Hoy celebramos la fiesta de san Bartolomé Apóstol. En el Evangelio se refiere a él como Natanael. Y vamos a aprovechar el Evangelio de la fiesta de hoy, tomada de san Juan, para hacer este ratito de oración, este momento de conversación contigo Jesús.
Y como pasa con muchos apóstoles, lo que se nos presenta en el Evangelio, es el encuentro de san Bartolomé con Jesús. El primero de sus encuentros. ¿Qué ocurría? Felipe y algunos otros más habían descubierto a Jesús. Estaban sumamente entusiasmados, sabían que se habían encontrado con el Mesías.
Y Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo:
«—Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado. Jesús, hijo de José de Nazaret».
Atención, porque aquí hay dos cosas muy importantes. Primero, un resumen muy apretado sobre cómo explicar quién es Jesús. Pues para un judío era muy importante hablar o dar estas referencias, estas señas:
«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas».
Y sumado a esa conciencia de que Jesús era el Mesías, el entusiasmo de los apóstoles para darlo a conocer. Felipe va donde Natanael, que sería un conocido suyo, un amigo suyo y va a comunicarle esta enorme alegría:
«—Hemos encontrado al Mesías».
Atención, porque te habrás dado cuenta, estos relatos de encuentro con Jesús son muy importantes, porque tu vida y la mía son también encuentros con Jesús. Podemos aprender del encuentro de Natanael con Jesús para nuestro propio encuentro personal con Cristo.
A ver qué le sacamos. A ver qué de parecido puede tener este pasaje con mi historia, con mi encuentro con Cristo.
FELIPE LLEVA A NATANAEL
Y volvemos al texto:
«Después de este anuncio, Natanael le respondió: —¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
No me negarás que este es un ‘ninguneo’ muy fuerte para Jesús. La respuesta de Natanael o san Bartolomé es bastante dura. ¿Por qué tiene esta actitud? No era un hombre malo, de hecho, termina sus días dando la vida por el Evangelio, por Jesucristo.
Por como termina esta escena, vemos que es un hombre de profunda vida interior. ¿Por qué tiene ésta reacción casi -diríamos- injusta o agresiva?
Quizá ya alguien le había venido con la idea de un Salvador o de un Mesías que lo había engañado; tal vez alguna desilusión de este tipo había marcado su corazón y no quería que se repitiera…
Luego se entregará por entero al Señor, maravillosamente, hasta dar su vida.
VEN Y VERÁS
Pero sigamos con el relato:
«Felipe le contestó: —Ven y verás».
Es muy interesante la actitud de Felipe. No le dice: —Bueno, pues si no quieres, tranquilo, pues déjalo, ya habrá otra ocasión. Podría haber tenido esa actitud de dejarlo en paz.
Hay una segunda posibilidad, que empiece Felipe a darle razones y a analizar las Escrituras y a explicarle su propia experiencia… Pero toma el camino más sencillo y más seguro.
«Ven y verás».
Porque así fue como Felipe se convenció de que Jesús es el Mesías. Buscándolo, encontrándose con Él. No hay mejor vía para conocer tu fe. Para conocer nuestra fe, no hay mejor camino para enamorarse de Dios. No hay mejor camino para dar nuestra vida por entero que encontrarnos con Cristo.
Es maravilloso esto que los Sumos Pontífices nos lo han ido recordando, repitiendo:
«La fe cristiana no es una fe de ideas fundamentalmente o de un estilo de vida, ni un moralismo. Es un encuentro con Jesucristo. Un encuentro que funda todo. Que todo lo convierte, que todo lo transforma y que explica todo lo demás».
«Ven y verás». ¡Es que no hay mejor respuesta!
Toma nota para ti, para tus amigos. Y si algún día te sientes un poco apagado, un poco triste por tus defectos, por tus caídas o simplemente has dejado de sentir esa vibración de la fe, acércate a Jesús, todo lo entenderás si te vuelves a encontrar con Él.
«—Ven y verás, le dice Felipe».
Y aquí viene la parte maravillosa de propiamente el encuentro, Jesús, Tú Señor ves llegar a Natanael con Felipe y dices:
«—Ahí tienen a un israelita de verdad en quien no hay engaño».
JESÚS YA NOS VEÍA
¿Qué es lo primero que recibimos como respuesta al ir a buscar a Jesús, a alguien que nos espera, que nos conoce y que nos quiere? Parece que tomamos nosotros la iniciativa de irte a buscar, Señor… Y es al revés. Siempre es lo mismo. Eres Tú quien nos esperaba desde hace tiempo.
Y esa respuesta empieza a remover por dentro a Natanael, que le responde.
«—¿De qué me conoces? Y Jesús le dice: —Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Antes de que vinieras… Está diciendo, en otras palabras, ‘yo ya te veía. Ya pensaba en ti. Ya te quería’.
No tengas duda que es lo que nos dice el Señor siempre, y esos problemas que tienes, la causa de tus tristezas, de tus miedos, de tus preocupaciones, no dudes que ya las sé. Si te he estado esperando. Ansiaba que vengas a verme, que hables conmigo…
Jesús ‘nos primerea’, como le gusta decir al Papa Francisco. Y entonces se produce una transformación maravillosa dentro de Natanael. Difícil de explicar qué pasó por su mente y su corazón. Pero sabemos que ese fue el momento clave. En ese momento Natanael fue otro.
Sólo por ese encuentro, por esas palabras creyó en el Señor. Era un hombre de profunda vida interior, porque le han bastado esos pocos instantes de encuentro con Jesús para darse cuenta que es el Mesías.
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios. Tú eres el Rey de Israel».
Fíjate, aquel que decíamos que se mostraba incrédulo por alguna herida, por algún desencanto, no tiene ahora ninguna duda de llamar a Jesús, Rey de Israel, el Hijo de Dios. ¡Es maravilloso!
DEJA LAS TEORÍAS
Esta transformación tiene que estar presente también en nuestro encuentro con Cristo.
Y podrías decir: —padre, pero es que tantas veces he hecho la oración, yo he escuchado tantos años ya el Evangelio, lo leo, lo rezo, lo medito y quizás no encuentro todavía esa luz que busco…
Ten paciencia, fe y esperanza… Pide ver luces. Lo que no podemos dudar nunca es que realmente es el Hijo de Dios. Es el Rey de Israel. Es el Señor.
Y luego piensa despacio: ¿qué cosas pueden hacer que no vea? ¿Quizá algo nubla mis ojos, mi mente o mi corazón..? ¿Quizá lo que necesito es una lavada profunda en la confesión para poder ver con los ojos del corazón? ¿Lo que necesito es perdonar porque hay alguna herida que me hace muy difícil creer?
¿Quizá lo que necesito es compartir mis dudas con alguien que me pueda orientar, algún sacerdote, algún amigo con formación?
Porque he escuchado, he leído o he visto en vídeos algunas cuestiones acerca de Dios o la Iglesia que no me quedan claras…
Con todos los medios a la mano para que el Señor te transforme, ahora yo te pregunto: ¿Estás dispuesto a ser Natanael? ¡Atrévete! Quizá no te has atrevido ahora por miedo a Jesús o por algún prejuicio. ¡Atrévete a ser Natanael!
Encuéntrate con Él personalmente, dale la cara, pregúntale lo que quieras, cuéntale lo que quieras, conversa con Él, conócelo. No te dejes guiar por cosas que has escuchado más o menos exactas. Atrévete a estar con Él, busca la oración.
A veces no nos atrevemos a tanto, no vaya a ser que Dios nos pida algo. Somos un poco cobardes a veces. Atrévete a ser Natanael y también anímate a ser otro Felipe, que lleve a muchas almas a ese encuentro definitivo con Cristo.
Pidámosle a nuestra Madre santísima que ayude estos buenos deseos: Madre nuestra que tratemos de conocer a Jesús, tratarlo, de enamorarnos de Él y compartir esa experiencia con el mundo entero.