilidad.

Te acuerdas como decía san Agustín al final de ese párrafo que te leí:Abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de la vida que hay en ti. Pues en las mamás hay algo así como esa fuente de vida que nosotros hemos recibido, porque así Dios lo determinó. ¡Qué bonito! Gracias, Señor, por esta realidad que nos habla de ti, que nos remite a ti.

Pues esta experiencia tan bella es algo que podemos encontrar también con nuestra Madre del Cielo. No es algo del pasado, ya que esa maternidad de María respecto a nosotros la tenemos siempre. Ahora que platicábamos de estas experiencias que quizá hemos tenido con nuestra mamá, pues qué bonito. Y si las podemos seguir teniendo, qué bueno. ¿Probablemente nunca las tuvimos? Pues podemos tenerlos con María, con nuestra Madre del Cielo.

ROSARIO A UNA MADRE

Y hoy, precisamente hoy, te hablo de todo esto porque hoy celebramos a la Virgen del Rosario. No te voy a hablar de la historia del Rosario, sino cómo rezar el Rosario.

Porque con el Rosario podemos encontrar este momento de intimidad, este momento de diálogo, este momento de estar como san Agustín y santa Mónica en la ventana, mirando el jardín, suspirando, sin prisa, como descansando del viaje. Dice que descansaban del viaje que habían hecho preparándose para embarcar, para seguir el viaje.

Pues en este viaje, que es la vida, que nos dirigimos hacia Dios, hacia el cielo, necesitamos esos momentos de descanso, esos momentos de intimidad, de respirar con tranquilidad, de repetir palabras llenas de sentido como son las Avemarías, los Padres Nuestros, los Gloria, las letanías que rezamos en el final de Rosario, son palabras llenas de sentido, pero que podemos repetir como pericos si no ponemos atención.

 

Por eso, para convertir el Rosario en un momento de unión, de comunión con María, hemos de esforzarnos, hemos de meter la cabeza, la imaginación; meter la sensibilidad también, por ejemplo, teniendo alguna imagen de la Virgen para poder poner ahí nuestra mirada.

Si nos dormimos porque es muy repetitivo podemos ponernos de pie, caminar un poquito, ponernos de rodillas. ¿Y en qué podemos poner nuestra atención, nuestra inteligencia, nuestra memoria? Pues en los misterios que rezamos.

San Josemaría recomendaba al rezar el Rosario tener unos segundos de silencio antes de comenzar a rezar, a repetir el Padre Nuestro y las Avemarías. Por ejemplo, enuncias el misterio: Tercer misterio doloroso, La Coronación de espinas.

DETENERNOS A CONTEMPLAR

Unos segunditos para acordarnos de que Jesús fue coronado de espinas y que nosotros lo hacemos sufrir cuando tenemos malos pensamientos, o malos deseos, o cosas que pasan por nuestra mente y las consentimos, le ofendemos la cabeza. Por ejemplo: Señor, perdóname por los malos pensamientos; ayúdeme a alejarme de los malos pensamientos. Y ya, rezamos Padre Nuestro y podemos imaginaros también esa escena y cómo la Virgen la presenció, y cómo sufrió Ella también y la acompañamos. Y así cada misterio tiene muchísimo contenido.

Yo te traía aquí un párrafo de san Josemaría, que ya no te voy a leer porque está un poquito largo, pero es un párrafo en el que él nos comparte su manera de rezar el Rosario y de meditar los misterios gozosos. Y dice: En estos misterios encontramos la virtud de la humildad en todas partes, cómo la Virgen obedece inmediatamente la voluntad de Dios.

Cómo va en el segundo misterio a servir a su prima, porque servir también es un gesto de humildad;cómo Jesús nace en la pobreza de Belén; cómo la Virgen va a purificarse, aunque Ella no tiene ningún pecado, va a purificarseno tiene ninguna inmundicia, pero va a purificarse al templo. Y el quinto misterio, cómo Jesús también constantemente está al pendiente de cumplir la voluntad de su Padre.

Bueno, pues te dejo el texto ahí en la aplicación o en la página, en la versión escrita, para que lo leas si te interesa. Y te animo a rezar el Rosario con cariño, con amor, buscando esa unión, esa conexión con María, nuestra Madre.

Madre Nuestra, ayúdanos a rezar esta oración que a ti tanto te gusta y que es tan poderosa.

 

«Recordad los misterios gozosos: nos admiramos

de aquella humildad de Jesús, que semetipsum exi-

nanivit formam servi accipiens: que se anonadó a Si

mismo tomando forma de siervo, tomando carne

como la nuestra. Sin el pecado, pero igual a la nues-

tra. Humildad que le hace estar, como los demás,

el tiempo necesario en el seno de la Madre. Con-

templamos a la Madre, que se humilla y va por las

montañas de Judea a ver a su prima, Santa Isabel.

Contemplamos…, y nos conmueve, aquella escena

encantadora done se compone el Magnificat. Lue-

go nace Jesús: como nosotros, sólo que con mayor

pobreza: fuera de su casa, en un rincón. Non erat

eis locus in diversorio: no hubo para ellos lugar en

la posada. Siendo de la estirpe real de David, el Se.

ñor quiso nacer pobre y vivir pobre. Y cuando hace

que los evangelists, inspirados por el Espíritu San-

to, cuenten la historia de los antepasados de Jesús,

en el relato aparecen unas cuantas mujeres, que no

son precisamente un modelo de virtues; alguna de

ellas, ni mucho menos. Para que tengamos noso-

tros amor y comprensión y, a través de Jesús, sepa-

mos disculpar a las gentes. A continuación vemos

cómo la Santísima Virgen va al Templo a purificarse:

cuando más pura que Ella, sólo es Dios. ¡Modelo de

humildad! Y nosotros, Ilenos de soberbia… Al final,

después de estas escenas de humildad, se nos des-

borda el alma en generosidad, para ocuparnos de

las cosas de Dios, como hizo el Niño -cuando lo

encuentran en el Templo, después de buscarle tres

días-, que ése es el tema del último misterio: ¿no

sabéis que me he de ocupar en las cosas que son de

mi Padre del Cielo?» (Notas de una reunión familiar,

16-XI-1967, citado en Carta del Prelado Diciembre

2011, en opusdei.org)

Salir de la versión móvil