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ESE PRIVILEGIO SABATINO

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Conversando una vez con un amigo, me contaba que estaban en problemas en su campo donde él trabajaba, porque había inundaciones y el ganado ya no encontraba lugares dónde comer pasto, se iban acumulando en las zonas más altas.

Parecía todo muy problemático y entonces me dijo: “Pero yo no me quejo, lo que más le temo, en realidad, es cuando hay sequía… eso sí que es un estrés, un desastre, es mucho peor.

Me acordaba de esto porque hay un pasaje de la Sagrada Escritura del Antiguo Testamento, que cuenta cómo en tiempos de Elías, Israel sufrió una gran sequía. 

Se cerraron los cielos, no llovía durante nada menos que siete años.  Era consecuencia de que se habían alejado de Dios, habían caído en la idolatría.

Entonces, el profeta pidió a Dios que otra vez lloviera.  Habló con el rey, invitó al pueblo a la conversión.  Llegó a esa promesa de que, si se convertían, volvería a llover.

Él subía al Monte Carmelo y ahí se fijaba a ver si venía una nube desde el mar, si ya venía la lluvia otra vez.

Nos podemos imaginar de lo que sería siete años sin lluvia… ¡no crecería nada!  Los ríos estarían secos, sería todo tan difícil.

¡Cuánta penuria a causa de la falta de eso tan fundamental para la vida, que es el agua!

Y subió por séptima vez al Monte Elías y vio una nube chiquita, como un puño de una mano, pero que se fue agrandando, que se iba acercando y mandó a avisar al rey que enganchara su carro y que se fuera, porque después por el agua no iba a poder volver a su casa.

Tanta confianza tuvo en la oración a Dios… y efectivamente así fue: otra vez subió como una bendición sobre toda la gente.

VIRGEN DEL CARMEN

En ese monte, tiempo después, se congregaron a rezar personas que fundaron una orden: la orden de los carmelitas (que son muy conocidos) y que dio lugar a la advocación de la Virgen del Carmen, que celebramos hoy sábado, además.

Madre nuestra, que te solemos mirar especialmente, dirigirnos a vos: hoy celebramos una fiesta tuya: La Virgen del Carmen que tantas bendiciones del Cielo -como lluvia- ha hecho descender sobre los cristianos y lo seguirá haciendo.

En particular, porque a lo largo de la historia, de esta congregación, hubo un evento muy importante, que fue una bendición, no solo para los carmelitas, sino para tantísimos devotos de esta advocación.

Que por la bendición también de los Papas, quisieron que se difundieran esas gracias que la Virgen quería otorgar a los que llevaban su hábito.

Te cuento un poco la historia, quizás ya la conocés: fue justamente un 16 de julio, un día como hoy, en el siglo XIII, que se apareció nuestra Madre al general de los carmelitas: san Simón Stock -que fue después canonizado- prometiéndole unas gracias muy grandes para quien llevara el escapulario (que era como el hábito de los carmelitas; una capa). 

Después se fue extendiendo también a quienes no pertenecían a la orden, pero podían llevar esa tela por delante y por detrás, como un hilo (lo habrás visto muchas veces), se le representa a la Virgen del Carmen con el escapulario, digamos hábitos simplificados, dos cuadritos de tela.

Después, incluso para facilitarlo más todavía, la Iglesia permitió que llevando una medalla del Carmen -la imagen de la Virgen con el Niño- (hoy en día ni siquiera tiene que ser la del Carmen) y del otro lado, el Sagrado Corazón uno pudiera recibir la imposición del escapulario y después llevar esa presencia de la Virgen para recibir estos favores, estas gracias grandes.  

Entre otras, que la Virgen le decía a san Simón Stock que no iría al infierno quien muriera con el escapulario.  O ese privilegio sabatino del que habla san Josemaría en un punto de Camino dice:

“Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen.  Pocas devociones -hay muchas y muy buenas devociones marianas- tienen tanto arraigo entre los fieles y tantas bendiciones de los Pontífices. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!”

(San Josemaría. Camino punto 500).

Y el privilegio sabatino es que le dijo también la Virgen que, si uno moría con el escapulario y no iba al Cielo, iba al Purgatorio, ella se encargaría de que el sábado siguiente a su muerte, llevarlo al Cielo.

Son promesas que nos llenan de esperanza.  Seguramente no será algo mágico, automático, sino que el hecho de llevar el escapulario nos ayudará a ser buenos cristianos, a poder ganarnos el Cielo, a recibir esas gracias que necesitamos; estar bien preparados al momento de la muerte…

SEQUÍA DE ESPÍRITU

Pensaba en la sequía que podemos encontrar, a veces, no solo en lo material que es muy dura -como considerábamos recién- pero también la sequía a veces en el espíritu, en la falta de unión con Dios, la falta de frutos, la sequía en la oración…. 

En todo eso podemos acudir a nuestra Madre: cuando veamos que me faltan virtudes, no veo los frutos de mi lucha, no veo que haga nada que ayude a las almas de apostolado, veo mi vida de oración un poco seca…

“Son dificultades normales del camino de quien procura ser santo, de quien procura seguirte Jesús, a Vos que estamos tratando de hablarte.  Y ahí pones a tu Madre para que nos auxilie, para que acudamos a ella”.

Leía, preparando esta meditación, distintos milagros que Dios otorgó a través de la Virgen del Carmen, justamente.  Parece que san Simón Stock la llamaba Stella Maris (Estrella del Mar), desde donde había venido esa nubecita que se convirtió en una gran tormenta para la tierra seca, que cayó el agua.

Muchos de los milagros están relacionados con el mar: navíos que estaban perdidos y que acudieron a la Virgen y se salvaron todos; problemas del agua…

En concreto, recordaba una anécdota.  Lástima no encontré los datos precisos, lo voy a decir un poco más general, espero no equivocarme, pero escuché una anécdota que pasó con san Josemaría.

Recomendaba tanto el uso del escapulario, que una vez llegó para estudiar en Roma un joven que era del Opus Dei.  Había venido desde América, de un país de los nuestros puedo decir (no me acuerdo específicamente cuál era) 

Resulta que el pobre, al poco de llegar, estaban en un lugar de playa, en el mar, se ahogó. No lo encontraban y cuando lo encontraron se había ahogado… 

Imagínate qué duro, qué drama para la familia, para san Josemaría, para todos.

San Josemaría preguntó: ¿Llevaba el escapulario? No padre, no lo tenía. Y su respuesta fue algo así como: No saben lo que tienen, como dolido.

Pero después, se dieron cuenta de que sí lo tenía, lo había metido en el bolsillo, lo tenía en el pantalón o traje de baño.

Imagino que le habrá dado tanta alegría, así como le había dado pena pensar que no lo llevaba.

Puede ser un buen día para que hoy nos acordemos más de la Virgen.  Si tenemos el escapulario, que lo agarremos, que nos acordemos de ella, que nos ayude a acudir más al Cielo a través de la Virgen.

Y si no lo tenemos… ¡hagamos algo! Pidamos a un sacerdote que nos imponga el escapulario para tener este privilegio, esta gracia que nos ofrece nuestra Madre.

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