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P. Ricardo

5 min

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NUESTRA FUERZA ES LA CRUZ

Hoy celebramos de manera especial la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. La protagonista de este día es la cruz, en la que hemos sido salvados, donde el Señor pagó con su sangre. Nos toca a cada uno de nosotros aprovecharlo cada día, estando muy unidos a Él en la cruz.

 

UNIDOS A CRISTO

Estamos viviendo estos días el Triduo Pascual, que es el modo como nosotros en la Iglesia, los cristianos hijos de Dios, celebramos esos grandes misterios de nuestra fe, de nuestra vida, que son la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Y hoy viernes, recordamos, celebramos de manera especial la Pasión del Señor. Y la protagonista de este día es la Cruz: la cruz de Cristo, que a lo largo del año y todos los días está siempre presente. La vemos coronando nuestras iglesias, los altares, o a lo mejor llevas una crucecita en una cadena, o un crucifijo contigo, o en tu habitación.

Pues el día de hoy la Cruz tiene un trato muy especial. Y es que la cruz es el medio, el instrumento en el que murió nuestro Señor Jesucristo, del que colgó ese cuerpo de nuestro Señor, donde murió… Y sin embargo nosotros le damos un significado especial.

EL NIÑO QUE SABÍA DÓNDE ESTÁ JESÚS

Y esto me recuerda una anécdota de un niño que se había preparado para hacer la Primera Comunión, pero que el sacerdote tenía sus dudas si es que realmente este niño estaría preparado para recibir al Señor, el Cuerpo del Señor; si era consciente realmente de lo que iba a hacer.

Entonces decidió ponerle una prueba justamente para poder determinar si es que este niño sabía que iba a recibir el cuerpo de Cristo. Entonces, en la capilla le pregunta y señala el Santísimo, el Sagrario donde está el Señor, y le pregunta: -¿Quién está ahí? Y entonces, este niño, con esa sencillez que justamente tienen los niños, le dice señalando en primer lugar la cruz: -Allí parece que está Dios, pero no está; en cambio -y señaló el Sagrario- allí, en cambio, sí está Dios, aunque parece que no estuviera.

MIRAR LA CRUZ

Y es que es lo que nos lleva a pensar justamente el ver un crucifijo: vemos al Señor crucificado, el Señor que ha muerto ahí por nosotros. Sin embargo, no está allí el Señor, está realmente en la Eucaristía.

Pero ¡cuánto nos ayuda mirar el crucifijo! Cuántas veces, ante una dificultad, ante una contrariedad, ante el dolor, podemos mirar a Cristo sufriente.

Y es por eso que, este día, en esa ceremonia que se llama la Pasión del Señor -la celebración de la Pasión del Señor-, se lee el Evangelio de san Juan, donde este apóstol, el apóstol amado, narra con lujos y detalles la Pasión de Cristo.

Por eso nos puede servir ahora, en este rato de oración o para que aproveches muy bien este día, ya no solamente ir a esa celebración, sino leer, llevar a tu oración, a tu meditación personal, porque es un día para meditar. Es un día especial para meditar. También para descansar un poco en familia, pero no podemos no meditar en la Pasión del Señor.

JUDAS ENTREGA AL SEÑOR

En efecto, en esa lectura larga de la Pasión, encontramos cómo Jesús se encuentra en el Torrente de Cedrón, donde había un huerto, y allí es donde va a ser entregado por Judas.

Esta semana también hemos leído la historia de Judas, que ya cuando están en Jerusalén, Judas está perdido en el sentido de que ya ha decidido entregar al Señor. Poco a poco se ha ido alejando de Él, aunque vivían juntos, cerca, pero se ha ido alejando.

luces y sombras

San Juan también nos lo dice en varias ocasiones, que tiene un pensamiento crítico, en la misma Semana Santa, en la misma semana en Jerusalén, Judas ataca a la pobre María, hermana de Lázaro porque ha derramado ese ungüento de nardo precioso en el cuerpo del Señor.

Es que Judas, pues ahora su corazón está apegado a las cosas, aunque parece que tiene una preocupación social, una preocupación por los pobres aparentemente buena. Pero cuando no está unida a Dios, esa preocupación por los pobres es falsa, solamente se queda en él.  De hecho, san Juan nos dice que no le preocupaban los pobres, sino porque él se robaba la plata.

“Y Señor, nosotros no queremos estar lejos de ti, porque si no nuestra vida no tiene sentido”. Y lo que le da sentido en buena medida es estar muy unidos a la cruz de Cristo.

JESÚS ESTÁ LISTO

Pues nos cuenta san Juan en ese pasaje del evangelio, que Judas llega con toda una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes, porque sabe que Jesús se les puede escapar, sabe que tiene esa capacidad.

Entonces entra allí pero el Señor, después de haber estado allí rezando, sufriendo, identificándose en su voluntad con la voluntad de Dios, finalmente ha aceptado que para eso ha venido y está listo.

Entonces se levanta y el Señor dice:

“¿A quién buscáis? Le contestaron: -A Jesús el Nazareno. Les dijo Jesús: -Yo soy” (Jn 18, 7-8).

Después de esta conversación, finalmente Judas da la señal. Aunque aquí no se cuenta, pero en otro evangelio se cuenta que Judas da la señal del beso.

Luego el Señor hace una cosa extraordinaria, y es que les pide que dejen a los demás marcharse. Es decir, incluso en este momento, muestro Señor está dispuesto a dar la cara por los suyos, no quiere que ninguno de ellos sea prendido, que sea apresado.

A pesar de aquel momento los apóstoles, en concreto Pedro, saca la espada, hiere a un criado del sumo sacerdote -le corta la oreja, luego el Señor lo cura- y luego todos huyen despavoridos. Pero el Señor sabe que para esto ha venido a dar su vida por nosotros.

De hecho, adelantándonos muchísimos versículos, así termina esta lectura del Evangelio de san Juan. Nos dice que nuestro Señor, llegado el momento, dice estas últimas palabras: “Tengo sed” (Jn 19, 28).

Jesús, el médico que siempre cura

Y finalmente dijo:

“Todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu”

(Jn 19, 30).

En esta ceremonia de la Pasión del Señor, cuando se lee la pasión, cuando el narrador dice: “Inclinando la cabeza entregó el Espíritu” dice que todos deben arrodillarse y hacer una pausa, un silencio por unos instantes.

NUESTRA FUERZA ESTA EN LA CRUZ

Miremos esa escena en la que el Señor muere. Y aunque parezca una locura, alegrémonos porque allí hemos sido redimidos, allí el Señor nos ha comprado a gran precio, como dice san Pablo, el precio de su Sangre, para que tú y yo podamos ser libres.

Como pueden ver en los datos que aparecen en esta meditación, soy de Perú y nuestro himno dice: “Somos libres, seámoslo siempre”. Ya no únicamente esa libertad humana o ante un dominio humano, político, sino esa libertad de los hijos de Dios: libertad del pecado.

“Señor, ahora hacemos ese propósito de ser verdaderamente libres: libres de esas pasiones desordenadas, de nuestro egoísmo, de nuestra sensualidad, de nuestra soberbia -que es la más peligrosa-, porque ya has pagado ese precio con tu Sangre y ahora se trata de que lo aprovechemos. Aunque tengamos que levantarnos muchas veces como Tú, que caíste con la cruz, el peso de la cruz, el peso de nuestros pecados. Te levantaste una y otra vez”.

Y para eso, el consejo que podemos sacar de aquí es que miremos la cruz. Así empezamos este rato de oración: miremos la Cruz, la cruz de Cristo cuando notemos nuestra debilidad, cuando notemos nuestra poquedad. Y ahí encontraremos nuestra fuerza. Para los cristianos, nuestra fuerza está en la cruz.


Citas Utilizadas

Is 52, 13-53, 12

Sal 30

Heb 4, 14-16; 5, 7-9

Jn 18, 1-19, 42

 

Reflexiones

Señor, que sepa mirar siempre la Cruz donde encuentro mi fuerza.

 

Predicado por:

P. Ricardo

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