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CUANDO VUELVA EL SEÑOR

tormenta

En estos días, estamos leyendo el capítulo 12 de san Lucas, en donde el Señor nos invita a estar vigilantes.  “Yo creo que en esto Señor, pones hincapié: en estar vigilantes; que no solamente en esta ocasión -que nos cuenta san Lucas-, sino es una constante en los evangelios que han recogido los evangelistas, los apóstoles:  estar vigilantes

De una parte, porque sabes Tú Señor que el enemigo, el demonio, está siempre al acecho”:

«Tamquam Leo rugiens»,

(1Ptr 5:8)

como un león rugiente, que está ahí, al acecho.  (O no solamente rugiente, porque si rugiera hiciera bulla y uno se daría cuenta y la presa sale corriendo)

ESTAR VIGILANTES

Más bien un león que está silencioso, que está al acecho, que cuida de que no se oigan sus pasos y cuando esa gacela se descuida, se distrae, para comer un poco de pasto, el león salta y la atrapa o después de una cacería, después de toda una correría.

De esto es un poco de lo que nos cuenta el Evangelio de hoy, continuando con el Evangelio de ayer de estar vigilantes; y nos dice san Lucas:

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.  Lo mismo vosotros, estad preparados porque la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre».

(Mt 24, 43-44)

“Es interesante ver que Tú Señor, comparas ese evento de Tu seguna venida, que se llama Parusía, con cosas comunes de la vida diaria.  En este caso, la situación que se puede dar de un ladrón que trata de entrar a una casa pero, en este caso, el dueño de la casa sabe que va a venir un ladrón”.

¿Qué hace una persona en una situación así? ¿Qué haríamos nosotros, tú y yo, que estamos haciendo estos 10 minutos con Jesús, contigo Señor?” Pues nos preparaíamos, hoy día llamaríamos a la policía, no esperaríamos defendernos por nuestra propia cuenta. (En la época del Señor, imaginemos que no, porque no había una policía),

MI POBRE ANGELITO

Entonces está preparado, está listo, tal vez pondría bajo resguardo a los suyos, a su famiia y él, estaría ahí, preparado con palos; listo para salir al encuentro de ese enemigo, de ese ladrón que quiere entrar.

A mí, particularmente, me recuerda un poco a esta película (a lo mejor varios la hemos visto) que se llama -va cambiando la traducción en inglés- Home Alone.  En algunos sitios se traduce como “Mi pobre angelito”, “Solo en casa”…

Conocemos la historia de este niño de la familia McCallister, que se porta mal y sus hermanos y padres empiezan a decirle: te portas mal, pórtate bien, lo castigan… y al día siguiente, cuando iban de viaje, se da cuenta que está solo en casa y que ese deseo que había pedido de que toda su familia desapareciera, aparentemente se ha cumplido.

Hasta allí nada más esta etapa de la película, porque luego este niño que está solo, se da con la sorpresa de que hay unos ladrones que quieren entrar a la casa y que tienen planeado entrar por la noche, porque como es Navidad, la familia se ha ido de vacaciones.

ESTAR PREPARADOS

Sin tener que dar más “spoilers” (aunque yo creo que la historia la conocemos), este niño se prepara con una serie de trampas, de sucesos que hacen de la película muy divertida, pero interesante, porque el niño se prepara.

Obviamente, un niño cualquiera no lo haría, es parte de la ficción de la película, pero se prepara y “es lo que Tú Señor nos invitas: a estar preparados en este mundo sabiendo que estamos de paso, para ganarnos ese Cielo.

Estamos aquí para gozar de todos esos bienes que nos has dado y, de hecho, ahora que preparaba esta meditación, entraba a Google play para abrir mis libros, mi Evangelio, hay unos libros que te sugieren y uno de esos, es un libro que me encantaría leerlo.

SANTOS DE CARNE

Es un libro que se llama “Santos de carne” de José Pedro Manglano y me llamaba la atención lo que decía la carátula invitando a leerlo.  Dice así: “Santos de carne: escandalosamente alegres”.

Ya nos causa una sorpresa: “Santos de carne” y, de hecho, la carátula tiene una hamburguesa, pero se está refiriendo a la carne, al cuerpo.  Y decía: ¿Cómo es posible esto: santos, ser santos, la carne?  Y, al mismo tiempo, alegres.

Dice en la leyenda:

“El cristianismo es la religión de la carne: no creemos en un Dios, sino en un Dios hecho carne.  Y esperamos que nuestra carne resucitará.  ¡Somos de carne y somos grandes! Dios nos quiere así, santos de carne, disfrutones de los placeres de este mundo”.

HACIA LA MORADA CELESTIAL

Poniendo hincapié de que, en efecto, estamos aquí, personas con un cuerpo, con un alma, cuerpo y alma, para disfrutar del mundo, pero sabiendo al mismo tiempo, hacia dónde vamos.  “Hacia Ti Señor, hacia esa morada Celestial y para eso nos preparamos”.

Nuestro cuerpo que resucitará glorioso, para poder verte -como continúa diciendo este libro- “con los cinco sentidos: le veremos y escucharemos, le oleremos y tocaremos, gustaremos de Él”, de Ti Señor si hemos sabido vigilar aquí en la tierra,

Es lo que Tú Señor quieres que hagamos. Y ante esa pregunta de Pedro:

«¿Señor, has dicho esta parábola por nosotros o por todos? Y Tú Jesús, dices: ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentra portándose así».

(Lc 12, 41-43)

VIGILANTES EN LA ORACIÓN

“Tú Señor quieres que estemos vigilantes con la oración, que es estar en contacto con ese Padre Dios; estar en contacto contigo Señor, que te has hecho de carne, que te has hecho cercano y que te has querido quedar en el Sacramento de la Eucaristía”.

Tal vez, ahora muchos de nosotros estamos haciendo esta oración en nuestra habitación, en la oficina o yendo en el carro, en el transporte público, por la calle o tal vez algunos en el oratorio, en una capilla, en una iglesia.  “Y cuando hacemos nuestra oración frente al Santísimo, sabemos que estás Tú ahí Señor”.

Pero sea allí en la iglesia frente al Santísimo o en la calle, estamos hablando con Dios “y es lo que Tú le decías a Tus apóstoles, a Pedro, Santiago y Juan, que estén en oración en esos momentos tan difíciles, tan duros de la Pasión”.

IR CONTRACORRIENTE

O cuando está a punto de iniciar esa Pasión: “Vigilad” y eso nos previene, en efecto, de ser almas de oración; ser almas con vida interior para no mundanizarnos.

“El mundo es bueno porque ha salido de las manos de Dios”,

decía san Josemaría,

“pero el problema es lo mundano”.

            Cuando dejamos que esos malos hábitos, los vicios, malos comportamientos, las frivolidades o las riquezas, la corrupción, se metan en nuestra alma y nos parezca como si fuera ago normal, “ayúdanos Señor a ir contracorriente.

Que Tus hijos sepamos ir contracorriente” y, para eso, la oración, también de la mortificación: el saber estar privados de ciertas cosas por amor a Dios, de saber hacer uso de las cosas que tenemos, de la comida.

TEMPLANZA

Saber vivir esa templanza en las comidas, en el uso -por ejemplo- de las redes sociales, en saber medir nuestros gastos; a veces uno puede tener unos gastos compulsivos.  Saber ser dueños de nosotros mismos, “saber poner las cosas en su sitio y que nuestro corazón esté vigilado, para que cuando Tú Señor nos llames (que no sabemos en qué momento será), vayamos a ese encuentro contigo”.

En ese momento, ya la muerte será para nosotros el momento de encuentro con mi Dios, ese Dios al que estaba esperando.  “Yo os he criado fiel y solícito; ahora salgo al encuentro para mi Señor, para mi Amo”.

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