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HABLAR BIEN DE LA IGLESIA

HABLAR BIEN DE LA IGLESIA

SANTA CATALINA DE SIENA

Hoy celebramos la fiesta de una santa que yo soy bastante fan.  Se llama santa Catalina de Siena, es patrona de Europa y doctora de la Iglesia.

Podemos aprender de su amor a la Iglesia, al Papa y a los sacerdotes y, a la vez, de su fortaleza, porque le tocó denunciar los errores y las cobardías de los pastores de su época; le tocó vivir el cisma de Avignon.

Fue una de las grandes místicas de su tiempo (siglo XIV) y destacó por su faceta de predicadora y escritora; también por la contribución decisiva al regreso del papado a Roma, tras varios años en Francia.

Es una Santa muy venerada y muy popular en las fundaciones, en las iglesias, en los santuarios, especialmente de la orden Dominicana y de todos los que trabajamos un poco en cuestiones de comunicación social.

San Josemaría le tenía también mucha devoción y dejó escrito una cosa que a mí siempre me ha llamado la atención, decía:

Deseo que se celebre la fiesta de esta santa -hablando de santa Catalina- en la vida espiritual de cada uno y en la vida de nuestras casas o centros. Siempre he tenido devoción a Santa Catalina: por su amor a la Iglesia y al Papa, y por la valentía que demostró al hablar con claridad siempre que fue necesario, movida precisamente por ese amor”

(San Josemaría, en Meditaciones, V, 463).

ORACIÓN COLECTA MISAL ROMANO

Eso es lo que recoge también la colecta del Misal Romano. Fíjate que la Iglesia, desde hace muchísimos siglos, que le venera como Santa, le pide cosas concretas. La oración colecta -como sabes- es la oración dentro de la misa que recoge las cosas que le pedimos a Dios, porque siempre están dirigidas a Él; en este caso, a través de ella. Fíjate que bonita es:

“Señor Dios, que hiciste a santa Catalina de Siena
arder de amor divino en la contemplación de la pasión de tu Hijo
y en su entrega al servicio de la Iglesia;
concédenos, por su intercesión,
vivir asociados al misterio de Cristo
para que podamos llenarnos de alegría
con la manifestación de su gloria”
(Oración colecta Misal Romano).

“Señor, te pedimos hoy, que nos ayudes a copiar las virtudes de esta santa tan querida, de la santa deslenguada (también, como le dicen algunos).

Y es que hay que aprender a decir las cosas con cariño y con respeto. Pero hay que aprender a decir las cosas, bajo un clima -por así decir- de amor. Un amor que, en ella, era patentísimo al Santo Padre, el dulce Cristo en la tierra» decía que era el Papa.  El dulce Cristo en la tierra… es muy fuerte.

REALIDAD POLÍTICA SIGLO XIV

Ahora, santa Catalina vivió en una época muy complicada -desde el año 1347 hasta 1380 (además, murió joven)-, porque el siglo XIV en Italia estaba marcado por una realidad política puntual: lo que podemos llamar como una serie de ciudades-estado.  Entre esas ciudades se destacaban Florencia, Nápoles, Venecia y la misma Siena.

Los Estados Pontificios eran vistos, por muchos, como una región más sujeta a codicias, a contiendas, a luchas; y, justamente esa diferencia entre regiones y el abandono de los caminos, dejaban ver un panorama sombrío que se tomaban los que se dedicaban al vandalismo, al pillaje… En general, fueron tiempos muy inseguros.

El siglo XIV es también el siglo de grandes epidemias; es de la que se conoce como “peste”. Los poblados estaban sin gente porque hasta las actividades económicas más básicas quedaban sin atender. No solo murió cerca de una tercera parte de la población de Europa, sino que muchos huyeron de las garras de la enfermedad para caer en las garras de la mendicidad. Se generó una pobreza impresionante.

Ese efecto fue especialmente devastador en la vida de la Iglesia: monasterios abandonados, ausencia de vocaciones, responsabilidades, impuestos que nadie podía asumir…

Y la situación del clero diocesano era aún peor, porque lo que nosotros conocemos como el Seminario, ese camino de formación solo surgirá después del siglo XVI. Así que, a una formación muy pobre, le sobrevino también una escasez dramática de gente. La condición general de la Iglesia, podríamos decir, era deplorable.

EL REINO FRANCÉS PROTEGIA AL PAPA

La señal más visible de eso era que el obispo de Roma no vivía en Roma. Ya ves, de 1305 los Papas se habían acogido a la protección del reino francés en una localidad que se llamaba Avignon. Y aunque de un modo práctico, eso garantizó la estabilidad y la protección al Papa.  Tomó un efecto también destructor en torno a lo espiritual de la curia, porque se mundanizó más y tuvo un efecto desastroso en el peso que los cardenales franceses consideraban que tenían. A la larga, eso sería una de las causas para el Cisma de Occidente que se dio en 1378.

Es verdad que la gestión diplomática y, sobre todo, el testimonio de vida de santa Catalina, lograron que el Papa Gregorio XI volviera a Roma, pero la verdad es que duró poquísimo, porque por enfermedad murió y los cardenales franceses volvieron a alegar que hubo serias amenazas contra ellos.

Y pese que habían escogido a Urbano VI, eligieron ellos otro nombre para el Papa que se llamó Clemente VII. Entonces, fíjate, tuvieron dos Papas a la vez.

Santa Catalina murió mucho antes de que se arreglara este problema; con lo cual, uno puede decir que ella vio a la Iglesia como destrozada: el Papa en Francia, luego dos Papas a la vez, luego los cardenales que no se comportaban como debían, una Iglesia que tenía un clero pésimo… Si hubiera habido Twitter en esa época hubiera sido terrible.

EL ESPÍRITU SANTO PROTEGE A LA IGLESIA

Pero la verdad es que nosotros somos la Iglesia y muchas veces la Iglesia pasa por estos periodos más terribles. Lo increíble es que no se ha destruido. Porque siempre el Espíritu Santo hace un cambio o suscita personas como santa Catalina que logran hacer recomenzar a muchas personas por su testimonio, por sus palabras, por su forma de estar en el mundo.

“Señor Jesús, hoy te pedimos que nosotros también seamos ese testimonio, que también tengamos esas palabras, que también escribamos, que tengamos, en definitiva, esa vibración suficiente para atraer a otros y para hacer que las cosas que no funcionan empiecen a funcionar”.

Yo recuerdo cuando recién me fui a estudiar teología a Roma, tenía una visión de la Iglesia como una señora vieja que intentaba hablar con sus hijos muy jovencitos que no le entendían.

Pero después de estudiar varios años y de ir con frecuencia a rezar en San Pedro, me di cuenta de que, en realidad, es como una señora que sabe lo que tiene que decir, que está intentando hacer que sus hijos vuelvan, pero sus hijos no tienen ningún interés de escucharle.

QUERER AL PAPA Y LA IGLESIA

¿Cuántas veces nos pasa eso? Que el Papa nos pone, por ejemplo, a rezar por la paz en Ucrania, que se acabe pronto esa guerra; el Papa lo está repitiendo una y otra vez. Y tal vez al principio sí estábamos como muy vibrantes con esta idea, pero ya han pasado más de dos meses y seguimos… y, tal vez, haya gente que baje los brazos y se dedique a otras cosas.

¿Cuántas veces nos damos el lujo de hablar mal de la Iglesia o hablar mal de los pastores? Son formas concretas de separarnos de Dios, son formas concretas de separarnos de su Iglesia.

Santa Catalina decía las cosas a quien tenía que recibirlas y las decía con mucha dureza -si quieres- pero con amor. Nosotros también tendremos que decir las cosas en los momentos oportunos.

¿Qué sacas hablando mal delante de tus amigas? ¿Acaso ellas son el Concilio para cambiar el Papa? Es ridículo. Lo único que haces quejándote, es crear mal ambiente, hacer que la gente se aparte y actuar justo en contra de lo que santa Catalina hizo.

Santa Catalina unió a la gente al Papa. Unió a la gente al dulce Cristo en la tierra, porque sabía que esa era la mejor forma de que todos alcancen la salvación.

Eso tendremos que hacer tú y yo, quitándonos todas las tonterías que a veces nos pueden pasar en la cabeza: de que somos más inteligentes que el Papa, inclusive… ¡imagínate!

Que hoy acudamos, junto con toda la Iglesia, a pedirle a santa Catalina que, por la intercesión de ella, el Señor nos dé un corazón más grande para querer más al santo Padre y a toda la Iglesia.

Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre santa María.

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