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P. Manuel

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LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO

El Evangelio de hoy nos muestra la pretensión divina de Jesús: Él pide de nosotros el amor supremo. Porque ser cristiano, no consiste en seguir un estilo de vida o profesar un credo, sino en conocer y amar a una persona: Jesucristo.

Las palabras que aparecen en el Evangelio de hoy -palabras de Jesús- son de aquellas que llenan de estupor a las personas que, quizá, nunca las han escuchado antes.

Nosotros que somos cristianos, estamos acostumbrados a escucharlas, pero cuando un pagano lee u oye estas palabras de Jesús, se queda realmente atónito, porque son palabras que solamente se entienden desde la fe.

«En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: —No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz. No he venido a sembrar paz, sino espada.  

He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra.  Los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.  

El que quiere a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí. El que quiere a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí.

Y el que no toma su Cruz y me sigue, no es digno de Mí.  El que encuentre su vida la perderá y el que pierda su vida por Mí, la encontrará»

(Mt 10, 34-39).

El Evangelio sigue, pero pienso que ya esta primera parte nos dice mucho y nos dice cosas que tampoco nosotros, aunque tengamos la fe, entendemos del todo.

Por eso es bueno que, en esta oración, considerando el Evangelio de este lunes de la décimo quinta semana, le preguntemos a Jesús: “Señor, ¿qué nos quieres decir con esto? ¿Qué significa que Tú hayas venido a la tierra no a sembrar paz, sino espada? ¿Por qué dices que has venido a enemistar al hombre con su padre, etc.?”

Porque en principio nosotros pensamos que es al revés y hay otros tantos pasajes en la Escritura en que se nos dice que Jesús es nuestra paz.

AMAR Y SEMBRAR PAZ

amar

El Señor nos manda a ser sembradores de paz y queremos unir, no queremos dividir; tender puentes, no levantar muros.

“Señor, ¿qué nos quieres decir con este Evangelio?”

Pienso que estas palabras de Jesús se entienden bien si comprendemos que Jesús no está diciendo que es Él mismo el que viene a dividir o a hacer la guerra, sino que la división y la guerra vienen como un efecto de su venida.  No porque Él lo quiera, sino porque necesariamente sucede así.

Jesús viene, precisamente, a darnos la paz, pero ¿qué encuentra en el mundo?: Resistencia.

Jesús viene a enseñar la verdad, pero en el mundo hay tanta mentira y tantas personas que lamentablemente se oponen a la verdad.  

Por eso, al final, aunque el Señor es fuente de paz y cada uno de nosotros lo ha experimentado y lo experimenta siempre: cómo Jesús, cómo el Evangelio nos llena de paz y de alegría.

Sin embargo, también donde hay cristianos hay resistencia, hay oposición, hay martirio y hay lucha.  

El Señor habla en concreto de las relaciones familiares:

«El que quiera a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí.

El que quiera a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí. 

Y el que no toma su Cruz y me sigue, no es digno de Mí».

De alguna manera, el Señor ha venido a traer la espada, pero la espada contra uno mismo y la espada contra -podríamos decir- las pasiones desordenadas. Porque Jesús lo que sí pide es el amor supremo y eso sí que se lo tenemos y se lo podemos dar.

LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO

Hay un pensador muy importante del siglo XX, un filósofo cristiano que se llama: Romano Guardini.  Este hombre escribió un libro que se titula: “La esencia del cristianismo” y, justamente, va a responder a ese interrogante: ¿Qué es lo propiamente cristiano?

Comienza el libro tomando las respuestas que habitualmente él escuchaba en su entorno y claro, ¿qué es lo propiamente cristiano?

También son las respuestas que nosotros escuchamos en nuestro mundo de hoy: un mensaje de paz, de amor; podríamos decir que la liberación de los temores… y podríamos continuar.

Pero este autor, analizando toda la Sagrada Escritura dice:

“No, no consiste la esencia del cristianismo solamente en eso; es mucho más”.

Y, precisamente, se centra en este Evangelio del día de hoy y llama la atención cómo Jesús si no es Dios, realmente Dios y por lo tanto aquel Ser supremo que nos pide de nosotros total adoración a su persona, si no es Dios, entonces es un loco.

¿Cómo una persona puede pretender esto?: Ser amado más que a su propio padre y más que a su hijo.  

¿Cómo una persona, además, puede pretender: “el que pierda su vida por Mí la encontrará”? Si esta persona no es Dios, entonces está mal de la cabeza.

Este autor, Romano Guardini, interpreta estas palabras de Jesús desde la perspectiva del amor.  Dice:

“Jesús no solo exige, sino que ama y el llamamiento que dirige al hombre es amor”.

AMAR

amar

Jesús no nos dice: “tienes que amar menos a tu familia porque me tienes que amar más a mí”, sino todo lo contrario: “Ámame a Mí en primer lugar y veras cómo todas tus relaciones familiares, de amistad, se potencian, se ordenan”.

Eso es lo que el Señor exige, pide de nosotros: un amor soberano, un amor supremo, que esté por encima de todo y así entonces, tendremos paz y alegría en nuestra vida y podremos transmitirla alrededor.

Solamente se pierde esa paz cuando no queremos amar al Señor sobre todas las cosas.

Jesús viene a traer la paz. De hecho, en el mismo Evangelio continúa así:

«El que os recibe a vosotros me recibe a Mí y el que me recibe, recibe al que me ha enviado.  

Al que recibe un profeta porque es un profeta, tendrá paga de profeta y al que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo»

(Mt 10, 40-41).

Es decir, no solamente trae visión, sino al contrario, hay quienes reciben a los enviados de Cristo. Hay unidad, hay paz, pero para eso hay que amar a Cristo por sobre todas las cosas; incluso, sobre la propia vida.

“Señor” -le podemos decir- “qué fuertes son tus exigencias, qué responsabilidad tan grande tenemos nosotros de devolver ese amor inmenso que Tú nos has dado.  

“Ayúdame a buscar en mi vida esos momentos en que no te amo por sobre las otras cosas, esos momentos que amo más, no solamente a mi familia, sino incluso a veces a cosas.

“No estoy dispuesto a dejar cosas, situaciones, momentos por Ti. Tú me pides todo porque eres Dios y yo a veces no te doy todo lo que Tú me pides.

“Le pido también a tu Madre santísima, ella que fue y es para nosotros un modelo de amor total”.

Madre mía, ayúdame a responder a esta llamada de Jesús, esta llamada exigente, para que también en mi vida y a mi alrededor, haya esa paz y esa alegría que Jesús nos viene a traer.


Citas Utilizadas

San Benito, Abad
Is 1, 10-17
Sal 49
Mt 10, 34-11, 1

Reflexiones

Señor, qué fuertes son tus exigencias, qué responsabilidad tan grande tenemos nosotros de devolver ese amor inmenso que Tú nos has dado.  Ayúdame a buscar en mi vida esos momentos en que no te amo por sobre las otras cosas.

Predicado por:

P. Manuel

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