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P. Ricardo

5 min

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POR NUESTROS FRUTOS NOS CONOCERÁN

En su sermón, el Señor nos advierte que tengamos cuidado con esas personas que tienen dobles intenciones, que no son coherentes. Así, nos lleva a mirar cómo todo árbol bueno da frutos buenos; mientras que un árbol malo da frutos malos: ¿cuál quieres ser tú?

Creo que muchos o todos hemos tenido la experiencia de ir al mercado o al supermercado y comprar cosas, especialmente, cosas que son comestibles.  Por ejemplo: carne, verduras o la fruta.  Y hay gente que tiene mucha experiencia.

En un supermercado, generalmente, la fruta ya está bien escogida.  En un mercado hay que escoger, pero desde luego, uno busca que esa fruta esté bien presentada, limpia, que no tenga algo extraño en la corteza, en la cáscara y entonces las metemos en la bolsa, las pesamos y ahí las compramos.

¿Por qué? Porque nos interesa comer un buen fruto, una buena fruta que sea sabrosa, que sea deliciosa y cada uno de nosotros tiene alguna fruta que le gusta más.  ¿Quién no disfruta comiendo un buen durazno o un buen mango?   Y así, cada uno puede pensar en estos momentos en aquel fruto que le gusta.

EL EVANGELIO DE HOY

En el Evangelio de hoy el Señor nos habla de árboles y de frutos para ayudarnos a ver, con esta imagen, lo que está en nuestros corazones.

Jesús está en el contexto de discursos enseñando a la gente.  “A Ti Señor te gusta explicar, te gusta dar esa doctrina, esa buena doctrina”.  Por eso, algunos comentan sorprendidos que nadie les habla así.  Nadie en Israel les había hablado de ese modo, sobre todo con autoridad.

Entonces, el Señor les advierte:

“Cuidado con los profetas falsos.  Se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.  Por sus frutos los conoceréis”.

(Mt 7, 15-16)

Aquí pensemos en esa rectitud de intención.  Uno piensa: si compro esta fruta o si tengo esta fruta que es buena, que es apetitosa, que se ve bien, yo imagino que viene de un buen árbol.

En cambio, si nos mostraran un árbol que está todo seco, que está con algún tipo de gusano, de enfermedad, no pensaríamos que ese fruto que tenemos en nuestra mano (pensemos en una manzana) podría haber salido de allí.

Si vemos que ese árbol está seco, está enfermo, encontraremos o esperamos encontrar, frutos que están secos; a lo mejor podridos.

Es justamente algo lógico: si un árbol no es bueno, los frutos no serán buenos; y lo mismo en el caso de un árbol que es bueno, que está sano, saludable, se espera que ese fruto sea bueno.

RECTITUD DE INTENCIÓN

frutos

Así el Señor nos advierte, justamente, de esa rectitud de intención y de esa coherencia de vida; esa coherencia de vida que Él espera de cada uno de nosotros, de ese vivir cada día como cristianos, como hijos de Dios.

Por eso aprovechamos estos minutos de oración para contrastar nuestra vida con la vida de Jesús.  Él es nuestro modelo; “Tú Señor eres nuestro modelo; queremos ser como Tú, queremos que el Espíritu Santo forme, poco a poco, en nosotros esa imagen de Cristo, ese Cristo que se debe formar en cada uno”.

Pensemos en esas palabras que decía san Josemaría (cuya fiesta se acerca este 26 de junio):

“Que seamos alter Christus, ipse Christus: Otro Cristo, el mismo Cristo”.

Es como que nos pone el listón muy alto.

Nos dice primero:

“Ser otro Cristo”,

pero luego dice, ¡no! espérate,

“tienes que ser el mismo Cristo”.

“Y, al pensar en esto Señor, nos podemos desanimar, porque al leer Tu vida, Tus obras, Tus enseñanzas, Tus gestos en las páginas del Evangelio, nos damos cuenta de que no podemos.  Es verdad, nosotros no podemos; Tú, en cambio, sí lo puedes”.

CONFIANZA EN DIOS

Por tanto, una de las ideas de las que podemos sacar consecuencias o enseñanzas, es que nosotros no podemos, que debemos confiar y contar más con la ayuda de Dios, con la gracia de Dios.

Luego, es necesario que tú y yo queramos.  Por eso te animo a que, ahora, en la presencia de Dios, en este rato de oración, nos preguntemos: ¿Yo verdaderamente quiero ser cristiano? ¿Católico? ¿Hijo de Dios? ¿Santo?

O más bien, me parece que eso no es para mí; es una cosa muy lejana, imposible de llegar, de alcanzar.  Pensemos también que las cosas que son o parecen más arduas, son las más apetitosas.

LOS ATLETAS

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Cuando pensamos en esos deportistas olímpicos, ellos logran cosas que para ti y para mí parecen un imposible.  Y es verdad, si tú y yo decimos: yo voy a correr una maratón o voy a romper el récord de velocidad de los 100 metros planos, a lo mejor si lo intentamos ahora, no lo hacemos.

Y es que esos corredores olímpicos, esos atletas olímpicos, han empezado desde muy pequeños y, sobre todo, no se rindieron o no se rinden, sino que los vemos allí constantes, entrenando, cuidando también de ese sueño, de esa comida.

Hablando hace unas semanas con un deportista, me decía el joven que había viajado a varios países.  Me comentaba cómo en esas ocasiones, en las cuales tienen una competición, una competición muy importante, él como sus compañeros, entrenan muchas horas.  Incluso, a veces, llegaban a entrenar 16 horas al día.

Y uno piensa: si a eso le restas el tiempo que uno se demora en comer… quiere decir que duermen poquito.  Y luego uno ve esa presentación en esa competencia, uno se queda maravillado.

Claro, detrás hay muchas horas, hay mucho esfuerzo y qué bien se les ve sonriendo, contentos, cuando han logrado superarse.

Eso es lo que tú y yo podemos hacer cada día, sin desanimarnos, porque seguramente esos deportistas no vencen cada día en su entrenamiento; no logran romper su récord, no logran hacer ese movimiento, esa destreza… pero no se rinden, ahí están.

FRUTOS APOSTÓLICOS

Es lo que el Señor espera de ti y de mí y así saldrán buenos frutos, esos frutos apostólicos.  ¿Cuáles son esos frutos apostólicos? Que tú y yo vivamos santamente, que nos esforcemos por vivir santamente y así, poco a poco, con paciencia, dejando que el Señor actúe, se irá formando esa imagen de Cristo que otros verán y querrán imitar.

Se sentirán atraídos por Jesucristo y tú y yo debemos dejar que la imagen de Cristo se refleje allí.  Por eso también es importante ir limpiándola.

En Instagram sigo a los Museos Vaticanos de Roma y cada día sacan unas fotos hermosas de esas esculturas, de esas obras de arte.  Y hace poco, veía cómo esa imagen del Apolo de Belvedere -una escultura preciosa, extraordinaria-, está en restauración, porque con el paso del tiempo, de los años, se pegan algunas impurezas que es necesario quitar.

Pidámosle al Señor que nos ayude a quitar todas esas impurezas, todas esas cosas que se van pegando a nosotros en el camino y que impiden que se vea la imagen de Cristo y así daremos buenos frutos.

Terminamos nuestro rato de oración poniéndonos en manos de nuestra Madre santísima, para que nos ayude a tener ese corazón sincero, ese corazón transparente, ese corazón de Cristo.


Citas Utilizadas

Gn 15, 1-12. 17-18

Sal 104

Mt 7, 15-20

san Josemaría

Reflexiones

Señor ayúdame a quitar todas las impurezas, todas esas cosas que se van pegando a mí en el camino y que impiden que se vea la imagen de Cristo.

Predicado por:

P. Ricardo

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