Ahora que estamos en mayo, un mes tan de la Virgen María, a propósito del Salmo de hoy, ¿cuántas veces lo habrá rezado, lo habrá cantado la Virgen María? Eso que se dice en la santa Misa, ese momento en la liturgia: “Levantemos el corazón”, esa invitación tan bonita y seguramente muchos de nosotros la recordamos.
Aquí en Chile, por lo menos, se canta bastante. En el momento de la misa rezamos así:
“Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor, ya están pisando nuestros pies, tus umbrales Jerusalén”.
Empieza así -es una oración- es levantar el corazón hacia Dios; además, de un modo gozoso.
¿Cuántas veces habrá rezado, habrá levantado el corazón a Dios la Virgen María con este Salmo?:
“Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor”.
Un salmo que muchas familias, muchas personas -cuando iban llegando a Jerusalén-, tantas peregrinaciones, iban con frecuencia a rezar, a adorar a Dios en el templo ahí en Jerusalén.
JERUSALÉN
Y cuando iban llegando, subiendo -porque Jerusalén está un poquito más en altura, geográficamente hablando-, muchas veces comenzaban a rezar, a cantar. Levantaban el corazón a Dios, como estamos haciendo nosotros ahora:
“Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor, ya están pisando nuestros pies, tus umbrales Jerusalén”.
Y luego sigue el Salmo:
“Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta, allá suben las tribus, las tribus del Señor”.
En este salmo, con que la Virgen habrá rezado ella, también Jesús y san José y nosotros también ahora, al principio este motivo de alegría:
“Qué alegría cuando me dijeron…”
es un salmo, es una oración, es una canción gozosa.
CIUDAD BIEN COMPACTA
Luego, también, hace referencia a esto otro: Jerusalén, que es el lugar a donde vamos, la ciudad de Dios; donde está el Señor, donde está Su presencia cariñosa, protectora; esa seguridad de Dios dice:
“Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta”;
es decir, una ciudad sólida, de buen fundamento.
Uno podría decir: el Señor ha querido que Su lugar, que allí donde nos reunimos con Él, sea un lugar de alegría y que fomenta, que siembra y que produce alegría; un lugar de alegría, pero también un lugar seguro, un lugar bien fundado, un lugar consistente,
“una ciudad bien compacta”.
Si miramos hacia la Virgen, hacia nuestra Madre, sobretodo ahora en mayo, si miramos hacia san José también, si miramos a todos los santos, si miramos a Jesús vemos también esa alegría y esa seguridad, ese ser Sólido, Seguro, Compacto.
EL SEÑOR NOS QUIERE CON LUZ
En la oración, estando con Jesús, ahora mismo tú y yo le podemos decir al Señor: “Señor, yo quiero ver Tu rostro, Señor yo intuyo, algo te conozco, pero intuyéndote, deseándote ver Señor, yo quiero ver Tu rostro y quiero tener Tu alegría; quiero tener esa alegría contigo Señor. Quiero tener esa seguridad, esa fortaleza, ese estar bien fundado”.
Es bueno que se lo pidamos al Señor. El Señor sabe que lo deseamos, el Señor nos lo da, nos quiere con luz, nos quiere con alegría en el corazón. Y para esto sirve la oración, estos 10 minutos con Jesús, todos estos días en que nos van llegando estos audios, en que no sólo son audios que oímos, sino audios que nos ayudan a rezar, a hacer oración, a levantar el corazón a Dios, como la Virgen.
Es fácil acordarse de este Salmo, porque es un número muy fácil de retener, es el Salmo 123; es fácil acordarse del 1, 2, 3. Con este Salmo levantamos hoy el corazón a Dios y qué importancia le da esta oración a la alegría con el Señor y al estar con el Señor bien seguro, buen asentado… compacto.
TENER FORMACIÓN CRISTIANA
Por eso, ¡qué importante es tener en nuestra vida al Señor! Se lo pedimos ahora: “Señor, que yo tenga una formación cristiana”; es decir, una forma interior, ir adquiriendo esa forma interior de Cristo; eso es ser cristiano, esa forma interior que voy adquiriendo, esa formación que voy teniendo es obra, es artesanía del Espíritu Santo.
¡Qué importante esta formación! El cariño, la alegría, la oración, la seguridad interior en un cristiano. Y Benedicto XVI, siendo cardenal todavía Joseph Ratzinger, en esa entrevista que le hicieron muy famosa, se editó después con ese nombre:
En un momento, él hablando de ciertos modos de pensar que desvirtúan el cristianismo, que hacen difícil tener luz en el corazón, firmeza interior. Hablaba él, por una parte del escepticismo, ese: “Bueno, en fin, anda a saber tú; veas a ver tú si es verdad o sino en fin, quién puede estar seguro de nada…”
BENEDICTO XVI
Ese escepticismo y luego también el quizás mirar a la Iglesia únicamente desde un punto de vista humano, sin la luz, sin la fuerza de la fe -hablando de esas dos corrientes o esos dos modos de pensar que a veces están presentes.
Él decía:
“Esas hipótesis”
-esos modos de pensar-
“Obviamente han frenado, en muchos, la tensión misionera. Algunos han comenzado a preguntarse: ¿por qué inquietar a los no cristianos induciéndolos al Bautismo y a la fe en Cristo, si su religión es su camino de salvación en su cultura y en su región?”
Y respondía el cardenal Ratzinger:
“De este modo se olvida, entre otras cosas, la relación que el Nuevo Testamento establece entre la salvación y la verdad, cuyo conocimiento”
-el conocimiento de la verdad-
“(lo afirma Jesús de modo explícito) libera y, por lo tanto, salva.»
O, como dice san Pablo: «Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» y esta verdad, prosigue el apóstol, consiste en saber «que uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos. (1 Tim 2, 4-7)»”.
Entonces, Benedicto XVI -Joseph Ratzinger- siendo cardenal decía:
“¡Qué importante el tener la verdad de Cristo en nuestros corazones, en nuestra inteligencia! La formación doctrinal, el leer el Evangelio, conocer las palabras de Jesús, leer el catecismo, conocer el catecismo”.
LA VERDAD NOS DA ALEGRÍA
Dejar que la verdad de Cristo ilumine nuestros corazones; esta verdad nos da libertad y dándonos libertad, trayéndonos al corazón la gracia de Dios, la fuerza de Dios, la luz de Dios, abriéndonos nosotros a la fe, recibiendo la gracia del Señor, entonces la salvación.
Pero necesitamos la verdad y esto nos da alegría, nos da fortaleza interior, fuerza… esta formación, la forma de Cristo en nuestro corazón. El rezar como Cristo, el tratar a los demás como Cristo, el tener la forma interior de Jesús, pero también la verdad de Jesús en nuestra inteligencia, en nuestro corazón; esta formación en las ideas, la formación doctrinal, religiosa, importante de adquirir, porque da alegría, porque da libertad, porque nos hace firmes, seguros y nos ayuda a ser, para los demás, también sembradores de paz y de alegría.
Pidámosle a la Virgen -que estamos en su mes, este mes de mayo-, pidámosle a san José -hemos entrado a este mes de la Virgen por la puerta de san José el primero de mayo, la fiesta de san José artesano, san José obrero- hemos entrado como siempre a estar con María de la mano de san José. Vamos a pedirle a ellos que tengamos dentro las formas de Cristo, que el Espíritu Santo nos dé formación.