María, José, ¡buenos días! ¿Ya despertó el Niño? ¿Puedo entrar? Quería estar sólo 10 minutos con Jesús. ¿Tú, María me das el okay? y José…
“¡Qué bueno es José! -Me trata como un padre a su hijo. -¡Hasta me perdona si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!…
Y le beso -bésale tú- y le bailó y le canto y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!… ¡Qué hermoso es el Niño… y qué corta la decena!”
(San Josemaría. Rosario, Punto 3, Tercer misterio gozoso).
¡Ojalá! Ya quisiera, Jesús, tratarte así, como san Josemaría.
Aprovechando que estoy en el pesebre, junto a José, junto a María, voy a hacerles dos preguntas, estoy inquieto Jesús.
Jesús, ahora que estoy contigo, Tú eres una criatura de brazos y por eso voy a preguntarle más bien a José y a María, ¿por qué Dios se quiso hacer Niño? No hombre, sino Niño.
¿Por qué Jesús, tú quisiste nacer así, Niño? ¿Por qué Jesús no se quiso hacer hombre ya con 30 años, para comenzar la vida pública o con 33? Ya listo para morir ¿por qué se quiso nacer Niño?
Tiene su lógica, porque los niños quieren toda nuestra atención y el niño siempre busca la atención, de día y de noche.
Cuando se levanta en la noche y ve que nadie le está velando, que nadie le está protegiendo, ¿qué hace? Llora, porque quiere que alguien le esté viendo, protegiendo.
Y en el día, con los juegos, con las carantoñas, con correr, subir, bajar, lo que quieren, es llamar permanentemente la atención y no porque sean orgullosos o vanidosos, sino porque son niños.
HACERTE NIÑO
Lo hacen, sobre todo, porque necesitan sentirse protegidos. Por eso Tú Jesús quisiste hacerte Niño. Nosotros queremos ponerte, Señor, en el centro de nuestra vida.
Poner a Jesús en el centro de nuestro corazón y saber que aunque parezca paradójico, -porque lo es- que Dios quiera hacerse Niño, tenemos nosotros la responsabilidad de protegerlo y de hacerle reír para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría.
Porque Jesús, Tú estás entre nosotros, ¡qué alegría! Los niños también aman jugar y para jugar con un niño uno tiene que hacerse como un niño, entrar en la lógica de un niño.
Si uno quiere jugar con un niño y pedirle que juegue con la lógica del adulto, es imposible.
Señor, nosotros queremos que Tú te diviertas con nosotros, sabemos lo que te gusta y no queremos ser egoístas, queremos hacer las cosas que te gustan a Ti, no las cosas que nos gustan a nosotros; ¡a mí, Señor!
Esa puede ser una enseñanza y esa es la primera pregunta que yo tenía: ¿por qué quisiste hacerte Niño? Y tú, María y José, me ayudas entender un poquito más.
Y la otra pregunta que tenía era ¿por qué quisiste venir a la tierra?
HISTORIA
Y para eso encontré una historia que me ayuda a entender un poquito más:
“Érase una vez un hombre que no creía en Dios. Llegó la Nochebuena y su buena mujer, con sus hijos, se fueron a la misa de Nochebuena, a la misa de Gallo.
Lo invitaron, por supuesto, -¡Vente con nosotros!- pero él siempre respondía de igual manera: ¡qué tonterías! ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez! Era la respuesta de este hombre.
Esta buena mujer salió con sus hijos para la misa y él entró a su casa. Era una noche de invierno, caía la nieve y comenzaron unos vientos fuertes.
Él encendió la chimenea y placenteramente se puso a esperar a su esposa y a sus hijos. De repente escuchó en el vidrio dos golpes, uno después de otro, -fuertes- se asomó, pero la nieve no le dejaba ver qué pasaba. Le tocó salir al jardín, vivía en una granja.
Cuando salió, se dio cuenta de que se habían estrellado contra su ventana dos gansos que se habían perdido por la tormenta de nieve. Salió y quiso ayudarlos, sintió lástima.
Inmediatamente pensó: ya que están aquí y están bajo la nieve y se han perdido, los voy a meter a mi granero, ¡yo tengo un granero!
Se abrigó y salió a salvarlos. Abrió las puertas de su establo para que ellos pudieran entrar, pero observó, esperó y los gansos no entraron.
Luego fue por un poco de pan a su casa y comenzó a regar las migajas para que los gansos siguieran esos pedazos de pan, pero tampoco lo consiguió. Intentó corretearlos, ahuyentarlos en dirección al granero y tampoco.
Pensó: ¿por qué no me seguirán? ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde ellos pueden sobrevivir a la nevada? Y cayó en la cuenta de que las aves no seguían a un ser humano.
Entonces pensó: Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta- y se acordó que tenía un ganso en su granja. Fue por el ganso y lo trajo.
El ganso revoloteó entre esos dos gansos perdidos y después se fue directamente al establo porque hacía mucho frío. Corría el viento y la nieve y los gansos que estaban perdidos lo siguieron hasta el establo.
Este hombre se acordó de lo que había pensado unos minutos atrás: “Si yo fuera uno de ellos entonces sí podría salvarlos”. También se acordó de esa cosa que le había dicho a su mujer: ¿por qué Dios querría hacerse como nosotros? ¡Qué ridiculez! ¡Y todo cobró sentido en ese momento!”
Era precisamente lo que Dios había hecho. Se puede decir que nosotros éramos como aquellos gansos que estábamos ciegos, perdidos a punto de perecer y Dios se volvió como uno de nosotros a fin de indicarnos el camino y salvarnos.
VENIR A LA TIERRA
Jesús, con esta historia yo entiendo un poquito más esa pregunta: ¿Por qué quisiste venir a la tierra? ¿Porque quisiste hacerte Niño? ¿Por qué quisiste venir a la tierra?
¡De pronto este buen hombre comprendió el sentido de la Navidad! Y por qué había venido Jesús a la tierra. Se disiparon tantos años de incredulidad, se hincó de rodillas en la nieve y elevó su primera plegaria a Dios: ¡Gracias Señor por venir en forma humana a sacarme de la tormenta! ¡A salvarme!
Señor, ¿cómo pagaremos todo lo que has hecho por nosotros? ¿Cómo te pagaremos este gesto tan grande e inefable de amor?
Pero eso sí te lo voy a dejar a ti, para que en otros 10 minutos lo sigas hablando con Jesús, con María y con José.
¡Una pista! Sólo una pista, san Josemaría decía: “Amor con amor se paga”.
¿Cómo pagó San Esteban? Hoy celebramos a san Esteban –protomártir- el primer mártir de los mártires católicos. ¡El primero!
Ahí puedes mirar las Actas de su martirio en el capítulo 6 de los Hechos de los Apóstoles. Es impresionante esa historia, aparece por ahí también san Pablo.
Hay que ser muy valiente para ser mártir, pero sobre todo hay que estar muy enamorado, ¡muy enamorado!
Vamos a pedirle a san Esteban, ¡Pagar con amor a Dios!
Señor, ¡gracias por hacerte Niño! Te cuidaré, te protegeré, te jugaré, te arroparé. ¡Gracias Señor por venir en forma humana! A sacarme de la tormenta.
¡Gracias también a ti María y a José por dejarme estar estos 10 minutos con Jesús!