UNA CELEBRACIÓN IMPORTANTE
GPI, Gracias por invitar. Así dicen algunos amigos míos para expresar que les habría gustado asistir algún evento al que no asistieron, o al que no van a asistir porque no los invitaron. Por eso dicen GPI: Gracias por invitar.
Y es que a los seres humanos nos gusta reunirnos, nos gusta hacer eventos de muy diverso tipo. Por ejemplo, una fiesta de cumpleaños, (el más básico), una graduación, la boda, por supuesto, una reunión de generación de la preparatoria o de la universidad.
Incluso, cuando los bebés de kinder se gradúan, pues a las mamás les gusta hacer fiesta; o algún aniversario de algo que sucedió en el pasado y que tiene alguna relevancia en el presente. Por ejemplo, la fundación de alguna institución, la victoria en una batalla o una conquista.
Pues hay muchísimos tipos de celebraciones, de reuniones que hacemos los seres humanos, y dependiendo la magnitud de la celebración, así es la preparación para asistir a ella.
Por ejemplo, hay reuniones que exigen una vestimenta única y nos preguntamos, ¿cuál es el vestido que se va a usar para tal reunión? Sobre todo en las mujeres, y es un tema bastante importante, el vestido…
También, ¿qué vamos a llevar de regalo?, ¿cómo vamos a movernos para la fiesta?, ¿donde nos vamos a hospedar?, … Y todo eso en torno a la asistencia al evento.
TODOS REUNIDOS
¿Y por qué te comento esto? Porque en la Primera Lectura del día de hoy, leemos de una reunión que hay en el pueblo judío,
«Y de repente todo el pueblo se reunió como si fuera un solo hombre en la explanada que hay delante de la puerta de las Aguas».
Y ahí sucedió algo. ¿Qué sucedió? Pues se dio la lectura del libro de la Ley.
Es que ellos venían del destierro, venían de haber estado fuera de su ciudad sin poder dar culto a Dios. El templo estaba destruido y el pueblo se reúne nuevamente en nombre de Dios.
Se reúne y el sacerdote Esdras, que estaba de pie sobre un estrado de madera levantado para esta ocasión, leyó la ley, el Libro de la Ley, el libro de la Palabra de Dios.
Y justo cuando abrió el libro, dice la Primera Lectura del día de hoy, (que es el libro de Nehemías). Justo cuando abrió el libro, todo el pueblo se puso en pie.
«Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y todo el pueblo levantando las manos, respondió: —¡Amén, amén! E inclinándose postraron el rostro en tierra.
Como todo el mundo estaba emocionado. Todo el pueblo estaba felíz. Reunidos en nombre de Dios»
(cf. Ne 8, 5-8).
QUEDARNOS CON GANAS DE MÁS
Y al final leemos una gran invitación que hace:
«Nehemías, que era el gobernador, Esdras el sacerdote y algunos de los levitas que estaban ahí. Dicen al pueblo: —¡Este es un día consagrado al Señor nuestro Dios! No estén tristes ni lloren. Porque todos lloraban al escuchar la palabra de la Ley».
Lloraban de alegría, lloraban de nostalgia, lloraban de paz después del destierro, de estar otra vez en su Tierra, pudiendo alabar a Dios.
«Y les indicaron: —Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces».
En otra versión dice:
«Vino. Y manden algo a los que no tienen nada. Pues hoy es un día consagrado al Señor nuestro Dios. No estén tristes, porque celebrar al Señor es nuestra fuerza. No lloren, porque este es el día santo. No estén tristes, alégrense, alégrense, porque estamos reunidos en nombre de Dios y porque Dios está con nosotros».
Dios nos convoca a una reunión. Cuando nosotros nos reunimos, los seres humanos para celebrar algo, pues es normal que vayamos con alegría. ¡Qué padre!, ¡qué ilusión ir a una fiesta!…
Prepararla y pensar en lo que decíamos hace un momento de cómo nos vamos a vestir, qué vamos a llevar, vamos a ver a tales personas que quizá hace tiempo no vemos y vamos a comer, a bailar, a cantar, a recordar y vamos a estar un tiempo felices.
Y la fiesta tiene que terminar. Ni modo. Se acaba la fiesta y ya cada uno vuelve contento. Pero siempre nos quedamos con ganas de más, de más y de más, Pues Dios sabe eso.
ESTAMOS INVITADOS
Dios nos creó y Dios sabe que nos gusta la fiesta y queremos una fiesta para siempre.
Bueno, pues no es difícil de ver en este pasaje que estamos comentando una imagen de lo que es la Eucaristía en la Misa, que nos reúne la Palabra de Dios, la Palabra de Dios que se lee.
Y, cuando se lee el Evangelio, todos nos ponemos de pie, como acabamos de leer. Pero la Palabra que leemos, está viva, es la Eucaristía, es Jesús, que es la Palabra de Dios, el Verbo que se hizo carne y se hace presente en la Eucaristía, y se nos ofrece como alimento.
Pues esa es la gran reunión que Dios hace y a la que estamos invitados. Y esa reunión es una imagen de lo que será la fiesta eterna: la Eucaristía.
Pues leemos en la Plegaria Eucarística primera (te voy a leer un parrafito bien bonito que podemos nosotros mismos interiorizar y dirigirla a Dios Padre), porque toda la plegaria Eucaristíca las ofrecemos a su Hijo, por el Espíritu Santo…
Y mira lo que le decimos a Dios Padre, ya con Jesús sobre el altar, porque ya se dió la consagración (y está Jesús ahí, ya deja de ser pan) Hoy que es jueves recordamos en la Iglesia especialmente a la Eucaristía, y hacemos ese acto de fe.
DIOS NOS CONVOCA
Señor Jesús, yo creo que estás realmente presente en lo que fue Pan y después de la Consagración ya estás Tú ahí, con tu cuerpo, con tu sangre, con tu alma y con tu divinidad. Y lo que fue, vino, y que también Tú estás ahí presente.
Pues imagínate, el sacerdote está ahí con Jesús a pocos centímetros de Él, y está con los brazos abiertos en gesto de oración, dirigiéndose a Dios Padre.
Y tú, cuando participas en la Misa, estás ahí también, unido al sacerdote, dirigiéndote a Dios.
Y dice el sacerdote:
«Por eso Padre, nosotros, tus siervos y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, de su santa Resurrección, del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los Cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo.
Pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación».
Pues ya al participar de la Eucaristía nos estamos uniendo a la Liturgia celeste, a la fiesta eterna, donde esperamos algún día estar y encontrarnos con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, con la Virgen, con San José, con tu santo patrono, tu ángel custodio, tu familia, y con tanta gente a la que has querido y que esperemos que nos encontremos en el Cielo.
¡Qué ilusión, que tú, Señor, nos convocas! GPI, podemos pensar… ¡Gracias por invitar!
¡Sí estamos invitados! Estamos tan invitados, porque esa fiesta del Cielo que se anticipa ya en la Eucaristía, son las Bodas del Cordero, del Cordero de Cristo con la Iglesia. Y nosotros somos la Iglesia.
¡Por supuesto que estamos invitados!
Y qué ilusión poder preparar esa fiesta ya desde ahora, con el mejor vestido, con nuestra alma en gracia, con nuestra alma limpia por el sacramento de la Confesión, por las virtudes que procuramos fomentar y que le queremos regalar y adornar. La Iglesia que se adorna con las virtudes, con las buenas obras de los santos.
GRACIAS POR LA INVITACIÓN
Le pedimos hoy a Dios que nos siga ilusionándonos con esa fiesta en la cual ya empezamos a participar aquí y desde ahora.
Que seamos cada vez más conscientes de la felicidad que vamos a compartir con la Virgen, a la cual acudimos también para que nos ayude a vivir mejor la Misa y tener esta ilusión cada vez más grande.
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