Estamos celebrando este tercer aniversario de 10 minutos con Jesús y estas meditaciones tienen, todas, una temática. Dice Jesucristo respondiendo a una pregunta:
“En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar en el mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.
Ya no se puede morir porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él. Y luego, tomando la palabra algunos escribas dijeron: “Maestro, has hablado bien” y ya no se atrevían a hacerle más preguntas”
(La vida es Cristo, san Paciano).
¿CÓMO SERÁ NUESTRA MUERTE?
¡Pero qué bonito es todo este espacio de oración donde podemos pensar en cómo será nuestra muerte! Y digo bonito porque la muerte es como el paso al más allá, en el que encontraremos a Jesús, por el que hemos luchado tanto en esta vida.
“Es una cosa que tal vez pueda sonar un poco hasta macabra, pero Señor Jesús, ahora que estamos hablando contigo, queremos decirte cada uno de nosotros que queremos llegar preparados para ese momento de la muerte y que nos ayudes a prepararnos para tener una buena muerte”.
San José, es el patrono de la buena muerte, a él también acudimos en este momento.
TODOS VAMOS A MORIR
Esto no quiere decir que tengamos como tendencias suicidas o que pensemos que ya nos vamos a morir, pero sí es importante tener claro que todos vamos a morir y que tenemos que prepararnos para ese momento.
No te preparas cuando te dice el médico que ya tienes cuatro meses de vida, te preparas desde ahorita, desde ahora, porque esa es la mejor forma de vivir: listos, con las maletas preparadas para el gran viaje.
LA VIDA DE CRISTO
Decía san Paciano, en un libro que se llama La vida de Cristo (que es del año 390, imagínate), comentando justo este pasaje:
“Ya no estamos sujetos a la muerte, aún cuando nuestro cuerpo sea destruido, viviremos en Cristo como Él mismo lo ha dicho: “El que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá (Jn 12, 25)””.
Podemos estar seguros; el mismo Señor es testigo de que Abraham, Isaac, Jacob y todos los santos de Dios viven.
UN DIOS DE VIVOS
Y, a propósito de ellos, el Señor ha dicho:
“Todos viven porque Dios es un Dios de vivos y no de muertos”
(Lc 20, 38).
Eso es lo que tenemos nosotros ahora para considerar: Dios es un Dios de vivos. “Señor Jesús, por eso te pedimos por todos los que ya han partido a la Casa del Padre; por todos los que te acompañan ya Señor, en el Cielo”.
ALMAS DEL PURGATORIO
En este mes de noviembre, es importante que recemos por las almas que están en el Purgatorio; por los que han partido y no sabemos si están en el Cielo.
Por eso, es un deber filial rezar por ellos y actuar con valentía; actuar con fuerza… porque sí, se va a acabar el mundo, se va a terminar todo.
La muerte es un paso incómodo, pero es un paso que todos vamos a dar. El mismo san Paciano decía más adelante, en ese mismo texto que he citado:
“Esto es lo que creemos hermanos míos y, “si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres (1Cor 15, 19)”.
Y continúa san Paciano:
“La vida de este mundo, para los animales domésticos, para los salvajes y para los pájaros, es -como podéis constatar- más o menos larga como la nuestra. Lo que es propio del hombre, es que Cristo le ha dado Su Espíritu.
Es decir, la vida eterna, a condición de que renunciemos desde ahora, al pecado. Porque la muerte es fruto del pecado y es vencida por la virtud.
La vida se destruye por el pecado y se conserva por la virtud… en efecto y dirá -citando la Carta de los Romanos: “El salario del pecado, es la muerte. Mientras que Dios nos ofrece, como don, la vida eterna por medio de Cristo Jesús (Rm 6, 23)””.
ACUDIR AL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN
“Señor Jesús, queremos tener cada vez menos pecado en nuestra vida y queremos acudir una y otra vez al sacramento de la confesión para limpiarnos. Queremos huir del pecado, porque nos damos cuenta de que nos hace daño y por eso queremos ser valientes, valientes…”
BRIDGET WALKER
El otro día, leí una noticia que me pareció tan fuerte… es un niño súper joven, se llama Bridget Walker, en Inglaterra. Y él es el niño que salvó a su hermana menor del ataque de un perro pastor alemán y después recibió 90 puntadas en todo el cuerpo.
Le tuvieron que coser, recoser con 90, ¡imagínate! Pero salvó a su hermana de tres años de una muerte segura.
“Si alguien debía morir, debía ser yo, que soy el hermano mayor.”
Le decía a la prensa.
De hecho, el Consejo Mundial de Boxeo (WBC), le reconoció como Campeón Mundial de Peso Completo por un día y quedará en el registro histórico de esa organización. Porque fue el mejor peleador del mundo.
Estuvo dispuesto a dar su vida por su hermana menor, tres años… y este guagua tendría unos ocho o nueve y ofreció todo su cuerpo al perro que le atacaba con una agresividad brutal. ¡Qué valiente! ¡Qué valiente Bridget Walker!
TRABAJAR PARA EL CIELO
Y nosotros, ¿cómo nos defendemos del pecado? ¿También estamos dispuestos a dejarlo todo por defender nuestra alma del pecado? ¿También estamos dispuestos a quedar mal, a que tal vez nos juzguen, a que tal vez no seamos los más populares? ¿A que tal vez la gente nos haga malas caras por evitar el pecado?
Porque si es eso, entonces estamos trabajando para el Cielo. En cambio, si somos tan débiles que cualquier ocasión de pecado nos lleva siempre a caer, cualquier tentación siempre caemos, entonces no estamos como preparados.
Estamos más bien, haciendo las cosas no tan bien y tendremos que, seguramente, pasar (en el caso de que nos salvemos) mucho tiempo en el Purgatorio.
LA RECOMPENSA EN EL CIELO
Por eso, tener esa convicción de que en el Cielo se nos pagará; es una cosa que nos ayuda a luchar.
Conversaba el otro día con una señora que me contaba que, a veces, su esposo no se porta tan bien y que su suegro no se porta tan bien… típica cosa que pasa en una familia ¿no?
Y uno puede tener la sensación de que le ven la cara, de que uno siempre cede… pero oye, cuando uno dice: lo que estoy intentando ganarme es el Cielo, pues vale la pena, ¡Vale la pena ceder! ¡Vale la pena hacer las cosas! Porque si ofrezco esto a Dios y este es mi sacrificio, entonces eso tiene un valor muy alto y evito peleas, roces y todo…
DIOS HACE JUSTICIA
“Oye, pero no es justo”. ¡no! Si nunca ha sido justo. La vida aquí no es justa. El que hace la justicia es Dios y por eso nos anima a no juzgar, sino dejar que Dios sea el que juzgue.
Eso nos tiene que ayudar, porque si es que no tenemos esa sensibilidad de darnos cuenta de que Dios a cada uno ha dado unas formas distintas de ser y unos talentos distintos a veces podemos entrar a juzgar con fuerza y no sabemos que esa persona tal vez tiene un trastorno que no es tan evidente, pero lo tiene.
O que ha carecido de una formación o… ¡cualquier cosa! Que nosotros no somos tan conscientes, pero que en esa persona actúa.
JESÚS CONOCE LOS CORAZONES
Y, a veces, juzgamos y somos duros y, seguramente, Jesús no será así con él, porque Jesús conoce los corazones y conoce todo y nos conoce tan bien que también conoce cuándo tú puedes evitar pecar.
Cuándo tú puedes evitar decir cosas en contra de los demás. Cuándo tú, puedes evitar pecar. Cuándo tú puedes evitar decir cosas en contra de los demás. Cuándo tú puedes decir las cosas en buen tono -en buen modo- evitando las discordias, las peleas y ofreciéndoselo a Él.
Como el chico Bridget Walker que, en esa ocasión, tuvo que ofrecer su espalda y todo su cuerpo para que esta bestia de perro no ataque a su hermana menor.
LLEGAR AL CIELO CON EL ALMA LIMPIA
Nosotros intentaremos hacer lo mismo para tener el alma limpia, para llegar al Cielo. Como nos dice san Paciano que:
“Vale la pena, porque el Señor está atento a cada uno de nuestros actos; está atento a todos estos pequeños sacrificios que hacemos para agradarle”.
Ponemos todo esto en manos de nuestra Madre, la Virgen. Ella es la que sí llevará cuenta de todos nuestros buenos datos; nosotros no hace falta de que lo hagamos.