ESTAMOS CON ALGUIEN QUE ES MÁS
“Entonces algunos escribas le dijeron: Maestro, queremos que nos hagas un signo. Y Él les respondió: Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. Y el día del juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más, que es más que Jonás” (Mt 12, 38-41).
Y por último, pone el Evangelio que nos da la liturgia del día de hoy, el ejemplo del juicio que
“la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más que Salomón” (Mt 12, 43).
Es alguien que es más que Salomón.
Hay que darnos cuenta que en la vida del hombre, muchas veces queremos ver manifestaciones espectaculares, milagros. ¿Qué señales haces tú? Y el Señor, muchas veces esas señales es simplemente una idea, como Jonás que fue a Nínive a predicar; o Salomón que en su sabiduría no es que hizo cosas llamativas, sino que en su predicación la Reina del Sur creyó y se maravilló de la sabiduría suya.
Muchas veces nos encontramos en la tierra con que las cosas no funcionarían como lo que nos gusta, ¿no? Estamos rezándole al Señor para que haga un milagro, para que transforme a una persona, para que nos saque de un apuro, para que se den las cosas como hemos previsto:
que el banco me dé el préstamo este para poder pagar lo de más allá, y que mi hija ceda y que se separe de esa persona que no le conviene, o que mi esposo deje de hacer ruiditos por las noches, no sé, cualquier cosa, que estamos reza, reza, reza y el Señor no corresponde.
SEGUIR EL PLAN DE DIOS
Y a veces podemos pensar que no nos oye, o que, como ningún contacto con nosotros, o que a Dios no le interesan nuestras cosas.
Pero es que estamos pensando mal, le estamos dando la vuelta de forma errada, porque el Señor no quiere esas cosas porque tiene un plan mejor para nosotros.
Y ese plan se verifica en que le escuchemos a Él, en que dejemos trabajar la gracia de Dios en nuestros corazones, en que sigamos el plan de Dios.
¿Alguna vez te has puesto a pensar esto? Que es preferible mil veces seguir el plan de Dios que seguir nuestro propio plan, porque nuestro propio plan puede llevarnos a cualquier sitio, mientras que el plan de Dios nos lleva siempre al Cielo.
Por eso es importantísimo que en nuestra vida tenga mucho espacio la gracia. Y en esta meditación de hoy, pensaba que eso sería interesante hablarlo Contigo, Señor: la gracia.
GRACIA SANTIFICANTE
“La gracia santificante -nos dice el Catecismo- nos hace “agradables” a Dios. Los carismas, que son gracias especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Dios actúa así mediante gracias actuales múltiples, que se distinguen de la gracia habitual, que es permanente en nosotros” (Catecismo 2024).
El Señor tiene una gracia que cada uno de nosotros tenemos, esa gracia habitual, la que es permanente en nosotros. Y después nos va dando gracias para hacer cosas, para cumplir objetivos que tal vez son un poco más difíciles.
Entonces no es que Dios no nos da nada con nuestras oraciones. ¡No! nos da esas gracias actuales y nos llevan a darnos cuenta, esas gracias, que el Señor tiene unos planes distintos o que necesita que nosotros seamos más fuertes para completar sus planes.
Por eso, qué importante es que vivamos en gracia, corresponder a la gracia divina, estar como con esa sensibilidad de vivir en gracia. Y el alma en gracia es una cosa brutal.
EL ALMA EN GRACIA
Cuentan que en cierta ocasión Santa Catalina de Siena vio, porque le permitió Dios, un alma en estado de gracia. Y ella dice que era tan inefablemente hermosa que en su deslumbrante resplandor no podía mirarla fijamente, y no pudo menos que exclamar, dice esta santa, que “si yo no supiera que no hay más que un solo Dios, creería que ese es otro Dios esa alma en gracia”. Dios le hace ver a esa alma y es tan esplendorosa que dice esto.
Y más tarde un confesor le pidió que diera una descripción, que escribiera esa descripción de lo que había visto de un alma en gracia. la santa escribió:
“No hay nada en el mundo que pueda darle la idea de lo que he visto. le decía al sacerdote: Si pudiera ver solamente un alma en el estado de gracia, sacrificaría su vida mil veces por su salvación.
Pregunté al ángel que estaba conmigo qué era lo que hacía al alma tan hermosa, y me respondió que era la imagen y semejanza de Dios que habita en ella por la divina gracia.
Y es que aquí está la respuesta perfecta, la del ángel: ¿Qué es lo que a un alma le hace hermosa? Pues no las cosas externas, sino la gracia de Dios.
LA HERMOSURA DEL ALMA
Por eso es tan terrible el tema del aborto, porque el aborto hace que esa alma que estaba predestinada a ser una imagen y semejanza de Dios y a brillar y ser una cosa increíble, se destruya y no tenga ningún mérito.
El alma no se destruye, sabemos que va al cielo igual, pero no alcanzó a hacer ningún mérito delante de Dios.
Y por eso nosotros en cambio, que estamos en esta vida, tenemos que buscar la forma de alcanzar ese mérito, siendo particularmente sensibles a la gracia de Dios, intentar vivir en estado de gracia.
Cuando uno comete un pecado, el estado de gracia deja de estar presente, es como si nos peleamos con Dios y entonces tenemos que recuperar el estado de gracia a través de la confesión.
Cuando uno no ha cometido ningún pecado mortal después de la confesión, entonces vive normalmente en estado de gracia.
Para vivir en gracia y aumentarla, tenemos que ir a los sacramentos y sobre todo, también a la oración. Recibir la Eucaristía, la Confesión, escuchar la Palabra de Dios, leer libros espirituales, huir de las malas amistades y de las ocasiones de pecar, efectivamente.
LA GRACIA DE DIOS
Por eso, si nos pensamos qué es la gracia de Dios:
“Es la gracia infundida en nuestras almas a través del Espíritu Santo para limpiarnos del pecado y santificar nuestra vida. Es el don que lleva el alma a la comunión con Dios y a obrar por amor. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo” (2Co 5, 17-18).
De ahí viene la gracia de Dios.
En el mundo de Tolkien que se llama la Tierra Media, en varias de sus obras, especialmente en El Señor de los Anillos, habla de un de un tipo de seres que son los elfos, que tienen esta maravilla de que son hermosos.
Aunque a veces en las películas no les hagan tanta justicia a los actores que les representan, pero que son hermosos y que son inmortales, y que brillan, y que tienen una fuerza estupenda y tal. Ese es como el alma en gracia.
Este autor católico tenía como esa claridad de cómo llegaría a ser las personas que se salvaran.
Serían así: inmortales, con el alma bellísima, con esa fuerza y esa claridad para hacer todas las cosas.
Nosotros somos así cuando permites que el alma en gracia esté funcionando en tu vida. Por eso, cuando las cosas parezcan negras a tu alrededor y quieras estos milagros, que no busquemos como los que vivieron cerca de Jesucristo, que estaban buscando signos y milagros.
DESLUBRANTES POR LA GRACIA
El Señor nos dice que veamos como los que estuvieron cerca de Jonás, o como los que estuvieron cerca de Salomón, que lo que buscaban era la sabiduría de saber que el Señor tenía algo especial para ellos.
Estaban delante de alguien especial. Nosotros estamos delante del Señor en la Eucaristía.
Que busquemos nuestra alma en gracia, que busquemos estar cada vez más encendidos en esta vida de entrega a Dios, de querer cumplir sus planes, porque de esa forma la gracia redundará.
¿Quién es la llena de gracia? Pues la llena de gracia es la Virgen María.
Ella nunca le dijo no a Dios y por eso se fue incrementando su gracia cada vez más, y por eso la belleza de la Virgen es infinita.
A Ella acudimos hoy, al terminar este rato de oración, para pedirle que nosotros también luchemos por estar siempre en gracia, que nos confesemos con frecuencia, que acudamos a los sacramentos y que querramos cumplir en nuestra vida la voluntad de Dios.