Icono del sitio Hablar con Jesús

SER DE JESÚS

es Jesús

El Evangelio de hoy es un evangelio muy breve, tiene sólo un par de versículos y nos presenta una pregunta que hace un personaje del Evangelio:

“¿Quién es ese hombre?”

(Lc 9, 9).

Esa es una pregunta que aparece en distintos momentos del Evangelio. Aparece cuando, en el pueblo, la gente ve a Jesús y se pregunta:

“¿Quién es este?”

(Mt 8, 27).

“¿No es este el hijo del carpintero? ¿No viven sus parientes con nosotros?”

(Mt 13, 55-56).

La figura de Cristo presenta esa pregunta sobre “¿quién es este hombre? ¿Quién es ese hombre que aparece?”

Ahora nosotros estamos hablando contigo Señor y quizás también nos viene esa misma pregunta: “¿Quién es ese Hombre?”

Los apóstoles también se hicieron la misma pregunta. Por ejemplo, cuando Jesús calma la tempestad, calma las olas, los vientos, simplemente con un mandato: “¡Calla! ¡Tranquilízate!” los apóstoles se miran entre ellos y se dicen:

“¿Quién es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?”

(Mt 8, 27).

Jesús mismo quiere que los apóstoles se planteen esto y les pregunta un día Él mismo:

“¿Quién dicen los hombres que soy Yo?”.

Se ve que es algo que habían conversado porque rápidamente empiezan a decir:

“unos dicen que eres un profeta, otros que eres Elías, otros que eres Juan el Bautista. Y Jesús les pregunta: ‘pero ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?”.

Y ahí está la confesión de san Pedro:

“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”

(Mt 16, 13-16).

Jesús lo felicita porque le dice que no es él el que está hablando, sino el Espíritu Santo que habla por medio de él.

Pero el que hace la pregunta en el Evangelio de hoy (aquí dejamos el suspenso que habíamos dejado al principio) es Herodes que, al tener noticias de Jesús, al tener noticias de los milagros, se pregunta: “¿Quién es este Hombre?” ¿Quién es Jesús?

¿QUIÉN ES EL SEÑOR?

Pienso que es muy bueno preguntarse sobre quién es el Señor. Hay que ver cuáles son las intenciones que hay detrás, pero ante la figura del Señor es normal y muy bueno preguntarse: ¿Quién es el Señor?

Me parece que puede ser un buen tema para nuestra oración, que nos preguntemos quién es Jesús para nosotros; quién es ese hombre que aparece en el Evangelio, ese que nació en Belén, ese que vivió treinta años oculto en Nazaret trabajando junto a su padre y a su madre de la tierra: José y María.

Quién es ese hombre que hizo milagros, que predicó, que fue bautizado en el Jordán, que resucitó a los muertos, que calmó las tempestades, que multiplicó los panes y los peces, ¿quién es ese sujeto, ese personaje? ¿Quién es Jesús para mí?

Esa segunda parte de la pregunta es fundamental también: ¿quién es Jesús para mí?

Jesús, estamos conversando contigo en este rato de oración y queremos preguntarnos, queremos que Tú nos ilumines también: ¿Quién eres Tú para mí?

¿Eres, como decía una persona en un testimonio una vez, una estrella fugaz, la cual cuando pasa yo le pido un deseo; una cosa a la que yo le pido cosas?

O ¿eres una máquina de bebidas, como dicen algunos, a la que le echo una moneda, rezo una oración, un sacrificio y ¡pum! aparece lo que yo le pedí? Como que yo hago cosas por el Señor para que Él me dé; yo hago cosas por Ti Jesús mío para que Tú me des.

Quizás a veces te considero como una estrella fugaz, como una máquina de bebidas o, a veces quizás, te considero como una idea, un conjunto de ideas, de verdades, de realidades, de cosas que hay que creer, cosas que hay que pensar.

Quizá para mí, eres simplemente eso: un conjunto de ideas o un libro con cosas que hay que aprenderse de memoria, cosas que hay que creer.

Quizás eres un ideal: sí, yo tengo que llegar a ser así, como una estatua que está presente en un lugar, a la cual yo tengo que ir pareciéndome, no imitándola, sino haciendo lo que me dicen que tengo que hacer simplemente.

A veces, Jesús para mí puede ser un personaje histórico, alguien que vivió hace algún tiempo, pero que, en realidad, en el fondo, no tiene tanta influencia sobre mí.

Un revolucionario, una persona que tenía una idea muy poderosa; alguien que, sí hizo milagros, que estuvo en esta tierra, pero que ya tampoco tiene tanta influencia sobre mí…

La pregunta fundamental: O ¿es para mí alguien que dio su vida por mí, para salvarme, para llevarme al Cielo?

DIOS ES AMOR

Jesús, me doy cuenta de que Tú me quieres tanto que moriste por mí, que diste tu vida por mí? Que te encarnaste y te hiciste Hombre; que te hiciste pequeño -como dice san Pablo en una de sus cartas:

“Se humilló haciéndose Hombre y luego se humilló hasta la muerte y muerte de cruz, para salvarme a mí del pecado”

(Flp 2, 7-8).

¿Me doy cuenta de que Jesús para mí es Amor? Que Dios es Amor, como el título de esa primera encíclica del Papa Benedicto XVI: Dios es Amor”. Dios es entrega, Dios se la juega, se da todo totalmente.

Y ese darme cuenta de que Tú Jesús mío te entregaste hasta la muerte e hiciste todo eso por amor a mí, me lleva a una pregunta también para esta última parte de estos diez minutos de Hablar con Jesús: y yo ¿quién soy para Jesús? ¿Quién quiero ser para Ti Jesús mío?

Sé que soy tu amigo, que soy hijo de Dios, cómo tú me ves, pero cómo quiero ser yo también para Ti, ¿cómo quiero ir conociéndote y dejando que me conozcas? ¿Quiero ser de verdad un amigo, alguien cercano a Ti, alguien en que Tú puedas confiar, en que Tú te puedas apoyar?

Jesús, yo quiero ser ese soporte para Ti, quiero ser ese amigo tuyo. Ese que, como dice san Pablo:

“Completo en mi carne lo que falta a tu Pasión Señor”

(Col 1, 24).

¿Soy tu amigo? ¿Soy el que está ahí para Ti? ¿Me doy al cien por ciento, totalmente? ¿Me reservo algo? ¿Pongo condiciones?

Hace poco leí un sucedillo muy sencillo pero que pienso que nos puede ayudar en esta última parte de nuestra oración. Era un sacerdote que contaba cómo una mamá estaba conversando con su hijo y le explicaba, mirando a un crucifijo, le decía:

“Mira, ahí está Jesús que murió por ti. Todo lo que padeció, lo padeció por ti, que te quiere muchísimo, que quiere que tú seas feliz, que te quiere llevar al Cielo. Y le pregunta: ¿tú estarías dispuesto a morir por Jesús como Él murió por ti?”

El niño, pensando un rato, le dice: “Bueno, si sé que al tercer día voy a resucitar, entonces sí”. Como poniendo condiciones. Quizá a ti, a mí también nos puede pasar algo parecido y es muy normal.

Jesús, que yo sea para Ti un buen amigo en el que Tú te puedas apoyar y que se entrega sin condiciones. No quiero entregarme al ochenta, al setenta, al noventa por ciento… quiero ser cien por ciento tuyo Señor.

Quiero ser cien por ciento para Ti, como los santos que supieron entregarse. Como tu Madre santísima que, sin tener mucho conocimiento de lo que iba a pasar en el futuro, te dijo:

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”

(Lc 1, 38).

Se entregó totalmente. Yo quiero ser ese para Ti Señor.

Salir de la versión móvil