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P. Federico

6 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

ENSEÑABA

Jesús enseñaba y sigue enseñando. ¿Y si Jesús enseña pero nadie le escucha…? En nosotros está el fomentar las disposiciones para escucharle y hacerle escuchar.

«Entraron en Cafarnaúm y, en cuanto llegó el sábado, fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Y se quedaron admirados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas».

Leyendo estos dos versículos del Evangelio me llamó la atención la repetición: enseñar, enseñanza, enseñaba…

En cuanto puedes, Jesús, Tú enseñas. Nos quieres mostrar la verdad, Tú eres la Verdad.

Pero yo (como los de Cafarnaúm) necesito que me vayas deletreando la verdad. Que me la expliques varias veces, que me pongas ejemplos, imágenes que me ayuden a entenderla. 

Es lo que haces en mi vida. Es lo que hiciste también en aquella ciudad y ahí por donde pasaste: en Galilea, en Judea, en tierras de Samaría, en la región de Tiro y Sidón, en todos lados.

JESÚS ENSEÑABA

Jesús enseña, sigue enseñando… La cuestión es que no siempre escuchamos lo que enseña. No siempre escucho lo que me quieres decir, Señor, lo que me quieres enseñar.

A veces ni siquiera acudo a donde estas enseñando…

Me acordaba de aquella pregunta pseudo-filosófica: “Si un árbol cae en medio de un bosque donde no hay nadie que lo escuche: ¿hace ruido?”

No voy a ponerme a filosofar aquí sobre esta interrogante. La verdad es que la respuesta da lo mismo.

Pero me planteaba otra pregunta, se me venia a la cabeza: ¿Y si Jesús predica y no hay quien le escuche…? Esto sí que es importante.

Cuántas veces vamos, pero no escuchamos… O escuchamos sin interiorizar lo que nos dice, que es lo mismo que no escuchar. Jesús enseña. Sigue enseñando, ya sea en un libro de lectura espiritual, en un medio de formación, en una homilía, en una meditación.

Las disposiciones, las actitudes, de quienes estamos ahí, importan mucho.  

ESFUERZO Y PERSEVERANCIA

Te quería compartir dos anécdotas de un libro que se llama “Deja que África te hable”. Son muy ejemplificadoras, al menos a mi así me parece

La primera la cuenta una estudiante que, con otras, aprovechaban las vacaciones para ir a enseñar catequesis en una Misión en medio de la selva. Esta muchacha describe la llegada de las niñas a la Misión cada domingo:

“Durante las vacaciones escolares, a las 5.00 hs. de la madrugada de los domingos comenzaba a oírse el canto del “cuco” en los árboles. 

El canto de este pájaro (…), del que toman su nombre los famosos relojes Cucú, se escucha de granja en granja. Las niñas mayores ya habían superado los exámenes de Catecismo y habían hecho la Primera Comunión. 

El esfuerzo de preparación del Catecismo había sido largo. Fuimos a la Misión en la Selva durante los tres meses de vacaciones.

Allí, el examen de la Primera Comunión era muy serio: quien no lo superaba debía repetir el curso completo al año siguiente. 

Las niñas debían asistir a Misa, en la Misión, todos los domingos; las que vivían más lejos estaban a unos veinte kilómetros, y con espíritu deportivo se levantaban temprano y comenzaban a correr en dirección a la Misión. Lo hacían durante una gran parte del trayecto; y si se cansaban, caminaban un tramo hasta reponerse. 

El canto del “cuco” las seguía, y el grupo crecía a medida que se les iban uniendo niñas de las granjas por las cuales pasaban corriendo.

A las 6.30 hs. el grupo ya era una multitud de niñas perseguidas por el canto del “cuco”, y la luz del sol se asomaba. Al llegar a la Misión era pleno día” (cfr. Deja que África te hable, Esther Toranzo, Berny Okondo y Lydia Waithira).

Esa es la ilusión de formarse, la ilusión de escuchar, de aprender. Porque Dios tiene algo que enseñarles y ellas quieren aprender.

Cuántas veces un poco de tráfico o un día pesado nos parecen “demasiado” y nos convencemos que ya no tenemos ni tiempo ni fuerzas para asistir a un medio de formación. 

¡Gracias Dios mío por “los santos de la puerta de al lado” como estas niñas! Porque estos son los que nos dan auténticas lecciones.

enseñaba

DECISIÓN Y VALENTÍA

La segunda anécdota se narra a través del siguiente diálogo:

“Hablando con mi abuelo, le dije: —Abuelo ¿conocías desde hace mucho a los hombres blancos? ​

—Ahora los vemos por toda Kenia; responde el abuelo. Pero aquellos fueron los primeros. Yo era adolescente y los descubrí un día cuando hacía pastar al ganado, y me dediqué a observar cómo eran y qué hacían aquellos hombres extraños en aquel edificio que estaban construyendo. Los días siguientes volví a llevar mis cabras a ese campo y no descansé hasta que pude hablar con ellos. ​​

—Abuelo, tú no hablas inglés, ¿cómo te comunicaste con ellos? ​​

—Al principio les hablé por señas; pero ellos entendían algunas de mis palabras, porque estaban estudiando el dialecto “kikuyu”. Uno de aquellos blancos era un hombre joven, y nos hicimos amigos. ​​

—¿Quién era tu nuevo amigo? ​—El padre Mortar, responde el abuelo

Mi abuelo me explicó que “padre” significaba sacerdote católico, y continuó: 

—El padre Mortar me dijo que iban a abrir una escuela donde enseñarían a leer y a escribir, y también dictarían aritmética, italiano y catecismo. El italiano era la lengua que hablaban, y la querían enseñar para que nos entendiésemos bien; pero ellos querían que nosotros les enseñásemos, a cambio, el kikuyu. 

Ese día, al volver a casa, pregunté a mi padre si me permitía asistir a la escuela de los sacerdotes blancos, pero me dijo que no, pues yo era el hijo primogénito, y mi deber era ocuparme de la aldea cuando él muriese, y para eso debía cumplir bien con mis trabajos diarios y prepararme para ser un buen Jefe del Consejo de Ancianos. ​​

Yo no quería desobedecer a mi padre, pero la idea de ir a la escuela del padre Mortar me resultó irresistible, así que fui al padre Mortar y le conté mi problema.

Parecía no haber solución, hasta que, en un momento, me atreví a preguntarle si me podría enseñar por las noches, una vez acabadas mis faenas. 

Esa pregunta mía pensé que era una locura, pero el padre Mortar, con sentido apostólico, lo pensó un poco y me respondió que sí; y añadió:

—Ahora, todo tu problema consiste en volver a casa, hablar con tu padre y pedirle permiso nuevamente, para acudir a la escuela por las noches. ​​

Al hacerlo, mi padre me contestó: —Si cumples con el trabajo que te corresponde cada día, no veo inconveniente; pero esa colina en la que está la escuela queda a bastantes kilómetros, y tendrás que hacer el trayecto de noche, ¿qué piensas… no es peligroso? ​​

Para evitar una negativa, contesté sin meditarlo, improvisando una respuesta: —Mejor aún, pues iré con otros amigos míos, y cada noche aprenderé a ser valiente, porque tú siempre me dices que para ser un buen jefe hay que ser valiente” (cfr. Deja que África te hable, Esther Toranzo, Berny Okondo y Lydia Waithira).

Esa fue su respuesta y ahi termina el relato.

PONER LOS MEDIOS

Jesús enseña. Poner los medios para escucharle (y escucharle bien) es tarea nuestra. Escucharle. Dedicarle tiempo. Estas meditaciones, asistir a un grupo de formación, tener algún plan de lecturas, participar de algunas actividades, retiros mensuales, un curso de retiro cada año..

Porque enseña y lo hace como quien tiene potestad y no como los escribas.

Una de las posibles descripciones de nuestra Madre, Santa María, la dio Jesús mismo cuando dijo:

«Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan»

(Lc 11,28).

Dios enseña y Ella escucha. Y lo hace con la mejor de las disposiciones.

 

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Citas Utilizadas

Hb 2, 5-12

Sal 8

Mc 1, 21-28

«Deja que Africa te hable» (TORANZO, ESTHER / OKONDO, BERNY / WAITHIRA, LYDIA; Rialp)

 

Reflexiones

Señor, este año ayúdame a poner los medios, la voluntad y querer esforzarme para formarme y asi estar más cerca de Ti.

Predicado por:

P. Federico

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