JESÚS CURA ENFERMOS
Jesús envía a sus discípulos a proclamar que ha llegado el Reino de los Cielos, leemos hoy en el Evangelio y les da estas indicaciones:
«Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y arrojen demonios».
Pienso que son palabras, como todas las palabras del Evangelio, muy actuales, y podemos intentar aterrizar en lo que significan para nosotros.
Por un lado, pues es apasionante tarea que nos espera a todos los cristianos de llevar esa buena noticia de que ha llegado el Reino de los Cielos.
Pero Jesús lo pide de una manera muy concreta: “Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y arrojen demonios”.
Y no lo haces, Señor, desde tu sillón, sino que tú siempre vas por delante.
Te acuerdas, por ejemplo, aquella vez que Jesús llamó a Mateo, un publicano que tenía fama de abusivo con los demás por los impuestos que cobraba; y no solo eso, sino que luego fue a su casa a comer con los que los fariseos tachaban de publicanos y pecadores.
Y ante la crítica, la respuesta de Jesús fue clara:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos».
Pues por ahí tenemos una clave, que Tú, Jesús, no te refieres solo a los enfermos del cuerpo, sino también del alma.
Tenemos tu ejemplo, Señor, de cómo Tú no rehuyes el trato social con todo tipo de personas, con un ladrón convicto, con los niños, los hombres cultos y los ignorantes, con mendigos como Bartimeo y los leprosos, con todos.
CURAR ENFERMOS
Y hoy, en especial en este Evangelio, nos mandas a ir con los más necesitados, “curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y arrojen demonios”.
El Papa Francisco, que es el vicario de Cristo en la Tierra, añade un matiz:
“Ir por ellos, pero no desde arriba hacia abajo, sino en amistad”.
“El único momento que es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo es cuando la ayudamos a levantarse”, nos dice.
Y haciendo referencia al Evangelio de hoy, añade el Papa que:
“En la vida nada es gratis, todo se paga. Sólo hay una cosa gratis en la vida, el amor de Jesús”.
Hoy Jesús nos dice:
“Gratis lo recibisteis, dadlo gratis”.
Pues Jesús, quiero aprender de Ti. Guía mis pasos a donde Tú quieres que vayan, no a donde yo quiera ir.
Y hoy Tú, Jesús, claramente me estás enviando “a curar a los enfermos, a resucitar a los muertos, a limpiar a los leprosos y arrojar a los demonios”. Y esto, ¿qué quiere decir?
Pensaba respecto a curar a los enfermos, que como vimos con Mateo, que no es una tarea solo para los médicos del cuerpo, para los doctores, ni para los médicos del alma, para los sacerdotes, sino que es una tarea de todos los que estamos sanos del alma o del cuerpo.
RESUCITAR MUERTOS
Vamos a revisar aquí ¿quién de mis amigos puede que esté enfermo del cuerpo o del alma? Y apúntatelo: Llamar a fulano, escribirle un mensaje. Preguntarle, ¿cómo vas?… ¿cómo estás?… ¿Estás de vacaciones o donde te encuentras?… ¿Dónde andas?… Aquí estaré por si quieres hablar…
Bueno, ahí hay algo muy concreto para curar a los enfermos.
Y, ¿de resucitar a los muertos? Pues quizá en estas vacaciones con los hijos vas a misa un domingo y claramente les dices: —Voy a confesarme a la iglesia. Vamos a ir a esa iglesia donde hay confesiones, por si alguno quiere venir…
Quizá al principio nadie se anota, pero cuando ellos ven que haces costumbre, pues ya verás como si se van a ir anotando a la cuarta o quinta vez.
Seguro que alguno se apunta y ya luego, al salir de misa los llevas por un helado. ¡Resuciten muertos! ¡Limpiar leprosos!
Visitar a los que no tienen techo. Aquí en la ciudad en la que vivo, pasa “La Bestia”, que es el tren que cruza todo el país, de México hacia Estados Unidos, y va lleno de gente que lleva días viajando para intentar cruzar del otro lado y descansan en esta ciudad de Guadalajara. Pasan unos días aquí para reponer fuerzas.
Y una actividad muy frecuente de mucha gente, es hacerles sándwiches, llevarlos y sobre todo, platicar con ellos un ratito.
ARROJAR DEMONIOS
Otra actividad que me contaba el otro día una sobrina, es llevarles kits de artículos de primera necesidad, no solo a ellos, a los migrantes, sino a los parientes que llevan semanas esperando que salga de un hospital su familiar o a los que duermen en el parque porque no tienen un techo.
Bueno, pues aquí está también esta tarea que nos invitas Tú, Jesús, a limpiar leprosos, arrojar demonios.
San Juan Pablo II decía que nunca había visto al diablo, pero sí sus efectos devastadores en las personas.
Pues así tú y yo también podemos decir que hemos visto al diablo. Y no hace falta que le veas los cuernos, porque el diablo no es tonto, sino muy listo.
Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y se esconde para que pensemos que no existe. Pero tú y yo sabemos que existe.
Pero sabemos también aquello que decía San Pablo que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.
Es decir, que tenemos todos los medios para arrojar demonios, todos los medios para vencer los ataques del diablo.
Y de manera ordinaria, con tres medios invencibles: oración, ayuno y sacramentos. Sobre todo la Eucaristía y la confesión.
Del ayuno decía San Pedro:
«Sed sobrios, y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar».
PROTECCIÓN DIVINA
Hay otro momento en que Jesús envía de nuevo a los apóstoles y les dice: «Tomarán serpientes en las manos».
Una serpiente en la Biblia es figura del diablo. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y a lo largo de toda la Biblia, es una imagen de la serpiente que ha perdurado como símbolo del mal, del engaño y la falsedad.
Pero también es una metáfora que enfatiza la protección divina y la fe en el poder de Jesús. Es una imagen que nos llena de esperanza; en la esperanza de que aún viviendo en un mundo enfermo, leproso, muerto y endemoniado (las cosas no puede estar peor, dicen algunos), está Jesús a nuestro lado actuando eficazmente nosotros y a través de nosotros, y dándonos toda la gracia, todo la gracia necesaria para enfrentar cualquier peligro o desafío.
Por eso, frente a la tentación de refugiarnos en nuestra zona de confort como de aislarnos del mundo, nos anima el ejemplo de María
Madre mía, seguro que así como Jesús aprendió de ti todas las cosas, también aprendió de ti y de San José a tratar bien a todos, a recibir a todos.
Ayúdame, enséñame a mí también a seguir estas invitaciones que me está haciendo Jesús este día: salir de mi comodidad y lanzarme sin miedo, a curar enfermos, a resucitar muertos, a limpiar leprosos y arrojar demonios.
Con esa seguridad, con esa confianza de que la gracia de Dios no nos faltará y que Jesús quiere actuar a través de nosotros.
Mira a través de mis ojos, habla a través de mi boca.
Santa María. Ponemos en tus manos estos propósitos.