Creo que firmemente estás aquí Señor para hablarte y también para escucharte; para escucharte.
El protagonista de esta historia que te voy a contar “es un chico joven que está todavía aprendiendo a tratarte Señor” (como tú y como yo y como todos ahora en 10 minutos con Jesús estamos aprendiendo a tratar al Señor, a hablar con el Señor).
Y hoy, especialmente, vamos a aprender algo muy importante: que para hacer oración hay que aprender a escuchar.
El joven del que te voy a hablar tiene un maestro que le enseña. Se llama Samuel y es una historia que aparece en el Antiguo Testamento, precisamente, en un libro que se llama así: “El libro de Samuel”.
“En aquel tiempo, el joven Samuel servía al Señor al lado de Elí. Samuel estaba acostado en el Templo del Señor donde se encontraba el arca de Dios. Entonces, el Señor llamó a Samuel. Este respondió: “Aquí estoy”. Corrió a donde estaba Elí y dijo: “aquí estoy, ¿por qué me has llamado? Respondió Elí: “no te he llamado, vuelve a acostarte”. Fue y se acostó.
El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue a donde estaba Elí y dijo: “aquí estoy, ¿por qué me has llamado? Respondió: “no, no te he llamado hijo mío, vuelve a acostarte”.
Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la Palabra del Señor.
El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Se levantó, fue a donde estaba Elí y dijo: “aquí estoy, ¿por qué me has llamado?”
Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven y dijo a Samuel: “ve a acostarte y si te llama de nuevo di: habla Señor que Tu siervo escucha.”
Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: “Samuel, Samuel”” (seguramente lo habrá hecho así, pasito) “y respondió Samuel: “habla Señor que Tu siervo escucha””.
(1S 3, 1-10)
Y esta es la frase de la que nos vamos a servir hoy para hacer este rato de oración: “Habla Señor que Tu siervo escucha”. Y ¿qué le dijo el Señor a Samuel? Pues no te lo voy a decir, te voy a dejar con la curiosidad por si quieres ir al libro de Samuel y buscar qué le dijo el Señor.
Es la primera lectura de la misa de hoy. Si vas a misa ponle atención.
ESCUCHAR
Y ¿qué es escuchar? Te lo voy a decir con una anécdota que me pasó esta semana. Lo que pasa Señor es que se me va el tiempo contando las anécdotas, pero bueno ¿y qué? No pasa nada. El Señor quiere estar en nuestras cosas y quiere escuchar nuestras vainas (como decimos aquí en estas tierras); escuchar nuestras cosas.
En esta zona en la que estoy, que es una zona rural y, concretamente, en esta casa que estoy hay un jardín grande con varias especies de árboles y, sobre todo, con cantidad de pájaros.
No sé si te acuerdas, pero la semana pasada por ahí se escuchaban algunos pajaritos. Pues todavía estoy por acá y hay un pajarito que se pone a cantar más o menos a esta hora.
Entonces, le dije a un sacerdote con el que estaba esos días aquí (hace una semana): “oye, ¿escuchas ese pájaro?” Y me dijo: “¿cuál pájaro?” Entonces ya puso atención y lo escuchó.
Me contó que cuando estaba viviendo en Roma iba paseando con alguno por un jardín muy grande, muy grande y que esa persona le había dicho: “oye, es impresionante la cantidad de pájaros que hay aquí. ¡Cómo cantan de bonito!”
Entonces él dice que en ese momento hizo el ejercicio de poner atención a los pájaros y que tuvo la sensación de que le hubieran quitado un tapón de los oídos y que en ese momento empezó a escuchar un universo de pájaros.
UNO ESCUCHA LO QUE QUIERE
Con esto quiero ilustrar una realidad: uno escucha lo que quiere escuchar. ¿Cómo así? Sí claro, tú escuchas dentro de ti cosas que te hacen bien o que te pueden hacer mal; cosas que te dan paz o que te quitan la serenidad; cosas que te apartan de los demás o cosas que te unen y hacen querer más a todos.
Siempre estamos escuchando cosas en nuestro interior y… ¿qué tiene que ver esto con el pájaro? Pues que por estar escuchando otras cosas -ruidos- dentro de ti (podemos llamarlos ruidos) puedes perder la capacidad de escuchar.
“Ahora Señor que estamos hablando con vos, pues de escucharte a Ti”. Cada uno escucha lo que quiere.
Por ahí hay un libro fantástico que se titula: “La fuerza del silencio” que escribe un Cardenal de la Iglesia, el Cardenal Robert Sarah (fantástico).
“Hay un párrafo esclarecedor para entender lo que estamos hablando contigo Señor”, dice:
“Hay que proteger como un tesoro el silencio de todo ruido parásito; el ruido de nuestro yo que nunca deja de reivindicar sus derechos y nos sumerge en una preocupación excesiva por nosotros mismos.
El ruido de nuestra memoria que nos arrastra al pasado; el de los recuerdos y las faltas; el ruido de las tentaciones o de la tibieza; del espíritu de gula, lujuria, avaricia, ira, tristeza, vanidad, orgullo…
De todo lo que es materia del combate espiritual que el hombre tiene que librar a diario para acallar esos ruidos parásitos, para consumirlos todos en el fuego de la dulce llama del Espíritu Santo. El mejor antídoto es” (dice el Cardenal) “el silencio”.
LA ORACIÓN
Pero yo lo quiero cambiar: el mejor antídoto es la oración. “Pero Señor, si tengo tantos ruidos interiores ¿qué hago?” Pues háblalos con el Señor, cuéntaselos, dile:
“Ahora Jesús perdóname y prepárate porque voy, tengo muchas cosas qué decirte. Seguro Señor que Tú siempre nos escuchas. De lo que no estamos seguros es si nosotros siempre te escuchamos. Por eso, después de hablar, lo más importante:
“Habla Señor que Tu siervo escucha”.
La oración es para eso: hablar con Dios, lo hemos aprendido. Pero también para escuchar y eso es la clave para aprender a hacer una auténtica oración. No solamente hablar con Dios, sino también escuchar a Dios.
Qué bueno que estos 10 minutos no se queden sólo en escuchar al que habla. Pedirle luces al Espíritu Santo: ¿Qué me quieres decir hoy en este ratito de oración? ¿Por dónde me quieres llevar? ¿Qué me quieres seguir diciendo a lo largo de la jornada?
CONSEJOS PARA LA ORACIÓN MENTAL
Por ahí encontré un libro extraordinario también que me ha ayudado mucho del Padre Ricardo Sada. (Sí ese, el de medita.cc) El mexicano que es un sacerdote que tiene un portal donde pone sus meditaciones (muy buenas, también se escuchan pajaritos de fondo. Sería chévere alguna vez tener una meditación suya para 10 minutos con Jesús).
Hay un capítulo donde cuenta el padre Ricardo (ese libro se llama: “Consejos para la oración mental”) cuáles son las claves para saber si escuchamos o no a Jesús en la oración.
“Pero Señor, se nos acabó el tiempo. Vamos a dejarlo para la próxima meditación”. En la próxima meditación me comprometo a contarte cuáles son las claves para saber si escuchamos o no a Jesús en nuestro rato de oración.
Por ahora vamos a quedarnos con esa frase:
“Habla Señor que Tu siervo escucha”
y “hoy te lo decimos Señor: en nuestro camino de oración queremos aprender a escucharte. Háblanos Señor, queremos escucharte”.
Acudimos a nuestra Madre.