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HACERNOS COMO NIÑOS

inquietud

«Nos cuenta el Evangelio que  vienen los discípulos a preguntarte Jesús»:

“¿Quién es el más grande?”.

(Mt 18,1)

Se ve que en ese grupito de los que te rodeaban no estaba muy clara la jerarquía, quizá Pedro decía: – Yo soy el primero porque Jesús me dijo que soy la piedra de la Iglesia; Juan podría decir: – Yo soy el discípulo amado; y Santiago podría decir: -yo soy Santiago el mayor. Judas Tadeo podría decir: -yo soy pariente del Señor.

Y podrían discutir y al menos vemos que tenían la sencillez de preguntarte a vos Señor, te preguntan quién es el más grande.  Querrían saberlo para saber quién manda si no está Jesús. Quién ocupa el mejor lugar, quién tiene más derechos y toma las decisiones, quién es el más importante.

Por tu respuesta, Señor, vemos que todavía tenían que aprender muchas cosas, que en tu Reino, todo eso que a ellos les preocupaba, no era algo muy decisivo.

Les decís que tienen que convertirse, trayendo a un niño en medio como para que les quedara la imagen, algo más gráfico:

“Les aseguro a ustedes que si no cambian, si no se convierten y se hacen como niños no entrarán en el Reino de los Cielos”.

(Mt 18, 3)

Y eso los dejaría desconcertados, no es lo que esperaban, esperaban una enumeración; quien era el primero, el segundo..,  los puestos para entrar en el Reino.

Hay que convertirse y hacerse como niños.

EDITH STEIN

Hoy que hacemos, Jesús, estos 10 minutos con vos de oración, la Iglesia celebra  justamente a una santa que se convirtió, abrazó la fe.

Es una gran santa y es patrona de Europa, Edith Stein,  una mujer de origen judío que fue martirizada en la segunda guerra mundial, por ser judía,  la mataron los nazis en la cámara de gas. Era una mujer muy inteligente, muy destacada, tenía en Alemania la licenciatura en filosofía, seguidora de Husserl, un filósofo, del movimiento de la fenomenología y descubre la fe.

Siendo alguien tan inteligente, tan intelectual, cuenta ella, en su biografía que, de chiquita fue creada en la fe de sus padres, en la fe judía, después se fue alejando de Dios, casi se apagó del todo esa fe.

Algo que la marcó -algo tan sencillo-, fue ver un día que en una Iglesia alguien entraba a rezar, una mujer que quizá había ido a hacer las compras, la vio simplemente entrar a rezar. Ella estaría acostumbrada a ver la función en las iglesias protestantes o la ceremonia del sábado en la sinagoga, pero no alguien que simplemente iba a rezar, eso le impactó.

Más adelante eso fue decisivo, no fueron los argumentos por los que decidió que la fe católica era la verdadera, sino leyendo la vida de una santa, la de Santa Teresa de Jesús

La leyó y al ver la experiencia donde Santa Teresa cuenta su vida desde sus experiencias místicas, también su relación con Dios, Edith Stein dice: esta es la verdad.

Y terminará no sólo siendo bautizada, recibiendo los sacramentos, sino que también ingresará en el Carmelo, tomando el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz.

Ella supo también abrazar la cruz. Ver en su muerte también una entrega al Señor, unirse a Jesús a través de la cruz, ofreciéndolo por su pueblo, por los judíos que estaban sufriendo tantos flagelos en aquellos tiempos.

CONVERTIRSE Y HACERSE COMO NIÑOS

Convertirse y hacerse como niños. Le podemos pedir a esta santa que nos ayude a convertirnos.

«Se ve por lo que decís Vos Jesús, que todos necesitamos una conversión. Porque de entrada tenemos quizá una actitud de adultos, en sentido negativo.» No es que no haya que ser adultos, no podemos comportarnos como niños si somos grandes.

Pero hay actitudes que en un sentido negativo si pueden ser de un adulto. Que se cree que puede todo sólo, que  quizá busca ese reconocimiento, ese poder.

En “El Principito”, se acordarán cómo habla el principito de los adultos, que en el fondo les falta sencillez. Porque hay que explicarles las cosas no ven cuando él dibuja la boa que se comió un elefante y dicen que es un sombrero; y hay que explicarles porque no ven lo esencial.

Lo esencial es invisible a los ojos. Que sólo se fijan en las cifras, en los números y  que si les hablo de que tengo un nuevo amigo no me van a preguntar más, porque quieren saber de números.

Pienso que son como pinceladas que nos hacen ver a qué te referís Señor, cuándo decir que tenemos que ser como niños.

SER SENCILLOS Y HUMILDES COMO NIÑOS

En que en el Evangelio nos pones un niño delante y nos dices: Tenes que convertirte hacerte como este niño.

Podemos pensar con Vos Jesús, y yo en que tengo que ser menos adulto, en ese sentido negativo y en cambio hacerme más niño.

Tal vez tengo que ser menos orgulloso para disculpar con más facilidad a los demás, para comprender más. Tengo que estar menos pendiente de si me escuchan o no, de si influyo o no, si me tienen en cuenta. Pienso que esto es mucho más animante. Tengo que ser más sencillo para tratarte Señor, para: pedirte ayuda, contarte lo que me pasa, pedirte perdón cuándo fallo en algo.

Tengo que contar menos con mis fuerzas y más con la gracia divina, sobre todo para las cosas sobrenaturales, para nuestra santidad, para conseguir esos favores del cielo.

San Josemaría también decía: ¿Cómo pide un niño?, el niño que pide la luna, porque  piensa que sus padres se lo pueden dar todo, porque no tiene límites en su ambición.

Que en todas estas cosas Señor, nosotros nos convirtamos. Y si ahora nos haces ver algún aspecto más concreto en qué podría ser más sencillo para mirar con una mirada más clara, mirarte a Vos Señor y a los demás, te pido que me lo concedas, por intercesión de Santa Teresa Benedicta de la Cruz y también por la intercesión de María que dice que el Señor se ha fijado en la pequeñez de su servidora, como una criatura pequeña.

Y con esa sencillez y esa humildad al Señor ya le basta para hacer con María y a través de ella cosas grandes.

Que también nosotros Madre Nuestra nos lancemos a una santidad grande siendo pequeños, sin despreciar las cosas pequeñas, sin querer ser los primeros, sino  mirando a Dios. Más que el lugar que ocupamos, para vivir en su Reino acá en la tierra y después en el Cielo.

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