Hoy, aunque la Iglesia ya no lo celebra litúrgicamente, todavía queda la conmemoración de san Valentín y el día de los enamorados. Decía que ya no es litúrgicamente porque hoy es la fiesta de Cirilo y Metodio y, porque al terminar el Concilio Vaticano II que se cambió un poco el santoral, este santo no se celebra en la misa.
Sin embargo, como te decía, quedó el día de los enamorados aparentemente porque san Valentín era un santo mártir de los primeros siglos de la Iglesia, sacerdote, que cuando el emperador Claudio II prohibió a los soldados del ejército romano casarse -probablemente para que estuvieran más libres mientras estaban en el ejército-, él, yendo en contra de esa indicación, los casaba para que pudieran vivir el camino de la unión en el matrimonio con la gracia del sacramento.
Bueno, porque es algo justo también. Y ahí lo tenés: día de los enamorados.
Me acordaba de san Josemaría, que muchas veces decía que él estaba enamorado. Decía:
“Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”
(San Josemaría, Surco 795).
Y él mismo, incluso ya siendo grande, siguiendo muchos años de reunión con Vos, Jesús, de respuesta a su vocación, se sentía y se sabía enamorado. Te voy a poner acá una de esas veces que lo dice:
“-Padre, ¿cómo podemos vivir enamorados y qué le decimos a los que no creen en el amor? – Uy hija mía, tú pregúntame, ¿cómo podemos vivir si no estamos enamorados? Porque yo no lo entiendo, yo vivo porque estoy enamorado. Yo vivo porque estoy enamorado, está claro. Si no, no sería vida esto.”
VIVIR ENAMORADOS
¿Cómo podemos vivir sin estar enamorados? Qué bueno, Señor, que pensemos hoy si nuestro corazón está así, vivo, enamorado. Y en esto también el Papa nos escribió una encíclica, Dilexit nos, en la que nos habla, Jesús, de tu corazón.
Menciona que es importante quererte, Señor, no solo con la inteligencia, con los sentimientos, sino con todo el corazón, con toda la persona, con lo más profundo. Por eso hemos de buscar quererte así, con ese fuego, con ese entusiasmo, buscando un trato personal con Vos, queriendo, por ejemplo, darte muestras de cariño, ofreciéndote lo que hacemos, ofreciéndote el desagravio, el pedir perdón cuando vemos que se te ofende o nosotros mismos pecamos, queriendo llevarte a los demás como fruto de ese estar enamorado.
En esa encíclica que te mencionaba, dice el Papa que:
“La misión, entendida desde la perspectiva de la irradiación del amor del Corazón de Cristo, exige misioneros enamorados, que se dejan cautivar todavía por Cristo y que inevitablemente transmiten ese amor que les ha cambiado la vida”
(Dilexit nos, No. 209).
Hace falta estar enamorados para así, continúa después él diciendo que uno naturalmente enamora a los demás de su amor, porque les habla con entusiasmo de eso que tiene adentro.
AMOR O ATRACCIÓN
Por eso, Señor, ayúdanos a alimentar siempre el amor, a no vivir sin amor; y alimentarlo, muchas veces en cosas pequeñas, en un encuentro personal, en la unión con Vos también, Señor, en la cruz, en lo que cuesta; metiéndonos, como sugieren muchos autores espirituales también inspirados en la Escritura, metiéndonos en tu costado, en tus llagas, buscando ahí cobijo; buscando la unión con Vos en la Eucaristía, en la oración, hablándote, confiándote todo lo que tenemos en el corazón.
Y a la vez, enséñanos a distinguir, Señor, lo que es el amor del enamoramiento, de lo que es solo una emoción psico-física que puede durar un tiempo, pero que suele ser pasajera y que no es lo mismo que el amor.
Quizá hoy estamos en un mundo que mira mucho a las emociones, a sentirse bien, a lo que uno experimenta en su emotividad. Quizá uno confunde amar con sentir atracción por alguien, con sentir ese entusiasmo, ese enamoramiento que podría ser simplemente un fuego artificial, como esos que se tiran en Navidad y Año Nuevo, que solamente iluminan un cachito y se apagan, si es que ese enamoramiento no se convierte después en una decisión libre, en un elegir cada día a la persona amada, en un buscar su bien, en un cultivar una relación, en un nunca dar por supuesta la amistad, sino alimentarla siempre.
¿POR QUÉ REZO?
Y esto, tanto con una persona en el amor de una pareja -en el amor matrimonial, amor de unos novios- como en el amor a Vos, Señor. Si buscamos solamente los sentimientos probablemente no perseveremos en la amistad con Vos. Porque nos soles llevar quizá a los comienzos con más entusiasmo, con todo un descubrimiento, con una paz, con un gozo; después, puede ser que alguna vez nos falte ese entusiasmo más sensible, y es el momento de decir:
¿Yo por qué rezo? ¿Yo por qué te busco, Señor? Y es el momento también de rectificar la intención y querer amarte, buscando, Señor, agradarte, buscando lo que te gusta a Vos, buscando seguirte cuando estemos con más entusiasmo o cuando estemos también más secos, que por ahí no sentimos nada al rezar o al comulgar, pero eso no quiere decir que no te queramos.
Lo mismo que alguien que si está de novio, mucho más si está casado ya no siente eso que sentía -ese que le lata el corazón más rápido, que se emocione al ver a la persona que quiere- no quiere decir que ya está, que tengo que buscar a otro o buscar a otra, sino tengo que aprender a querer, a buscar su bien, a ver qué compartimos, a ver cómo nos ayuda esta relación, cómo nos hacemos bien mutuamente.
HACERLO TODO POR AMOR
San Josemaría decía:
“Si no estamos enamorados, no sería vida”.
Nosotros, Señor, queremos vivir la vida, vivir con amor, que es lo que queda, y tener esa Vida con mayúsculas. Quizá un propósito concreto podría ser, algo que también decía san Josemaría: hacerlo todo por amor. Intentar hoy pensar más veces, incluso en este rato de oración, mi trabajo, mi trato con los demás, quiero hacerlo por amor, por unirme Señor más a Vos, por servir a los demás, por hacerles un bien.
Si no tuviéramos amor, ¿qué pasaría? Andaríamos buscando una compensación, a falta de un sentido profundo de la vida, algo que nos dé la razón del existir, uno buscaría como entretenerse con cosas que terminan siendo egoísmos. Encomendamos a la Madre el amor hermoso Dios, María que vivió enamorada.
Nadie amó tanto como ella a Dios y a los demás. Ayúdanos, Madre nuestra, a tener así un corazón enamorado de tu Hijo, de las personas que Dios puso en nuestro camino, en la tierra.
Deja una respuesta