Santos del Cielo intercedan por mí, intercedan por nosotros.
Hoy celebramos la Solemnidad de todos los santos. Y es que hay santos para todo, así como hay gente para todo. Hay gente en este mundo, hay gente para todo.
FOTÓGRAFOS
Hace unas semanas estuve viendo unos documentales de los mejores fotógrafos del mundo. Hay fotógrafos que se van a tomar fotos de los glaciares, fotógrafos de aventura, deporte y riesgo; fotógrafos de parásitos, fotógrafos marinos… hay de todo.
Y como hay fotógrafos para todo, hay perfiles para todo y hay oficios para todos, hay santos de todos los estilos y cada santo en el Cielo tendrá su documental… porque eso le pasa a Dios, Dios se entretiene con nuestras vidas. Cada vida es la vida de un hijo suyo, de una hija suya.
Los que están en el Cielo -que son los santos (porque en este mundo no hay santos, en este mundo hay personas que luchan por la santidad)- van a ver toda la vida. Dios va a poder contemplar toda la vida y Dios va a poder contemplar sin ningún bloqueo nuestra vida.
Esa es la santidad. La santidad no es para nosotros, la santidad es para Dios. El que va a gozar con la santidad, no somos nosotros, sino es Dios que es nuestro Padre.
Podríamos Señor delinear como rasgos que tienen los santos o que tienen las personas, que en este mundo luchan por la santidad.
CARACTERÍSTICAS DE LAS ALMAS QUE LUCHAN POR LA SANTIDAD
Yo te quiero proponer hoy tres de esos rasgos, tres características de las almas que en este mundo luchan por la santidad.
La primera (que es la premisa), es que los santos han sido pecadores.
Después veremos el rasgo de la oración. Santo sin oración, no existe esa santidad, no puede haber santidad sin oración.
El último rasgo, la alegría.
Esos son los tres puntos de los que quiero hablar contigo hoy Jesús.
Pecadores. Un santo se sabe pecador. Todos los santos han conocido y han sido conscientes de su estado de pecado, de su necesidad de la gracia, de su debilidad, de su fragilidad.
En la Iglesia caben todos los que tengan un corazón grande, aunque mayores hayan sido sus miserias, aunque grandes hayan sido sus pecados, porque lo más importante es la gracia de Dios.
Por ejemplo, ahora tengo fresca cómo la conciencia con la que san Josemaría conocía su estado de pecado. Él decía que era
“un pecador que amaba a Jesucristo, que no acababa de aprender las lecciones que Dios le daba”.
Entonces le decía a sus hijas y a sus hijos:
“Decidlo, decidlo a los que os pregunten que os lo preguntarán: ¿Cómo era el Padre? Pues un pecador que amaba con locura a Jesucristo”
(Notas de una tertulia, Roma 4-III-1975).
Ese era san Josemaría y así son todos los santos. Los santos se sienten y se saben pecadores, porque se ven a la luz de Dios y ahí está la clave.
Ser conscientes de eso, pero porque nos ponemos delante de Dios. No con una falsa humildad: “ay sí, pobrecito, es que yo soy muy pecador”. Sí, pero estoy delante de la grandeza de Dios, delante de la luz de Dios que es más grande, más poderosa.
Si has conducido carro o vehículo, tienes la imagen del parabrisa. Hay momentos del día en que el parabrisa luce limpio, pero cuando uno tiene el sol de frente, se nota hasta la más pequeña de las manchas.
Así funciona la vida espiritual: cuanto más cerca estamos de la luminosidad de Dios, con más intensidad queda expuesta nuestra vida interior.
Me parecen, Señor, manchas, fragilidades, debilidades, miserias, pecados, modos, estilos, que no son del todo tuyos Jesús. Y ¿qué? Pues esa luz nos va dando la gracia de ir limpiando esas manchas, de ir purificando el corazón, el alma.
Una vez que conocemos y vemos la verdad sobre cada uno de nosotros, la luz de la Gracia nos puede curar, puede vencer esas debilidades, esas manchas.
JESÚS AMA A LOS PECADORES
Recuerdo, a veces con fuerza, esas palabras del Papa Francisco en Panamá, en la JMJ:
“No olvidemos, por eso nosotros, somos salvados por Jesús porque nos ama y no puede con su genio, podemos hacerle las mil y unas, pero nos ama y nos salva, porque sólo lo que se ama puede ser salvado”.
Y Jesús ¿a quién ama? A los pecadores. Por eso, el que se sienta inmaculado, es probable que se ame a sí mismo… pero el que es consciente de que es pecador, se acerca a esa gracia, a esa luz, a ese amor de Dios.
Jesús, el segundo rasgo de la santidad: la oración.
En estos días escuché una anécdota que me dejó de una pieza. En Shanghái, un sacerdote habló de la oración en una charla y, al final, una chica joven se acercó y le dijo: “Padre, necesito decirle algo. Usted ha dicho que usted habla con Dios, ¿cierto? Pues debo transmitirle algo, debo decirle algo a Dios y como usted habla con Él, pues por favor dígale esto, esto y esto…”
Jesús, podemos hablar con Vos y la oración si nos ayuda a llegar a Ti, si nos ayuda a hablar contigo, si nos permite hablar contigo, pues la oración nos ayuda a llegar al Cielo; la oración como camino de santidad.
Por cierto, hoy celebramos también un aniversario (de menor calibre, pero con mucha alegría). Hoy celebramos un nuevo aniversario de “Hablar con Jesús”. Comenzamos 1º de noviembre, Solemnidad de todos los santos, en el año 2018, hace ya unos cuantos añitos.
Seis años, comenzamos con este rato de oración, de diálogo contigo Jesús cada día, todo para tu honor y todo para tu gloria. Vamos a darle gracias a Dios.
Que la oración sea un anticipo del Cielo ya en este mundo, en esta tierra.
LA ALEGRÍA
Y, finalmente, la alegría. Somos pecadores, la oración como camino de santidad y la alegría. La alegría presente en esa lucha por la santidad.
El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor, independientemente de las circunstancias en las que se encuentre, sin perder el realismo.
El santo no es el que no es realista, el que se mantiene como en las nubes, como despistado, como no es consciente de lo que pasa… ¡no! Vive en el mundo, vive con los pies en la tierra, pero con la mirada puesta en el Cielo y por eso es capaz de iluminar a los demás con su espíritu positivo, esperanzador.
Jesús, cada vez que estamos más cerca de Ti, estaremos más felices. Seremos más conscientes de nuestra pequeñez (como el ejemplo del parabrisas, más cerca de la luz; del sol de frente se ven todas las manchitas). Sí, pero también es verdad que cuanto más cerca estamos de Ti, vamos a estar más felices.
Pensaba, por ejemplo, en los Mandamientos. Hay personas que pueden pensar que los mandamientos es una ruina, que es lo que nos impide ser felices, que es lo que nos prohíbe ser felices. Y ¡qué va! El santo ve en los mandamientos instrucciones para ser más feliz.
Y cuando estamos alegres, cuando estamos felices, transmitimos algo. ¿Qué se transmite? Pues la gracia de estar con Dios, estar junto a Dios.
¿Quién experimenta la alegría? El que se sabe amado. Y por eso la frase del Papa:
“Porque sólo lo que se ama puede ser salvado”.
Jesús me puede salvar porque me quiere, porque me ama y eso me da paz, me da alegría y me permite ser sembrador de paz y alegría.
Hoy la misa, ¿cómo arranca? ¿Cuál es la antífona de entrada de la misa de hoy?
«Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios».
Pues con ellos y todos los santos del Cielo nos alegramos.
Nos sabemos pecadores Señor, claro que sí, pero confiamos en tu Gracia, en tu Amor, en tu Misericordia.
Te pedimos que nos ayudes a hacer oración, porque sin la oración, no podemos estar contigo Señor, en la oración estamos más cerca de Ti y estaremos más alegres.
Acudimos a nuestra Madre, Reina de todos los santos, que interceda por nosotros.
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